«Las expansiones fuera del Casco generaron caos urbanístico»

Á. de la Paz
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El profesor de Geografía Humana en la Universitat de les Illes Balears e investigador sobre el urbanismo en Toledo y el conjunto de Castilla-La Mancha aborda los principales retos que afronta la configuración espacial de la capital regional

Luis Alfonso Escudero es profesor de Geografía Humana en la Universitat de les Illes Balears. - Foto: La Tribuna

Se debate sobre el futuro POM para Toledo. ¿Qué debe incluir?

Según está la situación política y el urbanismo en España creo que no saldrá. El POM se anuló en 2008 y hubo un intento de reiniciarlo por el anterior equipo de Gobierno municipal que fue retrasado hasta pocos meses antes de las elecciones. Sacaban una síntesis de aquel proyecto: preveía miles de viviendas, aunque cortaban muchas actuaciones, pero lo presentaron sabiendo que no había tiempo material. Ahora ha entrado un nuevo Gobierno y toca empezar de cero o coger el de 2008. Sinceramente, no creo que salga adelante.

Lo que debería incluir es un modelo de ciudad, que es algo que no ha tenido ninguno. Es decir, pensar qué ciudad se quiere para Toledo y, a partir de ahí, ordenarla. Pero en una ciudad que funciona con un Plan General de Ordenación Urbanística de los años ochenta con treinta y tantas modificaciones soy poco optimista. 

¿Qué proyectos se han acometido en Toledo en los últimos años que han resultado especialmente perjudiciales?

Por una parte, la vida de la ciudad tiene una actividad muy interesante y Toledo disfruta de una calidad de vida alta. Por otra, el fallo principal de su urbanismo caótico es cómo se han permitido las expansiones fuera del Casco. Han sido a ritmos diferentes y a través de los espacios sin ocupar entre barrios, donde se ha dejado actuar libremente a la iniciativa privada, a veces, incluso, con ocupaciones ilegales como en el barrio de Santa Bárbara que después se legalizan. Es un cúmulo de fallos. La situación tan caótica del urbanismo de Toledo no es el resultado solo de un error, es básicamente llevar treinta y tantos años haciendo las cosas realmente mal.

El anteproyecto del nuevo cuartel de la Guardia Civil desecha la Peraleda por ser zona inundable y para proteger el cono visual.

Tan inundable es ahora como cuando salió la propuesta hace dos o tres años. El desarrollo de un nuevo cuartel es muy necesario porque el antiguo, en Palomarejos, está desfasado y obsoleto. 

Por otra parte, el cono visual de Toledo siempre ha estado en riesgo. El paisaje cultural lo es con respecto al Casco y las dos vegas, la Baja y la Alta, que son espacios que afortunadamente se han librado del urbanismo: la Vega Baja por la Fábrica de Armas y la Vega Alta porque no ha resultado de especial interés. Toledo ha crecido hacia el norte y el noroeste, hacia Madrid y Ávila, y ahí han permanecido estos espacios que forman una zona libre muy extensa.

La panorámica estará continuamente amenazada por dos circunstancias: se conserva gracias a que se ha librado del proceso urbanístico, pero al mismo tiempo sigue existiendo un espacio que se puede urbanizar y sobre el que se puede actuar.

Se alude a la dispersión de la ciudad, a su falta de cohesión. ¿Hay forma de compactarla?

Me remito a la pregunta de qué modelo de ciudad se busca. ¿Se quiere un modelo de mantenimiento y sostenibilidad, con una población similar a la actual, un crecimiento limitado de viviendas, mantener los privilegios del centro histórico y regular el turismo? Este modelo habría que articularlo a través de centros sociales, áreas de paseo y servicios para que el espacio resultase menos zonificado. En cualquier caso, resultará difícil porque la ciudad está muy dispersa. ¿Cómo se integran El Pinedo o Azucaica en el resto de la ciudad?

La otra opción es apostar por un modelo de desarrollo. Obviamente, tiene que ser un desarrollo controlado, otra alternativa es ahora impensable. Ahí está la teoría urbanística que dice, aunque yo no sea partidario, que hay que rellenar los espacios intersticiales. Partamos de la raíz del problema: va a ser complicado porque la separación es enorme. La distancia entre Vistahermosa y Valparaíso hasta el final del Polígono es de casi diez kilómetros para una ciudad de 100.000 habitantes.

Toledo es una ciudad media que crece y envejece mejor que otras. ¿Qué factores explican su atractivo?

Al hablar del urbanismo es evidente que tenemos que ser críticos. Y cuando nos referimos al turismo también tiendo a serlo. Pero eso no quita que Toledo sea una ciudad media realmente excepcional, sobre todo si se la compara con las ciudades medias de la parte norte de España, las de Castilla y León, que están todas en decrecimiento. Entre padrón y padrón, Toledo como municipio central crece. Y si cogemos el área urbana de Toledo, con Bargas, Olías o Cobisa, siempre crece. 

Un aspecto fundamental es el desarrollo económico por el turismo que, aunque tiene unos impactos, genera crecimiento. Otro, es que Toledo es capital autonómica. Y todas las ciudades en esa posición han conocido el desarrollo, como Santiago en Galicia o Mérida en Extremadura. Ser capital autonómica significa disponer de una serie de servicios públicos muy importantes y un montón de funcionarios y trabajadores indirectos de la Junta. La educación también ha aportado, con más colegios e institutos por el crecimiento demográfico, además de la universidad. Concurren una serie de circunstancias a las que estamos tan acostumbrados que no las valoramos: hay una Academia de Infantería, la ciudad tiene un papel religioso muy relevante y la sanidad, con todos sus peros, cuenta con un hospital nuevo y el Hospital Nacional de Parapléjicos. Y aunque no sea una ciudad industrial, tiene un polígono. Se van sumando un montón de actividades.

Además, hay factores externos como la cercanía con Madrid. Si se unen todos, resulta una ciudad de unos 100.000 habitantes que disfruta de un dinamismo que, y tenemos el otro ejemplo cerca, a unos 80 kilómetros, no tiene Talavera.

Si Toledo tuviera que crecer, ¿en qué zonas podría hacerlo y cuáles serían las más adecuadas?

Cuánto se quiere crecer, eso es lo primero que habría que plantear: preguntarse si se quiere crecer estableciendo objetivos muy altos como se ha hecho hasta ahora. En los años sesenta se preveía el Toledo de los 300.000 habitantes, el POM apuntaba a los 150.000 y en la síntesis actual eran 120.000. Respecto al crecimiento habría que pensar si limitarlo o no. Si se ponen límites, se deberían aprovechar tanto los espacios libres como los barrios envejecidos del Casco, Santa Teresa o los Bloques, que son los primeros que crecieron, cuya población envejece y donde se empiezan a vaciar pisos. Estos inmuebles se pueden renovar. 

Si tiene que crecer, el Polígono tiene margen de crecimiento, también en la zona de contacto con Santa Bárbara. Un resultado de ser una ciudad tan dispersa es que las posibilidades de crecimiento son infinitas y por eso el POM incluía 30.000 viviendas. Pero las preguntas son cuánto queremos crecer y si queremos hacer más grande la ciudad central o seguir permitiendo el desarrollo de Cobisa, Argés o Bargas. Son labores políticas, pero se retrasan una y otra vez.

El Casco Histórico es el espacio más singular de la ciudad.

El caso de los centros históricos es de sobra conocido. En el de Toledo hay una población permanente desde hace dos décadas que está, más o menos, sobre los 10.500 habitantes. La base de los que siguen viviendo está formada por funcionariado, universitarios o personal de la Junta, a quienes les resulta más cómodo permanecer porque tienen el trabajo cerca. También hay otras personas a las que les resulta atractivo el Casco.

Lo que ocurre es que la amenaza del turismo es cada vez mayor y que si alcanza un punto de saturación, los residentes van a acabar expulsados. Si cada vez hay más viviendas de alquiler turístico y hoteles, y menos comercios, llegará un punto de inflexión y la gente se irá como se marchó en su momento, cuando el Casco estaba sobrehabitado y se levantaron los nuevos barrios con más pisos y más servicios.

El Centro Histórico tiene un Plan Especial, el de Joan Busquets, que es muy bueno. Desgraciadamente, se ha quedado obsoleto porque cuando se elaboró no existían Airbnb, ni los guías gratuitos ni todos estos fenómenos relacionados con el turismo. Habría que hacer otro plan nuevo, si puede ser igual de bueno, contando con el factor turístico.

¿Se puede encauzar el turismo?

Al Ayuntamiento no le queda más remedio que regularlo a través del urbanismo porque no tiene la competencia de turismo. La Junta, que cuenta con ella, enfrenta la complicación de regular en una región que necesita turismo. ¿Cómo se regula para controlarlo si muchos destinos, incluso Cuenca, tienen margen de crecimiento? Se antoja complicado. El Ayuntamiento lo puede hacer con el urbanismo, con el POM o el Plan Especial del Casco Histórico para negar el uso turístico. Se pueden calificar los suelos para usos que lo impidan y eviten, por ejemplo, que se construyan nuevos hoteles. Se han regulado las viviendas de uso turístico, pero, sinceramente, no noto esa regulación. Lo que se ha hecho es permitir el statu quo: hay miles de viviendas de uso turístico y ahora es más complicado abrir otras nuevas, pero ya están todas las anteriores. Si se quiere regular desde el municipio, tiene que ser con urbanismo y desde ya.

También fundamental, y algo que no tiene Toledo, sería la creación de un observatorio turístico para contar con datos reales, científicos y académicos que incluyan desde el número de visitantes o excursionistas hasta el beneficio económico. Quiénes son, en qué se gastan el dinero o en qué grado se benefician las franquicias, los hoteles, las viviendas turísticas o los guías. La estimación de pernoctaciones no deja de ser una encuesta y el volumen de algo más de tres millones de visitantes al año es un dato que no conocemos con certeza. No es una situación exclusiva de Toledo; también ocurre en Santiago, Granada, Córdoba, Sevilla y aún más en las ciudades mayores. Es un asunto a resolver porque la ciudad es atractiva: vienen cientos de miles, millones de visitantes a lo largo del año y el turismo está en pleno espacio público. Pero algunas cosas muy sencillas sí se pueden hacer; por ejemplo, regular el número de guías turísticos.

El Tajo parece una fuente permanente de dificultades.

Es otra complicación, pero también en este caso se puede aportar poco desde el punto de vista municipal. La alternativa pasa, de nuevo, por el urbanismo. Se ha mejorado el paseo por las riberas con la senda ecológica. Sin embargo, lo referido al agua recae en la Confederación Hidrográfica del Tajo y deriva en una cuestión estatal porque el río atraviesa varias comunidades autónomas. En Toledo se está reivindicando esa limpieza y un mejor aprovechamiento, pero al final es un asunto que sobrepasa a la ciudad. Se debate sobre el trasvase y la calidad del agua, pero al mismo tiempo hay cada vez menos precipitaciones y sigue aumentando la necesidad de recursos hídricos, lo que dificulta una solución. Se puede invertir en la depuración del agua, que puede ser mejor de lo que es ahora. También los trasvases se pueden regular mejor que ahora.

El proyecto de un hotel en La Cava ha generado un cierto consenso de rechazo.

La anterior propuesta para la construcción de otro hotel [se refiere al hotel cigarral El Bosque] ya originó una gran cuestión mediática. Finalmente, disimularon un poco su construcción con los pórticos de color terroso que si se miran desde lejos no se sabe que forman parte de un hotel. Con la idea de levantar otro en La Cava ocurre más de lo mismo. Y tampoco se puede obviar lo que va detrás. Poner un hotel ahí afectará a las personas que viven en la zona, el puente de San Martín tendrá más tráfico y también los accesos al Casco por la rotonda [del Cardenal] o Recaredo.

Creo que hay una conciencia ciudadana de que el turismo está bien, pero se están rebasando ciertos límites. Y en este caso sí es el Ayuntamiento el que tiene la última palabra: el Plan General de Ordenación Urbana de los años ochenta se puede modificar. Supone tomar una decisión: redactar un Plan Especial e impedir que el hotel se haga ahí. Según los precedentes anteriores en la ciudad, es verdad que cuando surge una respuesta ciudadana se suele parar. Y creo que se parará porque parece un deseo unánime. 

Lo que veo más complicado es que se paren los macrohoteles del Casco, aunque al final no vayan a ser tan grandes. Si en último término siguen adelante, se intentará, al menos, respetar unos mínimos sobre el impacto medioambiental y visual. Eso sí que no lo dudo.

La Vega Baja sigue a la espera.

He pensado sobre este tema muchas veces porque son años y años con esa situación. Basta pasear por allí: cuando se ve que el entorno empeora, de repente lo adecentan un poco, pero sin dar esa solución. Cualquier plan definitivo para la Vega Baja tiene, además, que ser aprobado por varias instituciones, el municipio, el Consorcio, la Diputación, la Junta e incluso por el Gobierno central. Algunos de estos planes han ido aprobándose, algunos contaban con ideas brillantes, pero realmente no sé qué ha podido pasar en este lugar.

La única explicación que le veo es de tipo económico: reconvertir, reformar esta área es una inversión que nadie está dispuesto a hacer en ningún sentido, ni para acabar con la prospección arqueológica que la exploración vía escáner da pie a abrir ni para hacer un centro cívico social, un parque o incluso ver en qué áreas se podría construir. No encuentro otra lógica que la de que se trata de una inversión económica elevada que no hay presupuesto que asuma.

¿La Peraleda debe formar parte del conjunto de Vega Baja?

No sé si incluirlo en la zona, no lo tengo claro. Habría que analizarlo porque se trata de un área abandonada en la ciudad, una zona frágil e inundable del río que también ha permanecido libre de cualquier uso porque los que se le han dado han sido muy circunstanciales. Se ha convertido en espacio de exposición y ferias, aunque como emplazamiento de último refugio y descuidado: como hay un descampado, se puede utilizar.

Es una zona golosa para urbanizar, pero que no se ha utilizado para este fin porque Toledo ha crecido por Buenavista y la zona de Tres Culturas, pero no en esa dirección. Dado que ha permanecido, creo que sí se debe conservar. Además, hay algún aprovechamiento interesante, como el de la Universidad. Pero si ya la Vega Baja, que está más cerca y hay evidencias arqueológicas, se encuentra en una situación de impasse, La Peraleda estaría en un doble impasse.

La Sagra se atasca por el fuerte aumento de población y el desarrollo de grandes proyectos industriales. 

A diferencia del Henares, que se dispone como un corredor con el valle y la autovía, la comarca de La Sagra forma una unión con el área urbana de Madrid.  La explosión demográfica ha sido brutal, aunque en su momento se podría haber impedido el crecimiento de Seseña. La comarca es un referente logístico y de almacenaje de la mano del Madrid industrial y en la que uso agrario está más que perdido. Hay iniciativas que necesitan muchos metros cuadrados y encuentran terreno de sobra en La Sagra, que se ha consolidado como un espacio de conexión con el área urbana de Madrid y lo aprovecha como ventaja económica a través de los proyectos de logística. Al mismo tiempo, toca intentar activar todo el complejo alrededor de Airbus, que es clave.

Ha criticado que los Proyectos de Singular Interés (PSI) supongan «construir cualquier cosa en cualquier lugar» en la región.

Critico aquellas propuestas que veo más complicadas, como la de instalar Meta en Talavera. La ciudad necesita una activación y el PSI busca en esta dirección. Pero en este proyecto se apoya a una empresa concreta que está en crisis. Todas las del sector lo están por un exceso de trabajadores que con el desarrollo de las inteligencias artificiales les sobran. ¿Hasta qué punto necesitan abrir un centro de trabajo? Lo más probable es que precisen un centro de depósito de servidores para instalar unas máquinas que se autorregulan y un par de personas que trabajan. Incluso, si se tratara de trabajadores de ingeniería, que lo dudo, ¿vivirían en Talavera? La tendencia de este tipo de personal cualificado es residir en las grandes ciudades. Y Madrid está al lado. No sé hasta qué punto esa apuesta pública puede ser válida. Esa es mi crítica a los PSI: la Junta deja a Meta construir donde, como y cuando quiera. No creo que brindar tal opción a tal empresa sea acertada por la situación actual que atraviesa.

Es, además, lo contrario de lo que ocurre en La Sagra. El crecimiento de esta comarca, el desborde natural de Madrid hacia el sur, es eminentemente privado y a partir de esa aportación se apoya con la creación de polígonos. Pero Meta es otra cosa distinta: no es una logística que se necesite. Desde luego, Talavera requiere una estrategia de recuperación, pero no sé hasta qué punto esta es la acertada.

¿Cómo se pueden aliviar los problemas de movilidad de La Sagra?

Las calles principales de estos municipios se han convertido en vías urbanas. Se han extendido a partir de los corredores bien de la calle principal bien de la autovía. Por tanto, se han convertido en calles más largas. En Illescas, por ejemplo, las urbanizaciones han crecido hacia el norte y el sur, y se han unido al siguiente municipio y al anterior; ahora todo es un continuo. Eso es como circular por Buenavista o por la avenida de Europa: parar, semáforo, vivienda, cruce y comercio. Se ha transformado en una gran zona residencial. 

Con respecto al tráfico pesado, sí que hay una solución que, de algún modo, se aplica y es intentar que la autopista AP-41 tenga un uso más amplio rebajando precios y abriendo horarios. Pero mientras tenga un coste y funcione la autovía gratis, no resultará rentable para muchas empresas que se han instalado en la zona por los bajos precios y no para pagar por la autopista.  De todas maneras, nos encontramos ante una situación normal que simplemente supone trasladar hacia el sur lo que pasa en Fuenlabrada o en Parla. Y hay poco remedio para eso.

En la provincia, los municipios que crecen están junto a las principales autovías. ¿Disponer de una buena comunicación es el principal factor para fijar población?

En el ámbito de la comunicación se ha invertido tanto por la Junta como por el Estado y se ha mejorado muchísimo. Es vital porque en muchos de los crecimientos que se han vivido en algunas de las comarcas más dinamizadas, no solamente La Sagra, también Ocaña o Torrijos, la comunicación ha sido clave. A partir de este éxito, hay cosas que se demandan. Talavera necesita un AVE porque este servicio ha demostrado que puede ser un factor de dinamización. Lo que ocurre es que el AVE de Talavera es el que va a Portugal, pero en Portugal parecen preferir otro trazado. La apertura de autovías a las zonas más deprimidas de la provincia, hacia las comarcas de La Jara o Los Montes, mejoraría las conexiones, pero con un coste enorme de accesibilidad que en esos espacios no tiene mucho sentido. Una mejora de las infraestructuras que me gustaría son los trenes de mercancías. Lo tiene el corredor del Henares, pero no La Sagra porque se ha apostado por un AVE de pasajeros.