Juan Ignacio de Mesa

Barrio de Santo Tomé

Juan Ignacio de Mesa


¡A las trincheras!

26/06/2023

Es increíble cómo ha aumentado la tensión por culpa de la convocatoria de elecciones generales. Aunque, teóricamente, la campaña debe empezar unos quince días antes de la jornada electoral, aquí se bombardea al ciudadano permanentemente. Y no puedes mantenerte al margen. Se te demoniza si no estás 'con ellos', sea cual sea el grupo. Como se te ocurra tener un cierto distanciamiento para opinar serás condenado. Y no valen medias tintas, 'o estás conmigo o estás contra mí' no caben matizaciones. Y si preguntas algo tan simple cómo 'y en vuestro programa que plan tenéis pensado desarrollar para resolver tal o cual problema', se pueden desatar las iras del infierno, y mucho más si manifiestas que tienes opinión al respecto. Automáticamente pasas a ser un facha, o un rojo, (que de todo me han calificado a lo largo de mi vida). Y si te callas, la descalificación es inmediata también, 'eres un equidistante'. En fin, menos mal que a finales de julio pasaremos el Rubicón y confío en que podamos tomarnos unas cervezas con unos y con otros. Mientras tanto, para los descalificadores, les aconsejo que se lean la Resolución del Parlamento Europeo de 19 de septiembre, sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa (2019/2819 (RSP). En su introducción se hace referencia a los principios universales de los derechos humanos y los principios fundamentales de la Unión Europea como una comunidad basada en valores comunes. Se recuerda lo que supuso el Pacto Molotov-Ribbentrop entre la Alemania Nazi y la Unión Soviética comunista, (fíjense el adjetivo que se incorpora a las dos naciones). A partir de aquí, en el texto se indica que la Segunda Guerra Mundial fue la más devastadora de la historia de Europa y se condena por igual a los regímenes nazis y comunistas.
Por mi edad, he convivido con falangistas y comunistas, y puedo aseverar que he conocido buenas y malas personas con esas ideologías y con otras. Lo que me lleva al convencimiento, de que, al igual que hace el Parlamento Europeo, se pueden y deben condenar las ideologías, por el uso que de las mismas se hizo, pero no es posible condenar a todas las personas que las profesen.