La visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán ha traído a primer plano de la actualidad otra de las regiones del planeta muy tensionadas. El conflicto que enfrenta a Pekín con Taipéi viene de lejos, pero ahora cobra un mayor protagonismo por la convulsión mundial que ha provocado la invasión rusa de Ucrania y que está volviendo a remarcar las diferencias y las fronteras de los bloques aliados entre sí. Se está volviendo a dibujar o, al menos, subrayar un nuevo orden mundial con unos antecedentes peligrosos que desestabilizan la convivencia internacional, justo en un momento en que haría falta derrochar muchos más esfuerzos por la paz, la diplomacia y la tolerancia.
Además, en el actual contexto, cualquier conflicto de calado le viene bien al presidente ruso, Vladimir Putin, quien está encantado de que se abran nuevas grietas en las ya deterioradas relaciones entre Estados Unidos y China, lo que estrecharía más los lazos que existen entre el gigante asiático y Moscú.
No cabe duda de que la visita de Pelosi a la conocida como República China ha elevado el nivel de beligerancia hasta el punto de que el régimen de Xi Jinping, después de dos décadas, ha vuelto a sacar músculo militar alrededor de Taiwán, siendo la primera vez que el ejército chino ha lanzado artillería real de largo alcance a través del estrecho de Taiwán como gesto de Pekín de concluir a cualquier precio la reunificación de la isla, después del incómodo statu quo político en el que se encuentra: funciona con un Estado, aunque China considera al archipiélago como una provincia 'rebelde'.
En cualquier caso, el viaje de la política estadounidense no estaba aconsejado por el Departamento de Estado, la CIA y los jefes de Estado Mayor del ejército de su país, especialmente ahora, en pleno conflicto en el Este de Europa. No son bravuconadas ni que el presidente chino haya advertido a EEUU de que «quien juega con fuego se quema», ni que la alta representante norteamericana haya lanzado ese mensaje de que «no os abandonaremos». No en vano, Estados Unidos es el mayor proveedor de material armamentístico de Taiwán, que cuenta con un ejército de 300.000 soldados.
Lo que está claro es que esta visita y las declaraciones no han relajado la tensión mundial y han abierto un nuevo foco de conflicto e incertidumbre en una época ya muy convulsa, en la que hay que trabajar y desarrollar esfuerzos diplomáticos por mejorar las relaciones internacionales, y hacerlas más productivas, especialmente en un momento tan delicado para la economía mundial.