Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Que se pare el mundo

29/04/2024

Todos dudamos sobre lo divino y lo humano. Todos estamos hasta las gónadas de muchas cosas. ¿Eso nos legitima a coger el andamio y largarnos dejando a la tropa colgada de la brocha?
Detrás de un puesto hay responsabilidades, problemas, muchas veces elegir entre varias soluciones, todas malas. 
Claro que nos provoca que nos soben el lomo, nos mientan diciéndonos que somos mejores que Jokic, que el mundo gira alrededor nuestro, que sin nosotros el sol no sale.
Claro que al capitán de un barco en plena tormenta le gustaría tomarse cinco moscosos, volver, que la tormenta le presentare, rendida y en fina lluvia, su dimisión. 
Claro que a muchos les gustaría presentar renuncia irrevocable al cargo de cuidar familiares y volver el lunes con camas hechas, enfermedades curadas, facturas pagadas. 
Claro que a soldados, inmigrantes y, por no ser demasiado sensacionalista, curritos de a pie, les gustaría salirse de la trinchera, bajarse del cayuco, o simplemente decir al jefe que se toman cinco días para reflexionar sobre este proceloso e injusto mundo.
Seguramente cuando lea estas líneas el sainete ya estará concluido, nunca resuelto. Habrá quien en la ¿(in)decisión? verá tacticismo o humanidad, grandeza o pequeñez, bonhomía o mezquindad, a Churchill o a Berlanga que bajando del cielo, "La decisión de Sophie" o "Agárralo como puedas".
Pero lo que es impepinable, tras la estampida de tirios, troyanos, especialistas en salud mental, fijos que viven discontinuamente del erario público, tertulianos, Puigdemontes recordando que "hay que salir llorado de casa" y que "como broma ha estado bien, pero que hay de lo mío", opositores más o menos melifluos y empanados, rufianes enamorados, paniaguados y afines que temen por su filete… es que tras cinco días los problemas son los mismos cinco días más viejos. Porque llegado un punto en el que la opinión no importa hay que elegir entre egoísmo y generosidad, vuelvas o te vayas de la mina. 
Y sobre todo, cuidado con los personalismos, nadie es adalid ni salva patrias de nada, nadie es más que todos. Resuelta la quiniela del "1,X,2", debe seguir habiendo apuestas y partidos varios.
Soy muy fan de Auden, pero no flipemos. Lo importante es que la rueda (no la puerta) gire sin deslegitimar a políticos, jueces, personas porque no sufren, se enamoran y, primordialmente, no piensan como tú. 
Vayan sus versos, curiosamente de 1936, para cualquier persona desnuda que, en su engañosa intimidad, deja por un instante de ser político, padre, trabajador… 
Detengan todos los relojes, corten el teléfono
Impidan al perro ladrar con un suculento hueso,
(…)
Él/ella fue mi Norte, mi Sur, mi Oriente y Occidente,
Mi semana laboral y mi descanso dominical,
(…)
Pensé que el amor duraría por siempre: Me equivoqué.
Ahora no se desean las estrellas: apáguenlas todas;
Empaquen la luna y desmantelen el sol;
Vacíen el océano y barran el bosque.
Pues nada ahora puede siquiera llegar a algo bueno.

Además, no dramaticemos, lo bueno del Político respecto del político es que siempre podrá dejarlo, ¿verdad…?