Últimos retazos del comercio tradicional

J. Monroy | TOLEDO
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Sigue el goteo de cierres entre el comercio tradicional del Casco. Vecinos y residentes coinciden en que mientras que no haya más vecinos, será muy difícil que subsistan estos pequeños negocios entre tanta tienda de recuerdos.

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Poco a poco, el Casco histórico va perdiendo sus tiendas tradicionales y con ellas un tanto de su esencia de barrio. Es cierto que cada día se abren nuevos negocios, mayoritariamente dirigidos al turismo. Pero pocas son las que dan respuesta a los residentes del centro, que en muchas ocasiones se ven obligados a recorrer medio Casco o salir en coche para dar respuesta a las necesidades de cada día.

«Y gracias que tenemos una papelería, una droguería, una ferretería... de cada sector vamos quedando uno en el Casco, y para la población que hay, te da para malvivir. El día que no estemos, tendrán que ir a buscarlo a otro barrio», explica Alfonso Martín, presidente de los comerciantes del Casco.

Entre los últimos comercios en caer, están La Moda y Navarro en la calle del Comercio, Maeso y una carnicería en Tornerías, y Frutas Alimentación Pan (Los Bécquer), además de otras tiendas de ropa en Martín Gamero y otros pequeños ultramarinos en el entorno de bajada del Barco y Pozo Amargo. ¿Qué queda en el Casco para los residentes? El mercado de abastos parece asentado y, al margen de algunos pequeños supermercados de barrio, quedan todavía pequeñas tiendas, como la del inicio de Alfileritos. En el entorno de la calle del Comercio quedan Álvarez (que se ha trasladado a Cordonerías), Ortega, Montes, la joyería Ludeña, la zapatería Agudo, Lúa, la cuchillería Merino, Marciano, una droguería, La Favorita y Cuartero, ahogados entre los damasquinos y recuerdos, y algunos de ellos a la espera de la jubilación del dueño. En la zona de Santo Tomé subsisten los repuestos de Rafa Priego, el centro periódico y la panadería. También quedan Hojablanca y la tienda de cómic, Nivel 426.

El problema, explica Martín, es que el centro histórico vuelva a tener residentes. Porque, «mientras que no haya residentes en Casco, ¿quién se arriesga a montar un negocio para los vecinos, cuando no hay nadie a quien vender?». Porque desde otros barrios, nadie sube a comprar allí, más bien lo contrario. De forma que el presidente de los comerciantes entiende que cada vez va a haber menos comercio de cara a los residentes.

Una tendencia. En la misma línea, recuerda Hilario Alarcón, portavoz de Iniciativa Ciudadana, que la paulatina desaparición del comercio tradicional en el Casco comenzó en los años ochenta, precisamente cuando se produjo el gran descenso de la población. Entonces, «muchas tiendas clásicas y tradicionales que daban un servicio a las necesidades cotidianas de los vecinos empezaron a desaparecer, porque cada vez había menos clientes, y ahora en lugar de abrirse ese tipo de tiendas, se abren tiendas fundamentalmente turístico». El problema es que en los últimas décadas, el Casco ha perdido la mitad de su población.

Alarcón describe la transformación de una zona muy comercial, como la plaza de la Magdalena, donde en su día estaban Ayuso, el clásico ultramarinos, y el propio Bahamontes. Hoy ambos locales pertenecen a un supermercado regido por una familia de origen asiático. A la droguería París la ha sustituido una cadena de perfumes a granel.

El próximo en desaparecer en la zona puede ser Montes, una mercería tradicional que llegó a tener gran número de trabajadores. Hoy tan sólo están allí los dueños, que se jubilarán en breve. Una lástima para Iniciativa, que no obstante comprende que para los hijos quizás sea más rentable tener una tienda de espadas que una mercería.

¿Cuál sería la solución para volver a atraer el comercio? Para Iniciativa, comercio y habitantes son dos caras de la misma moneda. Así, explica Alarcón, para que se mantenga y recupera la población del Casco, tiene que dar servicios parecidos a los de otros barrios. Entre ellos, están estos pequeños comercios cuya orientación es satisfacer las pequeñas necesidades comerciales de los residentes, «que no van a comprar espadas todos los días, y sí necesitan una pequeña tienda de comestibles o una ferretería, además de colegios cerca».