"UGT podrá vivir sin subvenciones. Los derechos laborales, no"

Óscar del Hoyo (SPC)
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"UGT podrá vivir sin subvenciones. Los derechos laborales, no" - Foto: Valdivielso

Mira fíjamente a los ojos y no rehúye ninguna pregunta, aunque su asesor le insista en que el tiempo se ha terminado. José Álvarez, Pepe, lleva siete años como secretario general de UGT, tras sustituir al mítico Cándido Méndez, y buena parte de su vida ligada al movimiento sindical. Sin pelos en la lengua, denuncia que algunos empresarios practican la usura y no se arrepiente de haber llamado comemierdas a algunos políticos de Vox.  

¿Cómo conoció el movimiento sindical? ¿Cuáles fueron sus primeros pasos?
En realidad, mi primer contacto con el sindicato fue con el sindicato vertical. Estaba trabajando de camarero en Oviedo y cerró la cafetería. Me quedé sin trabajo, la cafetería se reconvirtió en un club nocturno y me fui al sindicato. Tuve la mala suerte de que el abogado que atendía era un íntimo amigo de la familia de los propietarios de la cafetería donde yo había estado trabajando. Después, mi vida sindical está relacionada con Barcelona, con la Maquinista Terrestre y Marítima. Yo entré a trabajar en marzo del año 75 y, a partir del 76, que hubo como una explosión de libertad, ya me afilié a la UGT. Estuve un tiempo trabajando con gente de la CNT, que venían de la época de la República, la gente mayor de la fábrica, y después refundamos la UGT.

¿Ha cambiado mucho la labor y la esencia de los sindicatos?
La esencia no. Si por esencia entendemos los principios, la razón de ser, tenemos los mismos principios que cuando se fundó. Ahora, el sindicato ha cambiado mucho. La primera vez que me despidieron en la Maquinista por participar en una protesta fui al sindicato, donde teníamos un abogado joven, el que podíamos pagar, y la verdad que me atendió tan mal que le tuve que sacar el Estatuto de los Trabajadores para iluminarle. Sin embargo, hoy vas al sindicato y, puede que no te guste lo que te digan, pero tienes una garantía de que vas a recibir un buen asesoramiento. Hoy, tenemos capacidad para responder y el peso que tiene el sindicato desde el punto de vista social es mucho mayor del que podía tener en aquellos momentos. En eso creo que, afortunadamente, hemos cambiado y hemos mejorado.

Una de las grandes apuestas de UGT es la de reducir la jornada laboral a 35 horas semanales para, en un futuro, llegar a las 32. ¿Cree que es factible llevarlo a cabo en esta legislatura? 
Nosotros llevamos un tiempo largo con un objetivo, que no vamos a cambiar, que son las 32 horas semanales o, lo que es lo mismo, los cuatro días de trabajo a la semana. Creemos que esa es la propuesta que facilita mejor la organización del trabajo y la vida de las personas. Tenemos que empezar a institucionalizar que el quinto día, en parte, se dedique a formación, porque la formación continua es una de las demandas. También sabemos que llegar a las 32 horas directamente va a ser un objetivo que, seguramente, no llegará en los próximos cuatro años. Teniendo en cuenta que la jornada media en España está en torno a las 37 horas y media semanales, algo menos, consideramos razonable dar este primer paso hasta las 35. Yo estoy seguro de que la frontera de las 40 horas la vamos a romper. No tengo ninguna duda. Tenemos que ir con la mente abierta y con cierto margen de flexibilidad para hacerlo de manera paulatina. 

Llevamos tiempo con un objetivo en mente que son las 32 horas semanales y no lo vamos a cambiar"

El SMI se encuentra fijado en los 1.080 euros, pero los sindicatos abogan por que se fije con el 60 por ciento del sueldo medio, que se situaría en torno a los 1.200 euros. ¿Es el objetivo prioritario?
 No hay instrumentos en España, esa estadística, que nos permita a ciencia cierta determinar cuál es el salario medio. Nosotros no vamos a cejar en el empeño de que se reconozca el salario medio real de nuestro país. A partir de ahí, habría que cambiar el Estatuto de los Trabajadores para que la subida del SMI sea rigurosa y se ajuste de acuerdo con el 60 por ciento. No parece tanto, pero 120 euros, en un salario de 1.080, es más del 10 por ciento. El SMI es la escoba que nos permite recoger a todos los trabajadores que se quedan en el camino. En el año 2016 el SMI afectaba en torno a 300.000 personas, hoy está por encima de los tres millones. Queda claro que es un instrumento de igualdad absolutamente brutal. 

La subida del Salario Mínimo, sí, pero ¿qué ocurre con todos esos trabajadores cuyo sueldo se sitúa ligeramente por encima?
Sobre ellos tienen que actuar los convenios colectivos. El problema que hay es que los convenios colectivos se organizan a partir de la presencia de las organizaciones sindicales, de la capacidad que se tenga para elegir delegados de representación… Los sindicatos tenemos una situación de fragilidad en algunos sectores, en algunas empresas, incluso de no presencia, con lo que para nosotros se hace muy difícil mejorar esos convenios. Seguramente que nosotros podamos hacer más, pero la gente tiene que dar un paso hacia adelante para mejorar. 

¿Por qué los salarios en España siguen siendo de los más bajos de la UE? 
Fundamentalmente porque venimos de una dictadura, porque se tardó en entrar en la UE, porque la formación profesional sigue siendo una labor pendiente… Todo esto ha hecho que seamos un país, de alguna manera, bipolar. Hay empresas con trabajadores muy formados en las que las condiciones son como las europeas. El problema es que nos quedan estos otros estratos que no hemos sido capaces de evolucionar. Ahí está el drama, porque algunos empresarios no quieren avanzar pagando más.

El SMI es la escoba que recoge a todos los trabajadores que se han quedado en el camino"

Las cifras de paro juvenil sonrojan. ¿Cuál es la fórmula para revertir este problema casi endémico? 
Hay una cuestión fundamental que es la formación. No tenemos jóvenes desempleados con una formación profesional alta. El nivel de paro juvenil nos impide mejorar el sistema productivo. Ni actuamos sobre la base, que serían los jóvenes, ni lo hacemos sobre la formación continua de los trabajadores. Aquí en este país se ha hecho mucho chiste, mucha broma con la formación. Nos hemos ido y nadie ha ocupado ese lugar. Creo que ese es uno de los mayores problemas para que los jóvenes encuentren trabajo. Si hablamos de licenciados recién salidos de las universidades, el Estado y las comunidades tienen que invertir, hay que becar la inserción de estos jóvenes, pero becarlas de verdad, cubriéndoles sus necesidades. No creando esclavos. 

La brecha salarial supera el 20 por ciento. ¿Cómo se puede reducir este desequilibrio?
El SMI es un instrumento que no vamos a dejar. Las mujeres han avanzado tres puntos en la brecha salarial como consecuencia de su subida. No es el único, pero las mujeres, y es algo que tenemos que trabajar, están en los escalafones más bajos. Hay que cambiarlo. La igualdad está garantizada con los convenios colectivos, pero cómo se produce la desigualdad, pues no dando puestos de responsabilidad a las mujeres. Si nos fijamos, por poner un ejemplo, en los servicios de limpieza casi siempre es un hombre el que dirige. Es curioso y lo digo haciendo autocrítica. Es una corriente en la que hay que profundizar, en la feminización de la sociedad. Los hombres feministas somos mejores con nosotros mismos y con la sociedad. 

La inflación sigue disparada. Hace escasos días, exigieron «transparencia» al Gobierno y a la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia (CNMC) para saber quiénes «se están forrando» con la subida de precios. ¿Tienen constancia de que este hecho se esté produciendo?
Sin ningún género de dudas. En el caso del precio del aceite no es normal que se multiplique. Que la compra en origen mejore, pero no en la proporción que ha subido el precio... Sólo por poner un ejemplo: todo el mundo ha ido viendo cómo cuando un jeque dice que igual sube el precio del petróleo, al día siguiente ya te lo han cobrado en la gasolinera. Mire usted, debe tener algo todavía en sus depósitos y, al contrario, cuando lo bajan es que lo tenía ya en sus depósitos. Nosotros creemos que hay que visualizar dónde se quedan los beneficios, quiénes son los que se están forrando con esta subida de precios. Quizás el Estado puede intervenir si eso se visualiza, imponiendo impuestos justamente a esos beneficios que llegan a ser usura en algunas ocasiones. 

Hay que becar la inserción laboral de los jóvenes sin crear esclavos"

El gasto en pensiones ha batido un nuevo récord. ¿Cree que el sistema público tiene garantizada su viabilidad si las subidas se ligan a lo que marque el IPC? 
Hay un acuerdo que garantiza la viabilidad. Ese es un discurso que hay que quitarnos de la cabeza. Con ese sistema, de aquí a 2050, la Seguridad Social va a subir en ingresos y cada tres años la AIReF nos hará una radiografía de cómo está el sistema. Nosotros tenemos la obligación de hacer propuestas si es que hay un eventual déficit. El Estado pone 21.000 millones de euros de los gastos que hace la Seguridad Social, que no proviene de las cotizaciones que hacemos, y con eso está garantizado.

El último dato conocido de los fijos discontinuos desvela que una de cada tres personas con este contrato no trabaja y cuatro de cada 10 inactivos no cobran el desempleo. ¿No se están maquillando las verdaderas cifras del paro? 
El sistema de contabilización es el mismo que existía. Si se maquilla ahora, se hacía antes. Lo que sí que queremos y es sano es ver cómo se contabiliza. Los fijos discontinuos es un modelo pensado para un país como España, que tiene una parte importante de trabajadores de temporada. Yo creo que es positivo y justo. El que está en contra es porque le gusta despedir y contratar. No quieren tener compromisos con la gente, aunque tenga un trabajo todos los años en una fecha determinada. 

También ha denunciado que en España se despide «barato». ¿Por qué no se cambiaron las condiciones en la reforma laboral? 
No se cambió porque no fue posible. La patronal no quiso y el Gobierno nos dijo que no lo iba a abordar, por lo que optamos por conseguir otros derechos. No vamos a renunciar a cambiar el sistema de despido, en el caso de los procedentes, de los despidos colectivos… Ahora toca.

La desigualdad se produce no dando puestos que requieren responsabilidad a las mujeres"

Antes de las elecciones generales, cuando el consejero de Industria y Empleo de Castilla y León, de Vox,  Mariano Veganzones, le llamó «comegambas» tras criticar el despido del 60 por ciento de su plantilla en la región al quedarse sin subvenciones, usted le respondió tildándole de «puto comemierdas». ¿Se arrepiente de aquellas declaraciones?
No, no, para nada. Yo soy una persona muy moderada, bastante transigente, la verdad es que pienso en la gente de mi sindicato… No me llaman comegambas a mí, sino a los casi 95.000 delegados que conforman UGT. ¿Qué se han creído? ¿Hasta dónde quieren llevar el enfrentamiento? Yo puedo callarme, pero no lo voy a hacer porque soy la cara más visible del sindicato y tengo la obligación de expresar lo que piensa la mayoría de nuestros afiliados. Estos comemierdas no nos representan. ¿A quién se le ocurre ir a un Parlamento a llamar comegambas a los sindicalistas? Hay cosas que no me caben en la cabeza. Lo que han hecho es de personas advenedizas, que no tienen ni puta idea de cómo funcionan las cosas. 

¿Es viable UGT sin subvenciones?
Creo honradamente que, si el sindicato no ha desaparecido con Franco, estos peleles qué se creen... El sindicato, sin las subvenciones de las administraciones públicas, va a poder sobrevivir. Los que no podrán hacerlo son los derechos de los trabajadores. Cada vez que nos quitan recursos, le están quitando derechos al trabajador. 
En la reunión que mantuvo con Feijóo antes de su investidura fallida dejó caer que la amnistía no estaba en la agenda del país. Ahora que le toca el turno a Sánchez, ¿cuál es la posición de su sindicato? 
Nosotros no vamos a entrar en el corto plazo en un debate que se le ha puesto una gran luz, pero que no se sabe dónde está enfocando. Hoy Cataluña está mucho mejor que estaba. El independentismo ha bajado de manera visible y ese es un camino por el que hay que seguir trabajando. Los indultos, que nosotros sí apoyamos, han sido extraordinariamente positivos. En España tenemos que hablar menos de Cataluña y en Cataluña se ha de hablar menos de su encaje en España, que ya está contemplado dentro de la Constitución. Creo que el presidente Sánchez debe seguir trabajando en ese camino, pero es que lo debería seguir haciendo aunque no necesite los votos de nadie.

¿Qué les diría a aquellos trabajadores, desencantados, que creen que los sindicatos se han acomodado? 
Que se acerquen al sindicato, porque no lo viven directamente. El sindicato puede mejorar y esta es una crítica que, cuando yo era joven, también  la hacía. Estoy convencido que cada día debemos mejorar. Pero, como muchos afirman, gracias a que estáis, porque si no, no sé qué sería de los derechos de los trabajadores.