Puedes quedarte de brazos cruzados viendo cómo se muere tu pueblo. O ponerte a trabajar para que haya una oportunidad. Puedes quedarte esperando, viendo como los partidos de siempre se acuerdan de ti quince días antes de las elecciones, o cuando ven las orejas al lobo… o ponerte a trabajar para tomar las riendas de la situación. Es lo que han decidido hacer un grupo de ciudadanos de Pelahustán encabezados por Isabelo Herreros, amigo ante todo, y que atesora tanta bonhomía como amor por el territorio que habita. Isabelo, en sus conversaciones, hace ya tiempo que explicita un cada vez más hondo temor por el horizonte que atisba para un Pelahustán que se vacía, que poco a poco desaparece, gestionado por políticas que aceleran tanto el despoblamiento como la apatía.
Pelahustán es pueblo que cose las sierras de San Vicente y la Higuera, en la linde nortiza de la provincia de Toledo, rayando con Ávila y Madrid. Es caserío de factura berroqueña, silencioso. A su alrededor crecen selvas de encinas, enebros y todo el monte que se guarece en el país de los bolos de granito donde hasta hace muy poco criaban linces, y que quizá pronto lo hagan de nuevo, si no andan ya enriscados. A Pelahustán he ido muchas veces. Ahora a la casa de Isabelo, gracias a su hospitalidad, a saborear su biblioteca inmensa, su conversación paciente y siempre profunda; y a ventear el olor a lumbre y leña. En los atardeceres Pelahustán huele a leña de enebro, balsámica y penetrante. Me gusta pasear por sus calles, seguir el vuelo rizado de las golondrinas, detenerme ante los dinteles troglodíticos… Y quedarme pensando cómo fue el pueblo, en su vida, de hace medio o un siglo. Las gentes, los oficios, el ir y venir, las faenas del campo, del monte… A su monte he ido muchas veces. Es un territorio donde perderse para encontrase. Camino de Cenicientos, el país de los buitres negros; o por la dehesa, con las imperiales que cazan hacia el Alberche.
Más allá de los discursos huecos sobre la España vaciada y desguazada, los pueblos deben hacerse dueños de su destino. Pelahustán necesita latir y crecer. Comunicaciones en condiciones con Talavera y Toledo, y con los pueblos de la comarca. Asistencia sanitaria más dedicada. Caminos públicos abiertos. Mantener abierto el colegio… Aprovechar el enorme potencial etnográfico, cultural y ambiental que posee... Y sobre todo Pelahustán precisa ganas, entusiasmo e ilusión. Personas decididas y que crean que es posible un mañana. Es un lujo que, más allá de las listas consabidas de partido, los ciudadanos se empoderen y lideren la defensa de su futuro.
Llegar a Pelahustán, cuando el sol cae entre el océano de encinas y enebros, con el Pico Cruces bajo el sol, es como penetrar en un espacio mágico, de luz y vida. Y quiero que lo siga siendo por muchos años más, que coja vida y fuerza. Muchas gracias a Lourdes, a Pedro, a Marimar, a Luis, a Susana, a Jesús y a todos los que se han comprometido y creen, de verdad, que Pelahustán existe. Y, sobre todo, a Isabelo Herreros, futuro alcalde de Pelahustán, tierra limpia y acogedora, país de granito, encinas y esperanza.