«No quiero aproximarme al mito profesional, soy un currante»

Á. de la Paz
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El toledano Teatro de Rojas acoge hoy y mañana dos representaciones de 'Señora de rojo sobre fondo gris', la adaptación de la novela de Miguel Delibes con que el inagotable José Sacristán (Chinchón, 1937) lleva dando la vuelta a España desde 2018

«No quiero aproximarme al mito profesional, soy un currante» - Foto: Pablo Sarompas

Señora de rojo sobre fondo gris lo tiene de gira desde 2018. ¿Qué tiene de especial esta adaptación?

Es la historia del propio Miguel Delibes que se protege con un personaje de ficción que se llama Nicolás y es un pintor. Pero todos sabemos que la historia cuenta la peripecia de la enfermedad y muerte de Ángeles de Castro, su mujer. Por un lado narra el dolor de la desaparición; por otro, y me atrevo a decir que por encima, queda esta cosa de que mientras somos amados no desaparecemos. Hay un canto a la memoria esperanzada del amor: eso es, fundamentalmente, Señora de rojo sobre fondo gris.

La obra se ambienta en la Transición. También de aquella época es Asignatura pendiente, dirigida por José Luis Garci y con Fiorella Faltoyano.

Pero no tiene absolutamente nada que ver. Allí no se moría nadie. Aquella película sí tenía una cosa coyuntural, clara y abierta, que tenía que ver con las circunstancias históricas en las que vivían los personajes. Aquí lo coyuntural, lo histórico, es un telón de fondo. Aquí la base fundamental es la enfermedad y la muerte de la persona que amas. Está en las antípodas incluso el personaje: aquel abogado laboralista de Asignatura pendiente tampoco tiene nada que ver.

Hace un monólogo. La voz es uno de los atributos que mejor le definen.

Sé que tengo un buen aparato vocal, pero creo que también cuento con otras facultades. No me quejo de la voz, entre cosas porque empecé siendo cantante de zarzuela, tenor ligero. Imitaba a Antonio Molina, cantaba El macetero, El agua del avellano y A la sombra de un bambú. Y ahora pues tengo esta voz de hombre que no me va mal con ella.

Delibes fue profesor, escritor y hasta director de El Norte de Castilla. ¿Cuántas cosas ha sido José Sacristán?

Actor. También mecánico tornero durante algún tiempo, desde los 14 a los 20 años, porque había que ayudar a la economía familiar. Pero siempre con la mirada puesta en ser actor. Me hubiera gustado ser director de orquesta, pero no he llegado. Solo actor: bueno, actor y director. Y he escrito cosas, he emborrado algunas cuartillas, he dirigido tres películas y he hecho cosas de teatro. Pero, básicamente, soy un actor.

¿Son diferentes un actor de teatro y un actor de cine?

Es exactamente el mismo. Que se adecúa, lógicamente, por cuestiones técnicas o mecánicas, a uno u otro medio. Pero el actor y la persona son exactamente los mismos.

Parece que su figura genera consenso: se le tiende a considerar una leyenda viva y en activo de la interpretación española. ¿Cómo lleva tal honor?

No me siento así. Soy un currante de esto, un profesional que lleva muchos años y que afortunadamente ha contado y cuenta con el favor de la gente, lo que me permite elegir mi trabajo. Pero nada más lejos de mi idea de lo que es el ejercicio de esta profesión que aproximarme a nada que sea mitológico o nada que se le parezca al mito ni su puta madre. Soy un currante. Y, ojo: sé, celebro y agradezco que cuento con el favor de la gente suficiente como para poder elegir mis trabajos, que no es poco ni muchísimo menos. Y que conste que lo reconozco y lo agradezco.

¿Llegó a plantearse el dejar de actuar?

Nunca he dicho que fuera a parar. He dicho que ya tengo muchos años y que, lógicamente, lo normal es ir pensando en quedarse más tiempo en casa. Terminaré Señora de rojo sobre fondo gris este año en Buenos Aires. Estoy haciendo ahora una colaboración en una serie de televisión y en cine haré un papel en una película de Rodrigo Cortés. Y al año que viene ya tengo un proyecto nuevo en teatro sobre el que trabajar, un proyecto serio con Juan Mayorga.

¿Qué guarda de los escenarios toledanos?

Hace tiempo que no voy a Toledo. Hice allí Cristales rotos y Un Picasso. Y fui a recoger un premio que me dio el Teatro de Rojas.

¿Cómo respira el teatro en estas pequeñas capitales de provincia?

El teatro se ha democratizado. Antes, para ver teatro había que acudir a las grandes capitales y ahora hay teatro en todas partes. Llevo cinco años haciendo Señora de rojo sobre fondo gris, un monólogo donde un tío cuenta cómo se pone enferma su mujer y se muere. He hecho tres temporadas en Valencia, tres en Madrid, tres en Barcelona, tres en Bilbao. La gente responde. A todos nos gustaría que la respuesta fuese más generosa, pero yo sería un miserable si me quejase. Y como no soy un miserable no me quejo y le doy las gracias al público por el seguimiento que hace de mi trabajo.

Una obra de teatro necesita atención, no hay apenas efectos especiales y la narrativa es muchas veces lenta. ¿Se puede resistir en la era de los vídeos y el móvil?

Esto de los vídeos y los impactos tiene una inmediatez y una multiplicación por ni se sabe, pero el teatro va a permanecer porque es el show vivo. Y porque para ir al teatro hay que salir de casa e ir al teatro: y la gente lo hace. El teatro va a permanecer por los siglos de los siglos, que no quepa la menor duda.

Se acercan las elecciones. ¿Cómo las intuye?

Las veo mal. Veo el auge de la extrema derecha y, una vez más, el enfrentamiento de las izquierdas que es el mundo al que yo estoy más próximo emocional, moral y políticamente. Y, como siempre, andan ahí a la gresca y no me gusta una leche. Había un viejo en mi pueblo que decía: «lo primero es antes». Yo tengo otras cosas en que pensar.

Su pueblo, Chinchón, le tiene cariño.

Le han puesto mi nombre a un calle y estoy reproducido en una efigie mía de niño, sentado en delantera de gallinero. Ha sido muy generoso y muy bonito por parte de mi pueblo. Me han tenido tres días llorando de emoción.