Firmeza del novillero Jorge Molina en la final de Las Ventas

EFE
-

El de Torrijos mostró naturalidad y facilidad ante tres animales inciertos de Fermín Bohórquez. Fue, sin embargo, el conquense Alejandro Peñaranda el ganador del cuarto certamen de novilladas nocturnas de la plaza de Madrid

Firmeza del novillero Jorge Molina en la final de Las Ventas - Foto: Plaza 1

El diestro conquense Alejandro Peñaranda se proclamó en la noche del jueves vencedor del cuarto certamen de novilladas nocturnas de Las Ventas, gracias a la mayoría de votos de un jurado que valoró más sus contados méritos que los muchos del toledano Jorge Molina ante un descastado y complejo encierro de Fermín Bohórquez.

De hecho, Molina tuvo que hacer un esfuerzo añadido y matar el segundo astado del lote de Christian Parejo, herido grave al entrar a matar a su primero, que fue precisamente el de mayores complicaciones y con el que, como en los dos anteriores, se empleó con idéntico y admirable valor sereno.

La naturalidad y la facilidad con que Molina afrontó esas dificultades, sin volver nunca la cara y con una segura firmeza, fue tanta que, quizá por eso mismo, debió pasar desapercibida a esa mayoría del jurado que premió finalmente a Peñarada, pese a que éste, también valiente y decidido, apenas pudo mostrar sus buenas intenciones, pero sin acabar de aprovechar al único utrero con posibilidades de la noche.

Con los tendidos más llenos de lo habitual en estas fechas, gracias a muchos grupos desplazados desde la Jornada Mundial de la Juventud celebrada en Lisboa, Alejandro Peñaranda le hizo a ese tercero, que también fue el de mejores hechuras, una faena intermitente, en la que no terminó de coger el pulso preciso que pedía su pausada pero enclasada embestida.

Sólo al final, con unos hondos y recreados ayudados por alto y por bajo logró el conquense levantar el nivel de un trasteo que malbarató además con sus repetidos fallos con los aceros, lo que ya no le sucedió con el quinto, que nunca humilló pero con el que se desenvolvió con buen oficio en un muleteo más estimable que brillante.

Chocó mucho, por tanto, que no se tuviera tanto en cuenta por el jurado, que no por los escasos aficionados solventes que ya quedan en Las Ventas, el conjunto de la actuación de Molina, que para empezar tuvo que luchar con unas molestas rachas de viento y con el peligro que desarrolló el primero por el pitón izquierdo.

Aun así, asentadísimo en la arena, muy sincero en los cites y siempre dando el pecho a las complejas arrancadas, Molina impuso su verdad, a costa de dos duras y feas volteretas de las que salió sin heridas pero con una fuerte paliza por la forma en que le zarandeó el a esas alturas negado ejemplar de Bohórquez.

No hubo fuerza en la petición de oreja, como tampoco suficiente reconocimiento del tendido para su labor con el cuarto, que embistió a secas oleadas por el derecho y «cazaba moscas» por el izquierdo, sin que Molina, paciente y visiblemente dolorido, diera un paso atrás, ni ante este ni ante la violencia defensiva del sexto, cuando hubo incluso quien llegó a recriminarle la sinceridad de sus cites, siempre enfocados por la vía de la pureza.

Aun así, la peor parte se la llevó Christian Parejo, que también se fajó con honestidad y firmeza con las rachas de viento y con un segundo que no paró de protestar y que le metió el pitón al mínimo descuido, justo cuando el gaditano perdió pie en la misma cara en el pinchazo previo a la estocada con que, aun herido de gravedad, acabó dejándoselo a las mulillas.