«Estoy harto de la leyenda negra. Y sobre todo de que eso esté asumido en colegios y universidades. Ni leyenda negra ni leyenda rosa. Hay que poner cada cosa en su sitio porque hacemos el memo y el idiota cuando miramos a la Historia con los ojos del presente». Así de contundente se mostró Antonio Pérez Henares en la presentación de su nueva novela, La Española, en la librería del Círculo de Bellas Artes de Madrid. Un libro que en apenas unos días ya se encuentra entre los más vendidos en el género de narrativa histórica. Un dato que no sorprende, porque Pérez Henares tiene una legión de seguidores que le han acompañado en sus distintos paseos por la Historia, desde la Prehistoria hasta la época de Alfonso VIII.
En esta ocasión, la parada donde el escritor y sus lectores tienen una nueva cita se sitúa en aquellos años en los que los españoles regresan por segunda vez a esa nueva tierra descubierta en 1492: América. «Esta novela se comenzó a fraguar en 1998, cuando Miguel de la Quadra Salcedo me anima a unirme a la Ruta Quetzal de ese año y me cita en Macuro, en el golfo de Paria, desembocadura del Orinoco, que es el primer lugar donde Cristóbal Colón pone pie en tierra firme en su llegada al continente», narra. «En España hay tres mosqueteros que han trasladado su geografía vivida a su literatura: Juan Eslava Galán, Arturo Pérez-Reverte y Antonio Pérez Henares», señaló en su día el también escritor Emilio Lara. Y eso vuelve a cumplirse en La Española porque, como remarca el autor, «es una novela muy vivida. He podido estar en la mayoría de los lugares que aparecen citados en el libro. Y eso al escribir se nota. Lo que he intentado es que la novela huela y suene a esas tierras».
Con una cubierta con la firma del pintor Augusto Ferrer Dalmau y de la mano de una nueva editorial, HarperCollins, Pérez Henares se adentra en La Española en algo que ha demostrado en libros anteriores, su interés por dotar de voz, emociones y sentimientos a grandes nombres de la Historia de España, pero también a aquellos que les acompañaron en sus hazañas. «Todos los entramados sentimentales y emocionales tienen mucho peso en la novela», detalla. «Los personajes de la novela existieron, aunque de algunos no conozcamos sus nombres, como es el caso de los taberneros o de algunos grumetes. Por eso me gusta imaginar cómo eran, por ejemplo, los ratos de Juan de la Cosa, Alonso de Ojeda o el propio Colón en la taberna», explica. «Me gusta que interactúen entre ellos, porque está claro que lo hicieron durante aquellos viajes», concluye.
Más allá de esas pequeñas historias que siempre trufan las novelas de Pérez Henares y se convierten en pequeñas narraciones dentro de la propia novela, el autor quería contar una hazaña «que cambió la Historia, es el acontecimiento más importante y relevante». «Cada vez que un barco atracaba en Sevilla, venía de cambiar el mundo. Y eso lo consiguió una pequeña nación, España, que construyó un Imperio gracias a su gente, gente bravía, valiente», subraya el autor que, pese a su hartazgo con aquello de la leyenda negra, no niega la parte negativa del descubrimiento: «En la historia de la conquista hay canallas y asesinos terribles, pero también gente buena, como ocurre en cualquier época de la Humanidad».
Los Colón, los Niños, los Pinzones, Ponce de León, Bartolomé de las Casas, Núñez de Balboa, Vespucio e incluso los perros Becerrillo y Leoncico… Son muchos los personajes que pasan por la narración de Pérez Henares que guarda un cariño especial hacia dos de ellos: Juan de la Cosa y Alonso de Ojeda. Al primero cree «que no se le ha hecho justicia» porque, según defiende, «resultó providencial» en los sucesos que ocurren en aquellos años. «El capitán de la Virgen», como llamaban a Alonso de Ojeda, «fue un grandísimo navegante, la gran leyenda de la época». «Y un hombre de honor», continua Pérez Henares, que explica lo que movía a aquellos hombres para adentrarse en «aquel paraíso que pronto se convirtió en infierno»: «Ampliar los territorios de la Corona, evangelizar las nuevas tierras porque Dios era la medida de todas las cosas, ganar fama y honor y, por supuesto, el oro».