La aventura de cruzar a vela el Cabo de Hornos

J. Monroy
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Por primera vez en 130 años, un buque la Armada ha cruzado el Cabo. Además, el Juan Sebastián Elcano lo hizo a vela. Allí estuvo el guardamarina toledano Carlos Ramiro

El toledano Carlos Ramiro, en el Juan Sebastián de Elcano.

Todas las generaciones de oficiales de la Armada Española han pasado por el Juan Sebastián Elcano. Pero en sus 95 años de historia, el buque escuela jamás se había aventurado tan al sur como este. Por primera vez en 130 años, un navío español ha doblado el legendario Cabo de Hornos, que tantos naufragios ha causado, y no contento con eso, lo ha hecho además a vela, sin utilizar motores. Un joven toledano, vecino de Azucaica, el guardamarina Carlos Ramiro Martín, ha sido uno de los privilegiados de vivir esta aventura.

Más de mil naufragios y 15.000 muertes han dejado las peligrosas aguas del Cabo de Hornos en cuatro siglos, donde se unen las aguas de los océanos Atlántico y Pacífico en el punto más austral de América. Son aguas embravecidas, de bajas temperaturas e icebergs, un punto temido por los marinos, domado por fin a vela por Elcano.

Ramiro es ya guardamarina de segundo año, tras superar positivamente este año su tercer curso en la Escuela Naval Militar, que lo ha llevado a navegar durante seis meses en el Juan Sebastián Elcano. En el transcurso de esta experiencia educativa, vivió «una cosa que no estaba planeada», nada menos que cruzar a vela al Cabo de Hornos. Recuerda Ramiro que, según avanzó el crucero, el comandante Manuel García Ruiz, «que es un lobo de mar, vio la oportunidad y decidió intentarlo». Previa autorización de Madrid, el buque lo intentó antes de pasar por el puerto de Punta Arenas y entrar en el estrecho de Magallanes. Pero lo impidió una gran tormenta. Los guardamarinas hacían cada día a las ocho de la mañana un informe meteorológico para las siguientes 72 horas y al salir del puerto se comandante de que «el tiempo sería bueno, estable, no sería un suicidio pasar». Los días que el buque tardaría en pasar el Cabo de Hornos coincidían con un relativo buen tiempo, para lo complicado de la zona.

La aventura de cruzar a vela el Cabo de HornosLa aventura de cruzar a vela el Cabo de HornosAl final, el Juan Sebastián Elcano cruzó el Cabo el 28 de marzo navegando a vela hacia levante. «Lo que más recuerdo es el momento en el que anunciaron que estábamos pasando el Cabo de Hornos y dio un discurso el comandante para decirnos que habíamos hecho historia», recuerda Ramiro, un momento por lo demás de silencio, en el que todo el mundo se dedicó a disfrutar de las impresionantes vistas.

En realidad, bordear el Cabo no le llevaría al buque más de cuatro horas. La tripulación estuvo dos horas y media trabajando en cubierta, antes de entrar de nuevo en los canales patagónicos, donde ya no está permitido navegar a vela para buques de tanta eslora, porque ya no tienen margen de maniobra, entre las paredes de piedra a babor y estribor.

Seis meses. Este histórico momento fue el punto culminante de seis meses menos dos días de navegación, iniciados el 14 de enero en Cádiz y concluidos en 12 de julio en Galicia. Cuando Carlos Ramiro iba a salir en esta excepción, que han sido los mejores meses de su vida, le avisaron que tanto tiempo juntos en un espacio tan reducido, al final podía haber roces y problemas. Pero él ha notado «todo lo contrario». Cierto es que en la primera travesía de 28 días había quien se alteró. A partir de ahí, todo el mundo se adaptó, no hubo problemas, y los últimos días incluso fueron muy amables «y yo creo que hemos salido todos más unidos».

La aventura de cruzar a vela el Cabo de HornosLa aventura de cruzar a vela el Cabo de HornosTras una parada en Tenerife, la expedición inició una travesía a vela hasta América. Una de las anécdotas que este toledano recordará siempre con más cariño es cuando, cargando las velas de la cruz, tras 28 días. Cuando terminaban de acerar la vela, un compañero gritó «tierra a la vista». Eran las montañas de Río de Janeiro. El joven recibió el premio 'Rodrigo de Triana'.

De Río, la embarcación se dirigió a Buenos Aires, Punta Arenas, canales patagónicos, Cabo de Hornos, de nuevo canales patagónicos hasta el Pacífico, Chile y Lima, para cruzar el Canal de Panamá, hacia Cartagena de Indias, Puerto Limón, las bases militares de Florida, hasta Nueva York. En la travesía, los guardamarina conocieron varias ciudades y bases militares. Fueron además seis meses en los que se conjugaron la formación con el trabajo en cubierta y las guardias, con días incluso con solo tres horas y media de descanso.

Después de toda esta aventura, Ramiro confiesa que, como la mayoría de sus compañeros, ha vivido resaca emocional, «no podíamos parar de ver galerías de fotos del viaje y nos preguntábamos qué estábamos haciendo en casa otra vez si nos queríamos volver». De lo único que se arrepiente ahora, confiesa desde la tranquilidad de Azucaica, es de no haber subido más veces a los palos. «Porque es algo que no vas a tener la oportunidad de hacer  nunca más, solo si tienes la suerte de volver destinado como oficial al buque». Recuerda que no solo era una actividad muy divertida, plena de adrenalina por la altura, que ofrecía unas vistas privilegiadas.

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Hubo también momentos divertidos, no exentos de peligros, como una parada para bañarse en el océano Pacífico de camino a Colombia, poco antes de Panamá. Fue una experiencia impresionante, apunta el guardamarina toledano, porque era imposible ver el fondo del mar. Pero además los jóvenes se toparon de pronto con una tremenda corriente inesperada. El barco esta parado, pero la corriente comenzó a impulsar a los bañistas, que tuvieron que hacer un sobresfuerzo nadando contracorriente hacia las escalaras del barco. Al final tuvieron que hacer una cadena humana para salir todos. Ramiro es consciente que había una embarcación en el agua que velaba por su seguridad, pero la experiencia no deja de ser intensa.