Ángel Villarino

RATAS DE DOS PATAS

Ángel Villarino


Pablo Escobar gentrificado

28/10/2023

A principios de los 90, en los años duros del narco, Medellín era la ciudad con el índice de criminalidad más alto del mundo. Ningún lugar del planeta ha vuelto a superar sus estadísticas, ni siquiera allí donde había declarada una guerra. La tasa de homicidios de la ciudad de Pablo Escobar era mayor que la de Bagdad o Kabul durante la ocupación americana.
Hoy Medellín es una de las ciudades más seguras de Colombia y de América Latina. El crimen sigue siendo superior al de cualquier capital europea, pero ni siquiera se asoma al elenco de las cien ciudades más peligrosas del mundo, el mismo que encabezó durante años y años. Los motivos son muchos y variados. 
El narco, que sigue trabajando en sus calles, ya no libra batallas a tiro limpio y plena luz del día. Sus adolescentes ya no ven la violencia como única salida posible. Y sus élites han entendido que es imperativo renunciar a una parte del pastel para dar una vida decente a un porcentaje de la población lo suficientemente grande como para no perder el control de las calles. 
Medellín está intentando convertirse en un centro tecnológico regional. Sobre los cimientos de una cárcel de mujeres, símbolo de su pesadilla urbana, se ha montado un descomunal centro de formación profesional donde los chavales de los barrios pobres reciben la formación que demandan las empresas tecnológicas. Google, Huawei, Samsung y otros gigantes acuden a invertir y dar trabajo a Medellín porque encuentran un entorno favorable y trabajadores que se contentan con salarios bajos. 
Tanto ha cambiado la ciudad paisa que sus periódicos y su clase media hablan ya más de gentrificación que de violencia. Se quejan de que los precios del alquiler suben, de que los nómadas digitales llegados de Europa, México, Brasil, Argentina y Estados Unidos, están descontrolando la inflación... El valle que aloja la ciudad no da para más y se están empezando a vender y alquilar los barrios de las laderas, favelas hoy convertidas en zonas de marcha y galerías de arte a las que se accede en teleféricos y trenes elevados que nutren el transporte público. 
En el renacimiento de Medellín hay algo de marketing, pero también una historia indudable de éxito. Una lección para tiempos oscuros. De todo se sale.