Cecilio Pizarro, conservador de la Trinidad

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Cecilio Pizarro (1818-1886) fue uno de los pintores toledanos más notables del siglo XIX. El Museo del Prado posee varios de sus lienzos, así como un gran álbum de dibujos adquirido en 2004. Gloria Solache realizó su primer estudio biográfico en 2016

Cecilio Pizarro, conservador de la Trinidad

Toledo desaprovechó en 2018 la oportunidad de celebrar el centenario de uno de los pintores más notables de sus dos últimos siglos, Cecilio Pizarro y Librado (1818-1886). Un año después, sin embargo, el bicentenario de la fundación del Museo del Prado permite recordar a quien fue conservador del Museo de la Trinidad y coordinador de la integración de sus importantes fondos -entre ellos pinturas del Greco, Juan Bautista Maíno y Sánchez Cotán- en la famosa pinacoteca madrileña en 1872.

Pintor, dibujante, aguafortista, litógrafo y restaurador, Pizarro ha sido siempre un artista reconocido por los estudiosos del Toledo del siglo XIX, como José Pedro Muñoz Herrera, quien hace una década reunió sus grabados para el Semanario Pintoresco Español en una monografía editada por el Consorcio de la Ciudad de Toledo. Su biografía, sin embargo, permanecía sin formar hasta la aparición de un reciente estudio de Gloria Solache publicado en el Boletín del Museo del Prado (tomo 34, 2016).

Esta investigadora recuerda que su nacimiento tuvo lugar el 1 de abril de 1818, fecha recogida en su partida de bautismo y avanzada ya por el investigador y académico Luis Alba a comienzos de los años noventa. Dicho documento se conserva en el Archivo Histórico Provincial, ya que Cecilio Pizarro fue recogido en el «Colchoncillo» de la Catedral y trasladado a la inclusa, entonces situada en el Hospital de Santa Cruz. El artista ingresaría después en la Real Escuela de Santa Isabel, donde dio signos de aplicación y terminó convirtiéndose en profesor en 1839.

Durante sus primeros años de actividad realizó decoraciones teatrales y representaciones de la ciudad y de sus monumentos en clave romántica. Este interés puede apreciarse en un amplio álbum de dibujos (cerca de 200) que Pizarro elaboró a lo largo de varias décadas de su vida entre Toledo y Madrid y que el Museo del Prado adquirió en 2004. En ellos puede apreciarse un gran talento como caricaturista y mucho interés por los personajes de capa y espada, como los que tanto agradaban al público de la época en el antiguo coliseo municipal, antecedente del Teatro de Rojas. Fue en estos momentos, a finales de los años treinta, cuando comenzó a colaborar en el Semanario Pintoresco. También lo haría más adelante en Recuerdos y Bellezas de España, y en Toledo Pintoresca.

Algunas de sus pinturas más conocidas fueron realizadas durante su etapa toledana, antes de establecerse en Madrid en 1847. A esta época pertenecen obras propiedad del Museo del Prado como Una vista del claustro de la inclusa de Toledo (1841), en donde se representó a sí mismo dibujando (cuadro que está hoy en Albacete, en la sede del Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha); las Ruinas de San Juan de los Reyes de Toledo (1846) y La capilla de Santa Quiteria (1846), excepcional y desconocido espacio del convento de San Juan de la Penitencia (también nombrada por Ossorio a finales del siglo XIX como Capilla de los caballeros Francos). Estos dos últimos lienzos pueden ser contemplados en el Museo Nacional del Romanticismo, en Madrid. Jaime Moraleda (Universidad de Castilla-La Mancha) ha reproducido recientemente una vista interior de Santa María la Blanca, correspondiente a estas mismas fechas, en un artículo publicado en la revista Archivo Secreto.

No es mucho cuanto conocemos de sus ideas políticas, pero sí lo suficiente como para saber que fue recluido en prisión entre 1847 y 1850, durante la denominada «Década moderada». Posteriormente, abrazó con entusiasmo el pronunciamento conocido como «la Vicalvarada» (1854), que ilustró en prensa al representar a un Centinela de una de las barricadas de la calle de Toledo (La Ilustración, 7 de agosto de ese año). Participó económicamente, además, en la suscripción popular para atender a los heridos de aquellos enfrentamientos.

Su gran actividad como dibujante proseguiría durante los años cincuenta, momento en que fue socio fundador y activo colaborador de la Sociedad Protectora de las Bellas Artes (1856). Tenía entonces clientes tan importantes como el embajador inglés John Hobart Caradoc, barón de Howden, quien le encomendó más de una treintena de pinturas representativas de Madrid, Aranjuez, Guadalajara y El Escorial, además de Toledo. Gloria Solache, especialista en dibujo español de los siglos XVIII y XIX, realizó una amplia recopilación de las publicaciones ilustradas en las que colaboraba, tales como El Museo Universal, La Ilustración Española y Americana, El Arte en España, Iconografía Española e Historia de Madrid, así como la Historia General de España.

Cecilio Pizarro participó en varias exposiciones nacionales. En 1862, el infante don Sebastián de Borbón adquiriría su estudio del natural Vista del palacio de Galiana, expuesto ese mismo año en la nueva Casa de la Moneda y reconocido con una medalla de tercera clase. En 1864 presentó con cierto aplauso la pintura Ayer y hoy, contraposición entre un bello sepulcro gótico en época medieval y su estado ruinoso en tiempo presente que forma parte de la exposición permanente del Museo del Prado. José María Domenech lo calificó como «¡Qué cosa más linda!» en el periódico monárquico La Esperanza.

Tres años después presentaría Un billete amoroso (pintura también propiedad del Prado, cedida en depósito a la Diputación Provincial y sin localizar en 1984, cuando se produjo el inventario de ‘El Prado disperso’), que ya había sido admirada el año anterior en el Hospital Tavera, en el marco de la Feria Provincial de 1866, junto a las pinturas de otros artistas toledanos como Críspulo Avecilla y Ángel Lucio Ludeña. También corresponde a este momento su Puerta árabe de la plaza de armas en el puente de Alcántara en Toledo (en depósito en la Real Academia Catalana de Bellas Artes de Sant Jordi). Por esta última y por Un billete amoroso conseguiría una más que discreta «consideración de medalla de tercera clase».

Su mayor éxito en este tipo de certámenes parece haber sido con la pintura Visita de una novicia a varios conventos de monjas la víspera de profesar (costumbres de Toledo), que presentó a la Exposición Nacional de 1871 junto a El arco árabe de la Sangre en Toledo. El cuadro, una bella vista monumental presidida por el emblema de los Reyes Católicos, sería adquirido por el rey Amadeo de Saboya, según el biógrafo de pintores del siglo XIX Manuel Ossorio y Bernard. La pintura fue inmortalizada por Laurent, correspondiendo quizás a este momento el retrato que este célebre fotógrafo realizó al artista toledano, merecedor ese año de la Cruz de Carlos III en respuesta a «sus notables servicios al arte». La Ilustración Española y Americana se deshacía en halagos con Pizarro por aquel entonces, describiéndole como «artista apreciabilísimo por el amor con que estudia y por la verdad con que reproduce la naturaleza».

Su vinculación con el desarrollo del Museo del Prado se produciría a partir de 1864, cuando fue nombrado conservador del Museo Nacional de la Trinidad. Posteriormente trabajaría como restaurador-forrador de la pinacoteca.

Cecilio Pizarro murió en Madrid el 16 de agosto de 1886, «a las cuatro de la tarde», según  la esquela publicada en La Correspondencia de España. En ella se menciona que el pintor dejaba «hermanas políticas, testamentarios y demás parientes». El entierro se produciría al día siguiente, desde la «casa mortuoria» en Travesía del Fúcar, n.º 14, hasta la Sacramental de San Lorenzo y San José. La Época se haría eco de la noticia dos días después, mencionando su condición de «antiguo restaurador del Museo Nacional de Pinturas» y señalando que su final se produjo «después de largos años de padecimientos», ya que padecía esclerosis cerebral.