«Sin la ayuda de las instituciones estaríamos perdidos»

M.G
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Arturo Querejeta se pone en la piel de Hérodes, uno de los tres personajes de la versión teatral basada en textos de Calderón que ha escrito Aurora Parrilla. El actor lleva más de setenta montajes teatrales a sus espaldas y sueña con muchos más

El actor Arturo Querejeta - Foto: Yolanda Lancha

La obra 'Monstruos. El prodigio de los dioses' es estrenó  este verano en Almagro, ha pasado por Peñaranda y ahora llega al Teatro de Rojas. ¿Cómo está funcionando?

Estamos encantados porque está funcionando excelentemente bien. La acogida en Almagro fue muy buena, tuvimos a gente de pie y gritando al final del espectáculo. Todo el mundo sabe que en Almagro hay exigencia, público y crítica a este tipo de textos. Y en Peñaranda, a teatro lleno, también ocurrió lo mismo. Ahora empieza el inicio de nuestra gira y no hay lugar mejor que el Teatro de Rojas, en su nueva edición del ciclo de teatro clásico. Conocemos al público de Toledo y sabemos lo que nos jugamos. 

¿Qué aporta Aurora Parrilla como dramaturga, y David Boceta, como director, en este montaje? 

Son fundamentales. Aurora Parrilla, como dramaturga, ha hilvanado el hilo conductor de estos tres personajes troncales de las tres obras de Calderón: La hija de Semíramis, de 'La hija del aire'; Aquiles, de 'El monstruo de los jardines'; y Herodes, el tetrarca, de 'El mayor monstruo del mundo'. Se ha inventado toda una dramaturgia alrededor de la iconografía de los dioses y ha hecho que resalte que estos monstruos son los que realmente crea la sociedad. Esos seres distintos y diferentes que la sociedad escoge para posar encima y que sean la causa de todas las fatalidades, se acaban convirtiendo en los monstruos que realmente se necesitan, pero son gentes surgidas de la violencia y de unas situaciones tremendas. Al fin y a la postre, acaban convirtiéndose en monstruos, pero son personas como cualquier otra con los mismos derechos y merecen el mismo respeto y dignidad. 

La obra gira en torno a tres personajes y el suyo, Herodes, es uno de esos monstruos reconocibles en la actualidad porque está íntimamente ligado con una problemática, la violencia de género. 

Herodes, el tetrarca, por medio de la diosa Fama, la fama que a todos nos persigue, acaba con su mujer, acaba convirtiéndose en el mayor monstruo del mundo, los celos. Ahí entronca con algo esencial de la sociedad que nos está rodeando. Los clásicos lo son porque hacen emerger los temas fundamentales desde que el mundo es mundo, como las relaciones de poder, de violencia y de desamor que conducen a la mayor de las barbaridades. Calderón se pregunta sobre ello y resulta esencial esa visión de los clásicos para las nuevas generaciones y para que todo eso no vuelva a ocurrir.

La obra conjuga la prosa con el verso. ¿Cómo se ha cuidado para mantener el equilibrio?

Uno de los grandes hallazgos, también uno de nuestros grandes temores, era ver cómo se conjuga ese verso maravilloso y con una altura poética innegable de Calderón con una prosa de hoy. Aurora Parrilla, que es jovencísima, ha conseguido un castellano que huele al antiguo, una atmósfera áurea y ha insertado toda una serie de personajes de la mitología, consiguiendo que la conjugación de prosa con verso surja de manera fluida y natural. 

Los espectadores nos han comentado que hay momentos en la obra en la que no se dan cuenta de si es prosa o verso. Esa es nuestra mirada, nuestra apuesta e investigación, gracias a las generaciones más jóvenes y a una nueva manera de ver los clásicos. Y David Boceta ha conseguido que brille la puesta en escena y encaje. 

Cuando uno se mete a intentar ofrecer nuevas miradas en relación a los clásicos, ¿da vértigo encontrarse de frente a un público más purista?

Da mucho vértigo, pero también mucho gusto. Nosotros sabemos el riesgo de esta apuesta y no nos centramos en un público concreto. Esta nueva mirada la hacemos con todo el respeto del mundo, no vamos a poner a Calderón en una nave espacial, es la esencia de Calderón, pero intentamos que de alguna manera fluya hacia el espectador joven porque es el que menos referencias tiene. Al público que tiene un cierto acervo en contemplar los textos clásicos también le será interesante. Queremos concitar a todos. 

La música también tiene un papel protagonista en esta obra.

Sí. Es esencial. Jorge Bedoya ha compuesto tres óperas, para cada uno de los personajes y para el todo de la función, y la función no se entendería sin la música. Es un personaje más, está tocando el piano en directo en toda la función, así que no son apoyaturas en un momento dado, es una sinfonía de música y de palabra al servicio del texto de Calderón. A eso se suma el texto de Aurora Parrilla, la dirección de David Boceta y nuestras interpretaciones.

¿Qué te aporta el teatro clásico?

El clásico me lo ha dado todo, aunque no iba para clásico. Pertenezco a una generación en la que todos íbamos con nuestro Brecht, con Tennessee Willliams, y Luigi Pirandello debajo del brazo y apostábamos por otro teatro. Pero se cruzó en mi carrera Adolfo Marsillach, que me llevó a la Compañía Nacional de Teatro Clásico, en la que he entrado y salido no se cuántas veces y he hecho veintitantos montajes. También he trabajado con la compañía privada Noviembre Teatro y he venido al Rojas muchas veces. Con el clásico descubrí un universo especial porque el teatro áureo es el caldo de cultivo de todo el teatro posterior, y no se entendería a Beckett o a Ionesco sin él. Todos hemos bebido de ahí. A lo largo de los tiempos siempre se ha vuelto a las fuentes y las fuentes te lo dan todo. 

Tienes más de setenta montajes teatrales en tu currículum. ¿Qué te falta en teatro? En cine has trabajado menos...

Cine he hecho muy poco. Me falta todo. En el teatro está todo por hacer por mucho que trabajes y hagas. Afortunadamente, he trabajado siempre y he hecho mucha televisión, pero hay cantidad de autores que no he podido tocar. Todavía no he hecho nada de Pirandello ni de Chéjov, salvo muchos ejercicios cuando empezaba porque todos hemos pasado por 'Tío Vania' o 'El Jardín de los cerezos'. Tampoco Tennessee Williams o Strindberg. También pienso en hacer un Rey Lear. 

Su personaje de Herodes en la obra se mira al espejo a pesar de su monstruosidad. ¿Te miras al espejo con frecuencia? En el sector se dice que tienes una gran calidad actoral y una gran cantidad de registros.

Hay veces que lees cosas y te abruma. Uno se siente completamente orondo, ufano y orgulloso. Una de las cosas que cuando empiezas escuchas en el argot es llegar a ser un actor largo, que puede transitar por todos los géneros y eso impagable. Que puedas convencer en comedia, en drama y en tragedia es maravilloso. Siempre he intentado que el personaje que hago no se confunda con el anterior que hice y es lo más complicado. Hacer siempre lo mismo es lícito y magnífico porque hay grandes ejemplos de ello, pero la base de un actor está en tener los mayores registros posibles. 

Llama la atención que en estos momentos de tanta crispación política y social en general, agradezcas con tanta franqueza la colaboración e implicación institucional con esta obra. No suele ser frecuente.

Hay que hacerlo porque es esencial y no podemos tirar piedras contra nuestro propio tejado. Sin la ayuda de las instituciones estaríamos vendidos. Estamos en una sociedad tan compartimentada, con gran cantidad de estímulos para el ocio, que si no fuera por este apoyo sería muy complicado y difícil existir. Es la base de un tejido que, por otro lado, también aporta mucho al PIB, pero los cimientos son los cimientos, independientemente de tirios y troyanos, -me mojo sin problema y las veces que haga falta- y hay que establecer siempre unos vínculos fundamentales que soporten la cultura, independientemente del color político que esté. Creo que en la gestión pública y en el entendimiento, en el pacto. También en el respeto, en las buenas costumbres, en la educación y en lo que nos puede acercar y hacer que estemos en cualquier teatro.