Ana Nodal de Arce

Me la juego

Ana Nodal de Arce


Nuestro querido Gaitán

25/01/2024

Conocí a Fernando Fernández Gaitán cuando era concejal de Deportes en el Ayuntamiento que gobernaba José Manuel Molina, alcalde del PP. Nunca fue un político al uso, sino un deportista que hizo sus pinitos en el municipalismo, sin otra ambición que servir a sus vecinos. Han pasado décadas, ha recorrido miles de kilómetros, ha dejado constancia de su capacidad como atleta, pero, ante todo, se ha convertido en un emblema para quienes le conocen. Y no sólo por su sobrada calidad como deportista, sino porque, ante todo, es un hombre bueno. Qué honor que sea toledano.
Hace años, con Tolón como alcaldesa, del PSOE, este corredor de fondo, paciente y carismático, fue reconocido como Hijo Predilecto de la ciudad. No hubo título más merecido. Tanto como esos treinta campeonatos de España que le llevaron a lo más alto del podio, además de otras cientos de carreras, en las que demostró que el esfuerzo tiene premio. La pista de atletismo de la Escuela de Gimnasia ya lleva su nombre. Otro honor para los toledanos.
Precisamente en una semana en la que la ciudad, con motivo de la celebración de la festividad de su patrón, Sal Ildefonso, ha entregado sus reconocimientos a personas que han destacado por diversos motivos en su trayectoria humana y profesional, no hay mejor espejo donde mirarse que el que refleja la trayectoria de nuestro querido Gaitán. Él, con su humildad, con su cercanía, constituye un ejemplo extraordinario en un mundo que sucumbe ante el brillo, la soberbia y la permanente altanería.
Gaitán representa los valores que hemos de reivindicar en estos tiempos convulsos, en los que la unanimidad y el consenso son excepcionales, en los que es más fácil rendirse a una ideología que luchar por unos principios. Toledo ha desplegado su imaginaria alfombra roja este 23 de enero para dignificar a los suyos y, este jueves, lucirá sus mejores galas para demostrar su potencial turístico en Fitur.
En medio, quedamos nosotros, los que nacimos o vivimos en esta ciudad, los que la amamos y anhelamos que recobre ese potencial dormido. En una ciudad de intrincada configuración, hay que recuperar una identidad común, el orgullo de sus gentes, que, como Gaitán, son ejemplo de esa sincera austeridad castellana. Y es que los toledanos no somos de excesos, sino contenidos y discretos. Críticos con aquello que nos incomoda, pero también apasionados en la defensa de esa «peñascosa pesadumbre» a la que aludió Cervantes al referirse a Toledo. Que nadie nos la toque. Somos pausados, como ese trote comedido pero intenso que nos ha marcado durante toda su vida nuestro querido Gaitán.  
Tenemos por delante un manojo de oportunidades para que Toledo no sólo sea una de las ciudades más apreciadas del mundo por su belleza y su riqueza patrimonial, sino que se convierta en una urbe en la que vivir constituya un privilegio. Ahora, como Fernández Gaitán, hemos de alcanzar la meta con la seguridad de que llegaremos a lo más alto. Hay que aspirar a batir récords, como aquellos que se deslizan sobre esa pista azul que ahora lleva el nombre de uno de los nuestros, eterno, bajo la mirada del Casco Histórico, ese tesoro que debemos mimar. Orgullo de Toledo.