Editorial

La 'guerra' al tabaco funciona a través de la educación y no la prohibición

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Prohibir, sobre todo a determinadas edades, causa el efecto contrario, ya que lo prohibido genera deseo y atracción debido a un elemento natural de la condición humana como es la curiosidad

El Ministerio de Sanidad le ha declarado la guerra al tabaco y para ello ha desarrollado un Plan Integral de Prevención y Control del Tabaquismo que tiene en la ministra Mónica García su principal baluarte. La titular de esta cartera ya ha lanzado algún globo sonda para calibrar la reacción que cierta medida en cuestión podría tener en la sociedad. Una de las más sonadas en las últimas semanas fue la prohibición de fumar en las terrazas de los negocios de hostelería y restauración. El sector, en tromba, se le echó encima poniendo 'peros' a diestro y siniestro a la idea. Tantos como en su momento cosechó José Luis Rodríguez Zapatero cuando la prohibición hacía referencia al interior de los propios locales. En este país, cualquier medida disruptiva que suponga salir de la zona de confort, de entrada, no suele ser bien recibida. Después, con el mar en calma, como con casi todo en la vida, el tiempo pone y quita razones.

Mención aparte merece -por el profundo debate que genera- otra medida de esas que la propia ministra llama «poliédricas» y que «se tienen que ir materializando». Esta pretende copiar una normativa impuesta por Reino Unido por la que se prohibirá la venta de tabaco a cualquier persona nacida desde el año 2009. García no la descartó como uno de los fundamentos encaminados a conseguir «una generación libre de tabaco y tener espacios libres de humo». Pero esto es harina de otro costal. Empezando por las muchas dudas que genera en relación a su conformidad con el ordenamiento jurídico-constitucional. El famoso 'encaje', ese mismo que en otros menesteres -dicho sea de paso- el Gobierno se ha saltado a la torera. Pero más allá de eso, y de si la medida puede ser incluso contraproducente (la Mesa del Tabaco pone como ejemplo a Nueva Zelanda, que aprobó la misma normativa y tuvo que retirarla por el aumento del comercio ilegal), hay un asunto todavía más importante sobre el que debe pivotar cualquier tipo de juicio.

La educación. Esa es la madre del cordero. Prohibir, y especialmente a determinadas edades, causa el efecto contrario, ya que lo prohibido genera deseo, atracción y seducción debido a un elemento natural de la condición humana como es la curiosidad. Los medios, por tanto, deben focalizarse en formar a las nuevas generaciones -y cada vez con mayor premura- en los efectos nocivos del  tabaquismo. En cualquiera de sus formas. Incluyendo la versión 'edulcorada' de los cigarrillos electrónicos o vapeadores. Un hábito muy extendido entre los jóvenes que trivializan lo que al final acaba siendo una adicción en toda regla y en la que mucho tienen que ver los aromas caracterizantes y los empaquetados llamativos de estos productos que esconden una realidad muy diferente.