Las siete vidas de Calatrava la Vieja

Antonio Pérez Henares
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Vuelven los trabajos de excavación a la que fue la ciudad mulsumana más importante entre Córdoba y Toledo

Manuel Retuerce enseña alguno de los hallazgos. - Foto: LT

La Calatrava que hoy ya podemos contemplar era, ahora hace 50 años, cuando  llegó el arqueólogo Manuel Retuerce, considerado el referente máximo en España y en Europa en lo que Alta Edad Media se refiere, tan solo unas ruinas enterradas, un erial donde afloraban algunas rocas y un desparrame de cascotes. Cerca de medio siglo lleva Retuerce, acompañado desde hace 40 años, por su amigo y co-director con él, Miguel Hervás, desenterrando, descubriendo, excavando, conservando y restaurando lo que fue la ciudad musulmana más importante y poderosa entre Córdoba y Toledo y, luego, primera sede y nombre de pila, la Orden Calatrava.

Fue un esfuerzo y una dedicación que dio frutos que son muy visibles y que destaparon un escenario medieval impresionante y del que falta por descubrir todavía muchísimo. Muchas de las torres, por ejemplo, es muy fácil señalar donde se alzaban pero hoy parecen promontorios cubiertos por vegetación y broza. La medina musulmana, casi por completo, está sin catar todavía.

 Pero lo hecho y lo que debía haberse continuado sufrió el tremendo parón en el año 2011 donde se suspendieron las obras, se cerró cualquier grifo de recursos hasta los imprescindibles de mantenimiento, deteniéndolo todo y poniendo en peligro lo recuperado. Porque a ello se llegó. A que la ruina amenazara lo ya abierto como ha sucedido con la puerta entre el alcázar y la medina, donde se desplomaron grandes piedras y se temió el derrumbe o con las cubiertas de la iglesia calatrava que se plagaron de goteras y la dañaron seriamente.

Integrantes del equipo de los trabajos de excavaciónIntegrantes del equipo de los trabajos de excavación - Foto: LT Por fortuna, este año de 2023 la situación ha cambiado. Los trabajos de excavación e investigación arqueológica y los de mantenimiento y conservación se han vuelto a poner en marcha. La campaña ha logrado, amén de lograr nuevos descubrimientos, entre los que destaca un pequeño oratorio almohade en la pared que separa medina y alcázar, por el lado de la primera y extraordinarias cerámicas de aquella época. También se han empezado a excavar los alojamientos cristianos de ese lado con sorprendentes resultados y se continua con el interior del alcázar. Las urgentes obras de albañilería puestas en marcha de manera urgente han evitado males mayores y logrado consolidar la gran puerta de la medina amen de proteger a la iglesia calatrava.

Todo ello ha sido posible, y hay que ponerlo en valor, por el compromiso de la Fundación Augusto Ferrer Dalmau quien consiguió el mecenazgo de la empresa Nutriun, que aporta importantes fondos para las excavaciones. Al hacerlo puso en marcha el mecanismo comprometido por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha que a su vez aporta por su lado otro importante monto de dinero, el 60% del total, que ha permitido las obras de mantenimiento. Con ello se ha iniciado una vía de colaboración que va a permitir que las tareas hasta lograr rescatar del todo a aquella impactante milenaria ciudad sigan adelante.

Y reclamar que el lugar alcance la atención que merece. También la del público, pues pocos lugares hay donde la historia nos sale con tal grandeza al encuentro.

Trabajos de excavación en Calatrava la Vieja. Trabajos de excavación en Calatrava la Vieja. - Foto: LTLa visita es impactante. Acompañé en esta ocasión  al propio Augusto Ferrer Dalmau y al vicepresidente de la Fundación, a un apasionante recorrido informativo con los co-directores. Para mí no es la primera vez ni la quinta. Han sido algunas más aunque siempre me parecen pocas. Para escribir mis novelas El rey pequeño y Tierra Vieja, donde el paraje y sus gentes son protagonistas me perdí por allí varias veces. De hecho, presenté la segunda en su alcázar. Recuerdo en alguna de ellas ver las aguas desparramadas del Guadiana y hasta así se podían contemplar hasta el año 2009. Ahora no, pero no porque hayan desaparecido sino porque han sido invadidas de manera rapidísima por un gran bosque de tara y que las oculta. A mí me gustaba verlas.

Calatrava la Vieja resucita otra vez, dispuesta a aprovechar su nueva vida. Haremos lo posible porque sea larga y fructífera.

 

La fortaleza. Tiene una superficie de más de cinco hectáreas con dos recintos claramente diferenciados, separados entre sí por un foso y una muralla. El alcázar, con las más poderosas defensas sobre el río, donde residían las autoridades y mandos militares y la medina, donde vivía la población de a pie, comunicados entre sí por una gran puerta muy fortificada. La ciudad al completo está rodeada de una muralla de 1.500 metros, protegida por 44 torres de diversas fábricas y facturas dados lo avatares sufridos, con potente base de sillería las alzadas de mampostería o de tapial encofrado. Desde ella descienden  hacia el río cuatro ingenios amurallados, llamados corachas, una asombrosa obra hidráulica  que permitía el abastecimiento de agua y que la subía tanto al alcázar como a la medina.

Un hondo foso de cerca de diez metros de hondo y 750 metros de longitud protege a la ciudad por el lado sur por donde se abre la puerta en varios recodos, tras atravesar el puente, que da paso propio a la medina. El foso se supuso que estaba inundado de agua, pues cuando visitó el lugar, en 1520, Hernando de Colon, hijo del Almirante, gran viajero y apasionado bibliófilo, se lo encontró con agua. Es posible que resultado de alguna gran avenida, porque su inundación no parece que fuera su situación normal pues los arqueólogos opinan que nada aporta a la defensa y que esa imagen está más bien sustentada en recreaciones cinematográficas de palacios franceses que poco tienen que ver con las necesidades defensivas de la Alta Edad Media.

 En la primera ocupación cristiana los templarios se asentaron tan solo en una parte del alcázar donde comenzaron la construcción de una iglesia subterránea que no llegaron a concluir. Si lo hicieron con la suya los calatravos, pero al segundo intento, pues los almohades se asentaron allí de nuevo durante 17 años tras su victoria en Alarcos. A la vuelta de las Navas los calatravos ya  completaron su obra y hoy es uno de los lugares mejor conservados.

 

El aljibe de los cautivos

Si hay un lugar en Calatrava que pone a volar la imaginación es su aljibe. Aunque rodeada por dos cauces fluviales, pero con muy mala calidad en sus aguas, el aljibe, en el corazón mismo del alcázar, fue lugar de cuidados especiales. Pintado de rojo al comprobar que mantenía mejor el líquido, fue usado tanto por musulmanes como por cristianos. Tras el definitivo abandono de la fortaleza, fue colmatado y cegados con piedras y cascotes hasta su misma boca.

Descubierto a primeros de este siglo, se produjo a su vaciado. Y los arqueólogos se quedaron perplejos al observar lo que allí había. Sus paredes, hasta donde la altura de un hombre alcanzaba, estaban llenas de incisiones, grabados, y dibujos. Y estos no podían haber sido hechos con el aljibe con agua y por su conservación tampoco llenarse después.

 O sea, el lugar había sido jubilado de su misión primitiva y reutilizado para otra que resultaba evidente: prisión. Una terrible mazmorra en la que se metía a los cautivos por la pequeña abertura, en lo alto y en el centro del receptáculo y allí se les dejaba. De sus condiciones de vida o más bien de muerte podemos hacernos una idea. Hay incluso la prueba de un desesperado intento de fuga con algún instrumento punzante para ir, en una esquina, horadando pequeños asideros para ir escalando. Llegó hasta arriba donde desmayó al topar con el techo y comprender que no había escape posible.

 De lo dejado por los cautivos se distingue que los hubo de dos tipos, cristianos y musulmanes y en momentos diferenciados dependiendo de quienes señoreaban la plaza. Es una evidencia que proclaman las paredes. Los cristianos dejaron dibujos y pinturas representándose a sí mismos, sus armas, armaduras, ballestas, espadas y escudos, muchos con símbolos calatravos y escenas de batalla, como la de un ballestero disparando contra una carga de caballería, que ataca con lanza en ristre. Por parte de los musulmanes, donde la representación de la figura humana está prohibida, prevalecen las inscripciones y símbolos geométricos y algunas frases grabadas que no dejan duda, como una muy bien visible en árabe que proclama «El poder de Alá y la bendición de Mahoma». Resulta sobrecogedor bajar e imaginárselos dentro.