ase lo que pase, que puede haber sorpresas, el espectáculo va a estar estos días detrás del escenario y, en unas semanas, en el Congreso de los Diputados. La transparencia que exigieron, prometieron e incumplieron PSOE y Podemos en los inicios de la anterior legislatura -las reuniones para los pactos se iban a transmitir en directo- se han convertido ahora en "prudente discreción", es decir, silencio absoluto. Ni sabremos lo que hablan ni tampoco lo que acuerdan. Al "hombre de paz", de lo que han disfrazado a Otegui, se suma ahora el "hombre de Estado", que es, aunque no lo crean, Puigdemont, al que se rifan, tampoco se puede creer, la izquierda y la derecha. Las fuerzas progresistas de izquierdas no son sólo PSOE, Sumar o ERC sino, sorpresa, los más claros representantes de la derecha más pura y dura en el País Vasco y en Cataluña: PNV y Junts. En sus manos está impedir el Gobierno de las derechas o facilitar el de las izquierdas. El espectáculo está servido.
Pero hay mucho más. Yolanda Díaz consiguió agrupar a quince partidos en otro partido. De esos quince, siete fracasaron rotundamente y no han conseguido ni un solo diputado. Y los otros ocho han logrado treinta y uno, siete menos que los que en las anteriores elecciones alcanzaron Podemos, Compromis y Más Madrid. Y más de medio millón de votos menos. Así que los damnificados, es decir, Podemos, afilan el hacha de guerra porque ahora toca repartirse puestos en el Gobierno y en la Administración central, en las empresas públicas. Y en el Parlamento. Pero ni es posible la venganza ni hay sitio para todos ni, lo que es peor, tampoco dinero. Los diez escaños de Sumar más los cinco de Izquierda Unida, son, prácticamente mayoría, en un grupo parlamentario fragmentado y en el que Podemos solo tiene cinco miembros, los mismos que el partido de Ada Colau. Yolanda Díaz hizo algo inteligente antes del fracaso en las elecciones. Obligó a los quince partidos a firmar una cláusula con el compromiso de que todos los diputados electos formen parte de "un único grupo parlamentario", lo que les impide pasar al Grupo Mixto o intentar constituir uno propio. Podemos recibe el 23 por ciento del dinero que ingrese Sumar. Y cada grupo parlamentario, recibe unos 350.000 euros al año, de subvención fija y 1.670 euros mensuales por cada diputado. Hagan cuentas. Y todo eso lo va a administrar Sumar y no Podemos, como hasta ahora. Así que no es solo la lucha por los puestos sino también por el dinero.
Lo mismo sucede o puede suceder con ERC y Junts. Para formar un grupo parlamentario propio se necesitan quince diputados (o cinco escaños y un 15 por ciento de los votos en todas las circunscripciones en que se presentaron o un 5% de los votos a nivel nacional, cosa que ninguno ha logrado) y ni siquiera llegan a esa cifra entre los dos, por lo que salvo que se junten, y no es que se lleven bien precisamente, y consigan reclutar a uno más, no tendrán grupo propio y tendrían que integrarse en el Grupo Mixto, lo que significa, como en el caso de Podemos, repartirse puestos en Comisiones, turnos en los Plenos, en las sesiones de control al Gobierno y el dinero. Y lo mismo cuenta para Bildu y para el PNV, que no van juntos ni al bar del Congreso. Todos los partidos, menos el PP, el PSOE y Bildu, han tenido peores resultados en las elecciones. Pero los perdedores tienen ahora mucho más poder. Son indispensables. Así que, además, de los pactos, la forma de Estado, los cargos, las prebendas, los referendos, la amnistía, el regreso del prófugo o la generosidad presupuestaria, hay otros intereses que si Sánchez logra formar Gobierno y avanzar en la legislatura, tendrá que "apañar". Apuesten a que si lo necesita, lo conseguirá. Sánchez es infiel a todo y a todos menos a sí mismo. Empieza el nuevo espectáculo. El Congreso va a ser el "más difícil todavía": una fábrica de hombres bala y de trapecistas sin red. Los que no sé si nos vamos a divertir somos los ciudadanos. El pan es para ellos y el circo para nosotros.