Fallece Melchor, quijote de la arqueología

J.Moreno
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El pastor bayolero presumía de un instinto para localizar restos de valor junto con una precisa observación. Halló una necrópolis visigoda, cuyas piezas custodia el Museo de Santa Cruz

Fallece Melchor, quijote de la arqueología

El apellido Pulido guía a cualquiera hacia Castillo de Bayuela, un municipio donde buena parte de la población lo comparte. Melchor Fernández Mayordomo vivió sin este marchamo bayolero, pero representaba por sí mismo una institución en esta población que roza el millar de empadronados. Este pastor de ovejas se conocía por completo la Sierra de San Vicente y aprendió a localizar restos antiguos mediante la observación del campo. Presumía también de un instinto para encontrar piezas invisibles para el resto.

Este octogenario falleció el pasado sábado, tal y como informó ayer el Ayuntamiento de Castillo de Bayuela, que desencadenó un reguero de mensajes de emoción y condolencias de sus paisanos. Porque Melchor Fernández y su instinto desvelaron parte del pasado del pueblo, cuyo topónimo recuerda el cultivo del lino.

El investigador Fernando Jiménez de Gregorio bautizó a Melchor como el Quijote de la arqueología. Precisamente, el Ayuntamiento de Castillo de Bayuela eligió una caracterización suya del personaje de Miguel de Cervantes para este emocionado recuerdo.

Los vecinos rememoraban a este ganadero con un libro en la mano. Siempre leyendo. Y con sus ovejas, a las que sacaba por la mañana y con las que regresaba al aproximarse la noche. Así un día tras otro.

Posiblemente, al regreso de cada aventura diaria en ese campo silencioso, Melchor traía un nuevo descubrimiento. Como aquel de 1980 por el que se ganó el respeto de sus vecinos. Localizó un antiguo asentamiento visigodo con los restos de una tumba: dos fíbulas aquiliformes, el broche de un cinturón, un anillo y dos cuentas de collar junto con un prendedor. Las piezas están custodiadas en el Museo de Santa Cruz de Toledo.

Melchor, quien guardaba una colección en su domicilio, donó también al centro de interpretación de su pueblo otras piezas antiquísimas que distinguía en el campo. Se le afinaba la mirada cuando observaba piedras que no se correspondían con las características de la Sierra de San Vicente. «Cuando lo encuentras, se siente una satisfacción infinita. Pienso que soy el primero en encontrarlo después de muchos años», expresaba al periodista local Felipe Pulido en 2010 sobre la emoción de cada descubrimiento.

«No quiero dinero ni quiero nada, sólo quiero que se me reconozca el trabajo que me ha costado encontrarlo. A todo el mundo le gusta que le valoren su labor», aseveraba en esa misma entrevista. El cariño y la admiración expresados ayer por sus paisanos probablemente hubiera compensado suficientemente a Melchor Fernández Mayordomo, pastor de ovejas y quijote de la arqueología.