Miguel Ángel Dionisio

El torreón de San Martín

Miguel Ángel Dionisio


Carnestolendas

14/02/2024

Navidad, un nuevo momento festivo, el carnaval o carnestolendas, que nos recuerda, en su etimología, que estas fechas, previas a la Cuaresma, eran el fin del consumo de carne, interrumpido por las austeridades cuaresmales hasta el domingo de Pascua. Unos días de celebración gozosa y desbordada, en los que las convenciones se rompen, el exceso festivo se impone y se alteran las jerarquías y el orden social. Fiestas de arraigada tradición en nuestra tierra, tanto en Toledo capital como en numerosos pueblos de la provincia, alcanzando en algunos gran vistosidad.
Celebraciones, que, dependiendo de los lugares, tienen mayor o menor duración, pero que arrancan secularmente, ya desde la Edad Media, en el llamado Jueves Lardero y culminan, tras los alegres pasacalles, en el Entierro de la Sardina. Una muestra del folclore popular, que hundiendo sus raíces en un pasado que a veces se pierde en la historia, ha generado una de las piezas más originales, a la par que divertidas –fiel a la idea de su creador de «enseñar deleitando»- de la literatura castellana, el combate entre don Carnal y doña Cuaresma, que nos ofrece el Arcipreste de Hita en su Libro de Buen Amor, una obra que, a pesar de los siglos transcurridos, no deja de traslucir una frescura, una plena actualidad por los temas que trata, y una profunda, a la par que ambigua, enseñanza, que nos invita a la reflexión desde el entretenimiento.
Releo estos días los versos que recogen ese singular combate, iniciado a partir de las cartas que la Santa Quaresma envía cuando el arcipreste estaba a la mesa con don Jueves Lardero. Una batalla en la que intervienen, como combatientes, del campo de don Carnal muy diversos animales, desde vacas, lechones, jabalíes, cabras, liebres, conejos o ánades, frente a las anguilas, besugos, arenques, atunes y toda clase de peces –como las truchas del Alberche-, de parte de doña Cuaresma, culminando con la derrota de aquel y su sometimiento a los ayunos propios del tiempo, mientras que doña Cecina es colgada en compañía de don Tocino.
Leer al Arcipreste es siempre un auténtico placer, más allá de la aparente dificultad que pueda suponer su escritura en castellano medieval. Y este entretenido combate puede ser un buen recordatorio de que entramos, desde hoy, Miércoles de Ceniza, en unos días llenos de manifestaciones religiosas pero también culturales, artísticas y folclóricas, que hacen de este tiempo uno de los momentos más ricos e intensos del año, culminando en la Semana Santa, tan diferente y variada en sus expresiones, desde la del más pequeño pueblo a la singular de Toledo.
Entretanto, no nos viene tampoco mal reflexionar sobre nuestra realidad personal más profunda, adentrándonos en nuestro interior, desde la invitación que hoy se hace con las ancestrales y sabias palabras, pulvis es, et in pulverem reverteris.