Mascaraque y su cordón con el pariente del Cid

J.Moreno
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El Ayuntamiento de Mascaraque ha creado una Concejalía de Cultura para fundir al artista del siglo XVIcon su localidad de nacimiento. Hay piezas suyas regadas por El Prado y por la provincia

Mascaraque y su cordón con el pariente del Cid - Foto: Museo del Prado

El épico nombre de Juan Correa de Vivar evoca enseguida un pasado remoto aunque la mayoría desconozca que este pintor del siglo XVIaromatiza la impresionante colección del Museo del Prado con 41 obras. Aterrizaron allí el grueso de las piezas en un viaje accidentado con salida desde los retablos del monasterio jerónimo de Guisando (El Tiemblo, Ávila) y del cisterciense de San Martín de Valdeiglesias (Madrid). Desmembradas estas composiciones, desfilaron por el Museo de la Trinidad, uno de los principales afluentes de la institución localizada en el paseo del Prado.

Más desconocido popularmente que su obra, resulta su lugar de nacimiento: Mascaraque. Este pequeño pueblo de los Montes de Toledo aspira ahora a fundir el municipio con la relevancia del pintor, uno de los paisanos ilustres que pretenden airear con la recién creada Concejalía de Cultura. Así lo compartieron la semana pasada con la presidenta de la Diputación, Concepción Cedillo, el alcalde, Enrique Óvilo, y el concejal del ramo, Diego Bravo.

«Ya en 1527 su nombre aparece ligado a Juan de Borgoña, su maestro, y a otros pintores toledanos con los que colabora a menudo, sobre todo en Toledo: Pedro de Cisneros y Francisco Comontes», explica el Museo del Prado en la semblanza sobre Juan Correa de Vivar, nacido en 1510 y fallecido en Toledo en 1566.

Con poco más de 20 años, brilla ya su talento en los retablos del convento de las clarisas de Griñón (Madrid). Su prestigio lozanea inmediatamente con un pequeño retablo para la iglesia parroquial de Mora o en el Retablo de la Natividad para el monasterio de Guisando (El Tiemblo, Ávila).

La colaboración con Juan Bautista Valdivieso, entre 1532 y 1540, fructifica con los escenarios para los autos de la fiesta del Corpus de Toledo. La personalidad de Juan Correa de Vivar cristaliza y se sacude las influencias de Juan de Borgoña para abrazar las novedades artísticas contemporáneas. Resulta evidente a finales de la década de 1530 en obras como el retablo para la iglesia de Meco (Madrid), con pinceladas de incorporación al manierismo.

«Su evolución posterior pasa por la asimilación en su obra de formas renacentistas del círculo de Rafael, pero también por la influencia de Leonardo y sus discípulos en su sensibilidad y sus modelos, influencia muy posiblemente recibida del foco valenciano», explica el Museo del Prado.

Posteriomente, prosigue con sus obras en la ciudad de Toledo y otras ciudades, como el conjunto de Santa María la Real de Valdeiglesias (Pelayos de la Presa, Madrid), el de Santiago del Arrabal y el de la iglesia de San Nicolás (ambos en Toledo) o el retablo de Herrera del Duque (Badajoz).

«Por su testamento y por la almoneda de sus bienes se sabe que no estuvo casado, que fue un hombre piadoso, puesto que deja 'heredera a su alma'; que gozó de buena posición económica y que fue apreciado por los artistas y la sociedad toledana de su época. Ello se debió a su buen hacer artístico y sin duda a su apellido 'Vivar', que se consideraba como una rama descendiente del Cid», detalla el Diccionario Biográfico Español, esa magna obra de la Real Academia de la Historia para refrescar las personalidades fundamentales de España.

Correa de Vivar pintó en 1552 la Virgen del Pozo para la Catedral de Toledo, pieza guardada ahora en el Colegio Infantes de Toledo, donde se aprecia influencia de Parmigianino. Además, crea dos importantes en la provincia de Guadalajara: un retablo en la iglesia de Almonacid de Zurita (1554), actualmente en las Oblatas de Oropesa, y el desaparecido de la iglesia de Mondéjar (1555-1560). Precisamente, la Diputación financió y guio en 2022 la restauración del retablo de la Virgen María en Oropesa.

El artista de Mascaraque firmó también el retablo de la iglesia de Maqueda, del que se conservan sólo dos tablas. «En la Adoración de los Pastores, del monasterio de Guadalupe, hace un alarde de conocimientos arqueológicos en algunas ruinas decorativas, pero, sobre todo en el Calvario de la capilla de Santa Catalina, en la iglesia del Salvador de Toledo se muestra Correa como un extraordinario retratista de sus comitentes Bernardino de Alcaraz y Juan Álvarez de Toledo», opina Isabel Mateo en la semblanza del Diccionario Biográfico.

El retablo de la iglesia de Almorox dedicado a San Nicolás y el del coro del monasterio de las jerónimas de San Pablo de Toledo forman parte también de su conjunto artístico. «Correa pinta muchas más obras fuera y dentro de Toledo y trabaja con los más prestigiosos escultores y arquitectos de su época: Vázquez, Pardo, Tovar y Covarrubias, contando entre sus comitentes a los cardenales toledanos, Fonseca y Tavera, amén de la nobleza y alta burguesía de la diócesis», remata Mateo sobre el pintor del que presume Mascaraque.