Uno de cada cuatro toledanos será de la tercera edad en 2040

Á. de la Paz
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El progresivo envejecimiento de la estructura social de la ciudad se concreta en la presencia creciente de vecinos en edad de retiro laboral, un grupo de población con unas necesidades socioeconómicas diferentes a las de los jóvenes y adultos

El progresivo envejecimiento de la población también alcanza las zonas urbanas. - Foto: Yolanda Redondo

La ciudad de Toledo envejece. En los últimos doce años, la edad mediana de la población de la capital regional ha crecido en más de cinco años: en 2010 se situaba en 37,8 años, mientras que en 2022 asciende hasta los 43,4 años. Al mismo tiempo, se constata una mayor presencia de vecinos con edades tardías. La ratio de menores de 15 años sobre el total del censo de la ciudad decrece lentamente; sin embargo, el peso proporcional del colectivo de más de 65 años aumenta aprisa.

Algo más de un 18% de los residentes de Toledo se encuentran por encima de la edad de jubilación. En 2010, un 13,7% de los vecinos tenía 65 o más años. El aumento de población en esta cohorte perfila una nueva estructura social en la ciudad. A partir de 2040, uno de cada cuatro toledanos (24,6%) se encontrará dentro de la tercera edad. La progresión lineal a partir de los datos demográficos facilitados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) estima que ya en 2028 se superará el 20% de vecinos en el tiempo de retiro.

Tampoco Toledo, el núcleo de población más importante de la provincia, escapa de la dinámica generalizada de envejecimiento que recorre España. Aunque los espacios urbanos se han convertido en los emplazamientos con mayor capacidad de atracción de gente joven, familias recién creadas y perfiles profesionales, también se ven golpeados por el aumento paulatino de la edad de sus padrones. Tal es el caso de la capital regional, también señalada por la longevidad de sus habitantes y unos bajos datos de natalidad.

El último dato de esperanza de vida en la ciudad, correspondiente a 2020, establecía en 83,5 años la expectativa vital en Toledo. Se trata de una cifra similar a la de los años anteriores, pero muy superior a la que se registraba décadas atrás. Por su parte, la tasa bruta de natalidad refleja menos de ocho (7,9) nacimientos por cada millar de toledanos en 2020. Un decenio antes, este indicador se situaba en 11,3 alumbramientos sobre mil personas.

Pese al descenso de la natalidad, la población infantil en la ciudad no ha menguado en exceso. Buena parte del crecimiento de la población de Toledo, una ciudad que ha sumado unos 2.500 habitantes en los últimos doce años, se debe a la llegada de nuevos residentes. Los movimientos migratorios, tanto los de carácter interno (procedentes de otras zonas de la provincia, la región o el país) como exteriores, tienden a incorporar como vecinos a gentes de edad mediana y baja. Así, en 2010, el 16,1% de la población de la ciudad tenía menos de 15 años; en 2022, esta franja agrupa al 15,5% de los empadronados.

RETOS. Una ciudad con más personas mayores implica un planteamiento diferente. El tejido económico habrá de adaptarse a una realidad inexorable: las necesidades que tendrá la población de Toledo dentro de 20 años serán diferentes a las actuales. Una transformación similar requerirán los servicios que se prestan con cargo al erario.

Las administraciones encaran un escenario desconocido para el que se estima como inevitable una redistribución del gasto público: más personas mayores supone un esfuerzo extra en pensiones, sanidad o dependencia, partidas que pueden afectar a la inversión en educación, políticas de empleo o de promoción empresarial.

Asimismo, la existencia de una importante porción de población inactiva se trasladará, presumiblemente, a las cotizaciones y al sistema tributario. En cualquier caso, la respuesta a la presencia creciente de vecinos de la tercera edad también en los entornos urbanos se antoja menos compleja y costosa en las grandes aglomeraciones que en el diseminado mundo rural.

Toledo se caracteriza por la existencia de determinadas circunstancias que deberán ser considerados para diseñar el modelo de ciudad social del futuro. La irregular distribución de sus barrios o su condición de capital provincial y regional (con el consiguiente empleo de recursos por parte de no empadronados) son factores que pueden entorpecer un cambio socioeconómico que la capital regional también habrá de afrontar.