¿Qué es la edición genética?

M.H. (SPC)
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Bruselas lanzó la semana pasada una propuesta que supone un primer paso para su regularización, pero el ciudadano medio no sabe que está exenta de riesgos ni conoce realmente en qué consiste

¿Qué es la edición genética? - Foto: Jesús J. Matías

La edición genética es un campo de la biotecnología donde Europa acumula retraso respecto a China, Estados Unidos o Canadá, países que ya hacen uso de ella desde hace años y de los que España importa grano, oleaginosas y proteaginosas cultivadas gracias a estos avances que en la UE está todavía vetados. La propuesta de regulación lanzada la semana pasada desde Bruselas es un principio de avance para que los agricultores comunitarios puedan trabajar en igualdad de condiciones con los de esos (y otros) países.

Este paso llega en un momento políticamente delicado en el ámbito de la biodiversidad y la agricultura, además de acarrear problemas con la opinión pública, que no está del todo informada sobre lo que supone y en qué consiste esta técnica. El ciudadano medio tiene, en general, la idea de que supone un peligro tanto para la biodiversidad como para la salud humana, cuando no existe ningún estudio o investigación que demuestre que eso es así.

Sin embargo, partidos ecologistas y organizaciones conservacionistas y de otros ámbitos han trabajado para crear esa impresión, básicamente porque se trata de una metodología de trabajo que se asimila a la transgénesis (aunque no sea lo mismo), que en su día se consiguió gracias al trabajo de grandes corporaciones que no están muy bien vistas por esos sectores de la sociedad. Si se aprobara el uso de la edición en los términos adecuados sería una técnica que, además de mejorar el trabajo de los agricultores y la disponibilidad de alimentos para la sociedad en general, quedaría a disposición de centros de investigación de menor tamaño. Al estar al alcance de más investigadores, el conjunto de la sociedad saldría beneficiada.

Pero, ¿en qué consiste la edición genética? Para explicarlo hay que comenzar hablando de los famosos OGM, los organismos modificados genéticamente. En esta categoría, a día de hoy, se incluyen tanto los transgénicos como los obtenidos por edición genética, ya que esta segunda técnica apareció después de la primera y, por falta de normativa específica, quedó asimilada, cuando realmente no tienen mucho que ver.

Los transgénicos son organismos a los que se les introducen genes de otra especie. Un potencial e inventado ejemplo sería un gen de mariquita que ayuda al trigo a resistir la sequía. Este tipo de plantas se pueden cultivar en la UE, pero para conseguir sacar una variedad nueva al circuito comercial se exigen tantos requisitos que las empresas ni siquiera se molestan en intentarlo. Eso sí, traemos de fuera miles de toneladas de ellos cada año para alimentar al nuestro ganado e incluso, en determinadas ocasiones, para consumo humano. Se llevan cultivando un cuarto de siglo en muchos países del mundo y nadie ha conseguido demostrar que sean perjudiciales para la biodiversidad ni para la salud humana, a pesar de que se ha intentado.

En el caso de la edición genética, no se usan genes de otra especie. Otro ejemplo -también potencial e inventado- sería una variedad de trigo que cultivaban nuestros abuelos, muy resistente a la sequía pero con muy poco rendimiento. Si se consigue identificar el gen que consigue que aguante la falta de agua e introducírselo a otra variedad que produce unas espigas enormes y con granos muy gruesos y de calidad, el resultado podría ser un trigo muy rentable y muy resistente a la sequía, justo lo que se busca. También se usa en otros países desde hace años y también lo importamos, pero hasta ahora no se había planteado permitir a nuestros agricultores usar esas semillas.

Mutagénesis y cisgénesis.

Dentro de la edición genética, la mutagénesis y la cisgénesis son las dos técnicas más utilizadas. La primera puede ser aleatoria o dirigida. En la aleatoria se somete al organismo en cuestión a ciertos procesos que hacen que sus genes muten. Las variedades obtenidas de este modo pueden resultar útiles o no, y no hay manera de controlar el resultado. De este modo, la obtención de la variedad que se busca se puede prolongar mucho en el tiempo hasta que se consigue lo que quiere. Curiosamente, este método está fuera de los considerados OGM y la variedades obtenidas así se pueden utilizar, incluso en agricultura ecológica.

Por contra, la mutagénesis dirigida es una tecnología (también conocida como CRISPR-Cas) en la que se generan cambios en lugares específicos del genoma de la planta. Dentro del libro de instrucciones genético o genoma de cada planta, los investigadores saben exactamente a qué página y renglón van. Generalmente hacen pequeñas modificaciones, de unas pocas letras, alguna palabra o como máximo una oración, dentro de ese libro de instrucciones, para conseguir el resultado deseado. Se trata, a grandes rasgos, de potenciar la expresión un gen que interesa (resistencia a la sequía, por ejemplo) o silenciar la de otro que supone un problema (vulnerabilidad ante plagas, por ejemplo), pero sin usar genes externos de ningún tipo. Es mucho más rápida y barata que otras técnicas, lo cual la pone al alcance de pequeñas empresas y centros de investigación más modestos.

La cisgénesis es otra tecnología que también se está discutiendo en la nueva propuesta, que consiste en introducir nueva información genética, es decir, nuevas instrucciones, pero no necesariamente en un sitio determinado. Puede ser una modificación en un lugar al azar dentro del libro de instrucciones que es el genoma, pero los científicos se autorrestringen a no utilizar secuencias e información de ningún otro organismo. Usan instrucciones propias del organismo o de otros que se pueden cruzar sexualmente (es decir, procesos que podrían darse en la naturaleza) y las cambian de sitio.

«Queremos dar a nuestros agricultores las herramientas para producir alimentos sanos y seguros, adaptados a nuestras condiciones climáticas cambiantes y con respeto por nuestro planeta», dijo la comisaria europea de Seguridad Alimentaria, Stella Kyriakides, cuando se presentó la propuesta en Bruselas. Aunque llega muy tarde respecto a otros países del mundo, aún hay tiempo para que los agricultores comunitarios puedan hacer uso de estas técnicas si lo desean. Se trata, además, de una herramienta inmejorable para conseguir variedades que ayuden a reducir el uso de fitosanitarios, fertilizantes o agua de riego.

No se puede olvidar que todos los alimentos que comemos, incluso los orgánicos, son el resultado de una mejora genética. Los cambios introducidos mediante edición genética son del mismo tipo que los que se generan en los sistemas de mejora tradicionales, en los que llevamos centenares de años trabajando, solo que esta técnica acelera y abarata sensiblemente el proceso. Un avance clave para la agricultura del futuro que se está haciendo esperar demasiado.