Narraciones de jesuitas en las Guerras de Flandes (I)

Antonio de la Cruz
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La Compañía de Jesús forma parte, por derecho propio, de un lugar destacado en la historia de la milicia europea llamémosla cristiana por estar al servicio del papado (poder religioso) y por ende de los Habsburgo (poder político)

Entre los roles de estos sacerdotes estuvo el de suministrar la doctrina cristiana. - Foto: Pilar Cembrero

Nos puede parecer impensable que la «guerra» forme parte de nuestro presente y que países cercanos se debatan a defender su territorio. En este contexto bélico, la historia tiene y deja su legado de actualidad en todas las otras luchas en suelos propios o cercanos, y lo hace a través de sus protagonistas, o los conocedores de los mismos. En este caso hacemos mención a las Guerras de Flandes, y para contextualizarla, un libro de un Jesuita, Famiano Strada, cuya obra y su significado queremos referir hoy, al estar entre las elegidas para formar parte del muestrario de literatura militar que forma parte del homenaje que hace el Museo del Ejército a través de una pequeña selección bibliográfica encabezada por el discurso de las 'Armas y las Letras' del genio cervantino.

La Compañía de Jesús forma parte, por derecho propio, de un lugar destacado en la historia de la milicia europea llamémosla cristiana por estar al servicio del papado (poder religioso) y por ende de los Habsburgo (poder político), contribuyendo en su caso a conformar una identidad católica a la soldadesca, mandos y gobernadores, amén de los reyes que buscaban una solución a las luchas intestinas político-religiosas que durante la época de la Monarquía Hispánica y del sacro Imperio Romano Germánico, asoló todo el continente europeo.

La solución es bélica (bélica de las armas y bélica de la fe) y se ampara en posicionamientos que el papado aporta: propone la excomunión, y la consideración de infiel a aquellos que se apartan de la fe católica; en la parte a enfrentar sustentará al soldado de una fe clara y ensalzada, que le convertirá en soldado cristiano, y para acompañarlo el capellán castrense, juntos son depositarios de la bellum iustum, o guerra santa, según la cual cada soldado es siervo de Dios en los actos de guerra, y en la manera en que ésta es ejercida. Se trata de hacer ver que los milites, sus mandos y mandatarios, son servidores de Dios y como tales moralmente ejercen.

El nuevo ejército surgido para defender los intereses de la Monarquía Hispánica, necesitó la integración de fedatarios castrenses entre sus filas que ejercieran la inmensa labor de sembrar fe y de paso valor, y valor moral, a los propios combatientes. La soldadesca y las propias poblaciones en territorios en constante conflicto estaban impresionados por un modo de guerra moderna donde el crimen, las atrocidades, el miedo o pánico se difundían a veces en la figura del propio soldado (rapiñador, violador, infausto -léase en el diccionario su sentido: «que trae desgracia y causa tristeza, dolor y sufrimiento moral»).

En este nuevo panorama moral se sitúan los jesuitas ante un vasto espectro de tareas pastorales dentro del ejército mismo. Será un cuerpo de sacerdotes anexo al tercio en el propio lugar de batalla lo cual significó un enorme mérito tanto en esfuerzo, como en sacrificio de vidas (pero esto significaba salvar tantas almas para la otra vida). Esto es lo que Strada explica y se puede conceptualizar como la missio castrensis.

Los roles de estos sacerdotes fueron entre otros: administrar sacramentos, oír confesiones, alentar a seguir luchando y atender heridos. Aparte de esto suministraron la doctrina cristiana (también a través de un catecismo a la hispana también impreso como nuestra obra en la ciudad de Amberes) que había que mantener viva sobre todo en hechos de piedad, de no abuso, de la seguridad y cuidado tanto de los bienes como de las personas en los territorios bajo su dominio, y de la seguridad propia: física, de aspecto y de espiritualidad. Si en caso sus vidas corrían peligro, salvar sus almas, y asegurar una confesión de trascendencia espiritual.

En cuanto a la obra amberina (cuya portada muestra la ilustración) decir que sigue una literatura histórico devocional muy bien recibida en la época y que regaló fama al autor. Es de destacar descripciones de milagros y narraciones sobrenaturales de intervenciones divinas a favor de los tercios católicos. Por ello se ganó Famiano Strada, autor de moda y por tanto con enemigos (entre ellos destacados antijesuitas) que le atribuyeron fama de exagerado apologeta como muestra un tratado de la época 'Infama Famiani' que da idea de la reputación negativa que narraciones de este tipo causaban a los detractores de los jesuitas.

Con la oportunidad de la irrupción en el panorama lector de la masiva digitalización de textos clásicos, el Museo del Ejército ha puesto a disposición de todos esta obra (en el Repositorio Digital de Defensa), dando la oportunidad de cobrar nueva vida, ante nuestros vivos ojos.