Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


En el burladero

04/10/2023

La nave de la política española va dirigida ya en viento en popa rumbo a la investidura de Pedro Sánchez, nuestro presidente en funciones, de momento metido en el burladero. Llegaremos a su investidura con todo atado, por su parte, pero muy poco informados, y salvo imprevisto de última hora, con la aritmética necesaria para que la investidura llegue a su fin y Sánchez vuelva a jurar su cargo. No es descartable que el artefacto aritmético le estalle en la cara, pero lo cierto es que pocas dudas había en la misma noche electoral viendo las caras de los primeros y viendo las caras de los segundos. Sánchez tiene una aritmética parlamentaria que si le dan los números, y le dan, va a ser su salvoconducto hasta que los españoles voten un poco más a la otra alternativa.
El gallego solventó con dignidad su papel de ser el candidato del partido más votado y primero en la lista para intentar ser investido, lo solventó y consolidó de momento su papel como alternativa posible. Sánchez envió a un banderillero, Oscar Puente, a darle la réplica mientras él miraba la corrida desde el burladero, una cuestión de mal estilo que privó a los españoles de ver las razones de uno y otro y de conocer algo, aunque sea por  la rendija, qué es realmente lo que se negocia en las factorías del sanchismo que no estuviera incluido en el programa electoral, porque lo de la amnistía es evidente que no estaba y hasta donde sabemos es el núcleo central de un posible pacto con Puigdemont. No solamente no lo estaba sino que fue negado, pero Sánchez tiene la aritmética y el cuajo suficiente, porque debe ser complicado decirle al Rey que te proponga de candidato que te apoyan los que ni le saludan ni quieren reunirse con él.
Entretanto, el banderillero Oscar Puente le hizo el trabajo con astucia mientras los españoles continuamos sin saber nada de nada, informado desde instancias oficiales, quiero decir, aunque todos sabemos de qué va la vaina, claro, y cual son los andurriales de la posible investidura. La vaina va de una reedición corregida y aumentada del pacto que le sirvió a Sánchez para desbancar a Mariano Rajoy en aquella moción de censura cogida con alfileres, la única que ha triunfado en la historia de nuestra democracia. Sánchez sigue cogiendo los resortes del poder con alfileres pero se mantiene como si hiciera nudos del ocho. No sabemos con certeza cual es la pantalla final del llamado sanchismo aunque nos gustaría creernos ese relato de que todo terminará en un mejor acoplamiento en el proyecto  común y constitucional de los que no se sienten cómodos y proclaman su independencia o su derecho a la secesión. Lo malo de ese relato es que esos disconformes no muestran ningún tipo de arrepentimiento, siguen diciendo que harán lo mismo y siguen proclamando que ellos quieren su Estado aunque lo digan en catalán o en vasco y haya que escucharlo con el pinganillo en ese lugar de la democracia común en el que todos nos entendemos en un mismo idioma. De manera que resulta bastante increíble que ese relato de la buena armonía y el entendimiento generalizado de toda España en sus diversas tonalidades e intensidades pueda ser la pantalla final del sanchismo. Entonces, ¿cual?
La otra versión es que nos encontramos ante un proyecto de poder personal, una supervivencia obsesiva, un ansia enfermiza que no se para ante nada. En ese caso, la pantalla final no sería nada aconsejable y las hipótesis sobre el desenlace son múltiples, desde las más apocalípticas y catastróficas hasta las que dejan un último reducto de esperanza a la capacidad de supervivencia de la Constitución que nos ha servido en las últimas décadas para formalizar una suerte de contrato sobre el que establecer una singladura y una hoja de navegación aceptable parta un gran número de españoles, para la inmensa mayoría.
Mientras tanto, seguiremos viviendo en la incertidumbre total. Todavía queda la posibilidad de unas nuevas elecciones en los inicios del año 2024 pero hay algo que se palpa en el ambiente y que lleva a pensar que casi todo está escrito desde la misma noche electoral en la que el segundo parecía estar más  contento que el primero, y que se corroboró la semana pasada cuando el segundo se divertía en el burladero con el banderillero al que envió a confrontar en la petición de investidura de la otra figura del cartel, Feijóo, el que desde la misma noche electoral sabía que pintaba mal , muy mal, para llegar a Moncloa.