Eugenio de Mora acaricia un triunfo importante en Gijón

Álvaro de la Paz
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Fernando Robleño y Manuel Escribano, con una y dos orejas respectivamente, puntúan en el coso asturiano. Buen juego de la corrida de La Quinta que propició el triunfo de los espadas

Un renovado impulso ha tomado la carrera de Eugenio de Mora en los últimos meses. El toledano, lejos del circuito de las grandes ferias durante un largo período, ha regresado a las principales plazas tras rubricar con premio tres excelentes actuaciones en Madrid, capital del orbe taurino. Orejas en el pasado agosto, en abril y en mayo, le han devuelto a un lugar que ya ocupó en los últimos años de la pasada centuria y los primeros de la presente. Mucho tiempo después, el moracho regresaba a Gijón, serial de postín y autodenominada joya del norte.

La ciudad costera y su Feria de Begoña, en la primera mitad de cada agosto, son el último reducto taurino de Asturias, el bastión de bravo que resiste en la tierra de Don Pelayo. Sin actividad en Oviedo ni en otros cosos que antaño programaron festejos, la plaza que regenta la familia Zúñiga se ha convertido en el refugio de la afición astur y de los veraneantes que copan playa e interior del Principado en estas fechas.

Abría cartel el toledano que administró con templanza al blando santacoloma. Su primero perdió las manos, pero tapó la falta de fuerza con casta y humillación. Afortunados Lorito, nombre del cornúpeta, y Eugenio: el primero porque encontró el camino para embestir con clase y duración; el segundo porque pudo lucir cabeza despejada ante un oponente incierto de inicio. Basó la faena en la mano derecha y concluyó con una estocada trasera. Saludó, desde el tercio pintado de color sangre, la primera de las ovaciones de la tarde.

Mejor sabor dejó el veterano matador de Mora en su segundo. Porque el buen hacer que está acompañando su regreso a la cumbre, exhibido en pequeña dosis en el que descorchó la tarde, impregnó el albero de El Bibio. Segunda raya del tercio, planta erguida, medio pecho, mano izquierda. Y bulle la concurrencia. Alternó la diestra y la siniestra, los remates por bajo y los pases de pecho. Anduvo despacio en la cara del toro, muñequeó cadencioso en el embroque: el otrora poderoso Eugenio muda en el pinturero Eugenio, elegante y artista. Hubo muletazos largos y desmayados, y uno, postrero, mirando al tendido de sombra. Parecía que se cortaría la primera oreja de la tarde. Pero la estocada, caidilla, feúcha, obligó al concurso del puntillero. La docena larga de intentos que necesitó el tercero de la cuadrilla frustró un premio seguro.

El madrileño Fernando Robleño hubo de enfrentarse con un vigoroso ejemplar de La Quinta, al que sacó desde los adentros hasta la boca de riego con un ramillete de bonitas verónicas y una media en el centro del redondel. Acometió con celo en el caballo, sin que le afectara tanto tiempo bajo el peto. El brío de los primeros lances no se apagó en el último tercio. Hubo pasajes interesantes por el pitón izquierdo y en los circulares previos a la ejecución de la suerte suprema. La estocada, algo defectuosa, y el presidente, que no consideró mayoritaria la petición, privaron a Robleño de la oreja.

Sí consiguió trofeo en su segundo, quinto del festejo. Protestado en el primer tercio, el toro fue a más según avanzó el trasteo de muleta. Robleño, acostumbrado a las corridas duras, tiró de repertorio y provocó la embestida de la res, apocada y con un viaje más corto. Mató con una estocada por arriba y paseó la primera oreja de la tarde.

En el que cerraba la tarde llegó el triunfo. Una conquista plena, rotunda, unánime. Escribano, de dulce en sus últimas comparecencias que se han saldado con éxito, imprimió vibración a su labor. El sevillano aprovechó la enclasada embestida de su contrincante y toreó con largura por derecha e izquierda. El sexto fue el ejemplar más completo de una corrida de nota alta de La Quinta. Adornos previos, estocada fulminante y dos orejas. En su primero, tercero del festejo, hubo de abreviar. Sin desplazamiento y avisando con la mirada de sus intenciones, sólo pudo haber lucimiento en las banderillas. Hasta cuatro pares puso el andaluz, exponiendo especialmente en el último: al violín y con el toro apretando hacia las tablas.

Sólo Eugenio se marchó de vacío. Aunque la puntilla le privó de la oreja, el toledano pudo brillar en las dos oportunidades de que dispuso. Gran parte de su repertorio se derramó sobre el albero cantábrico. Su convincente actuación endulza el mal sabor posterior al compromiso en Pamplona, el primer gran puerto del norte, donde no pudo destacar.

La misma terna volverá a coincidir el próximo día 25 de agosto en la localidad toledana de Añover de Tajo, en la corrida que se celebra con motivo de las fiestas de San Bartolomé. En la plaza sagreña se jugará un encierro de Diego Puerta, procedencia Domecq.