LA CRUZ DE LA ESPERANZA

J. Guayerbas
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El silencio de la hermandad de San Andrés se escucha. El crucificado de la Esperanza recorre en Vía Crucis las calles de esta feligresía en una noche con la mejor banda sonora, la de la Capilla Musical del Seminario Mayor 'San Ildefonso'

Un arco de herradura. El mudéjar y lo gótico. Los vestigios visigodos y el murmullo convertido en silencio. El Cristo de la Esperanza volvía un año más a la plaza de San Andrés, y en esta ocasión en un Lunes Santo sin amenaza de lluvia.

El tiempo respetó al igual que el público. Imperó el silencio tan solo roto por el rezo del Vía Crucis y la oración. Momento único la salida del Cristo de la Esperanza. Las voces de la capilla musical del Seminario Mayor ‘San Ildefonso’ dirigida por los seminaristas Sergio Farto y Óscar Torres hacían de banda sonora, la mejor, para este momento en el que los flashes de las cámaras proyectaban en la fachada de San Andrés la sombra del crucificado, las tinieblas del cielo resquebrajado por la expiración de Jesús en la cruz.

La versión del ‘Stabat Mater Dolorosa’ de Jaime León, sacerdote y canónigo de la Catedral Primada, emocionó en un Lunes Santo de oración, sobriedad y recogimiento. La Semana Santa más toledana y castellana se encuentra, entre otras, en esta Hermandad del Cristo de la Esperanza. El discurrir por las travesías de Santa Úrsula y Santa Isabel, y el regreso por la Escuela de Traductores conmueven.

Los hábitos negros y la cruz de San Andrés sobre el pecho, una cruz verde esperanza. Y es que la vinculación de esta hermandad con San Cipriano, con la iglesia en la que se venera a una de las grandes devociones de Gloria de la ciudad, la Virgen de la Esperanza, se recupera en los años 80, cuando un grupo de entusiastas decide refundar la hermandad desaparecida tras la Guerra de la Independencia a principios del siglo XIX.

El Cristo de la Esperanza, restaurado en 2014, procesionó sobre las andas del tallista Juan Salinas, austeras, y un monte de clavel rojo salpicado de iris morado. El paso, flanqueado por cuatro cirios, avanzaba a hombros de los cargadores, que con paso firme y el sonido de las horquillas sobre los cantos del suelo cumplían con esta tradición que deben al cardenal y arzobispo Pascual de Aragón, quien firmaba las ordenanzas de la hermandad en 1665.

La del Lunes Santo fue la noche de los sonidos, pues la hermandad de San Andrés hace escuchar el silencio. También lo fue de símbolos, como las tres cruces de madera que abren paso al Cristo de la Esperanza o el sonido de la campana para que las filas de penitentes avancen o detengan su paso.

El párroco de San Andrés-San Cipriano, José Ángel Jiménez Frutos, invitó a vivir con intensidad el Vía Crucis procesional que contó con la voz de Santa Teresa de Jesús en el V Centenario de su nacimiento. Las reflexiones que seguían a cada una de las 14 estaciones del Vía Crucis venían de escritos de la gran reformadora espiritual y Doctora de la Iglesia.

La Hermandad del Cristo de la Esperanza logró una noche más de marzo llevar lo toledano y lo austero de la Semana Santa castellana por las calles y las plazas del Casco Histórico. Una cofradía pequeña en hermanos, pero grande en mensaje: la Cruz es la esperanza.