Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


De nuevo la izquierda en su laberinto

11/01/2023

La reciente muerte de Nicolás Redondo ha puesto en candelero el debate sobre la izquierda española vista en perspectiva y su evolución durante las últimas décadas. El viejo sindicalista afirmaba últimamente que votaba al PSOE con la nariz tapada, pero en la época de Felipe González le montó una huelga general a aquel gobierno, mano a mano con el líder de CCOO, Marcelino Camacho, una huelga general que paralizó el país seis años después de llegar al poder Felipe con una mayoría absoluta abrumadora  que no se ha vuelto a repetir.
Redondo le dijo a Carlos Solchaga en un debate de televisión en prime time aquello de «Tu problema, Carlos, son los trabaja ores». El líder de UGT no estaba del todo conforme en aquella España en la que uno se hacía rico en un santiamén, se flexibilizaba el mercado de trabajo, se introducían las ETT y se comenzaba a abaratar el despido. Redondo, que años antes fue una figura clave en la consolidación de Felipe González en la secretaría general del PSOE, no podía comulgar, desde su sindicalismo en vena, con ciertos modos y maneras de aquellos años ochenta que, sin embargo, supusieron avances incuestionables en aspectos sociales y la inserción de España en los ámbitos europeos. Todo hay que verlo en perspectiva, también el devenir de la izquierda.
Nicolás Redondo, en una de sus últimas entrevistas, afirmaba también que no era capaz de reconocer las constantes socialdemócratas en la política actual: una economía de mercado, pero regulada, y una apuesta decidida por los servicios públicos y la protección social, y también un compromiso sin paliativos con España como espacio que garantiza la igualdad de todos, como espacio de solidaridad. En realidad el viejo sindicalista estaba poniendo el dedo en la llaga sobre el laberinto en el que se encuentra la izquierda en los últimos años, atenazada entre el populismo y los pactos con las fuerzas separatistas que por más que se titulen de izquierdas son una lacra reaccionaria que quiebra cualquier principio de igualdad.
No hablaba Nicolás Redondo, seguramente por pudor y por respeto a sus siglas, de unos sindicatos paniaguados incrustados en las estructuras de las empresas y de las administraciones públicas, desnaturalizados, sin garra, instalados, pero al mismo tiempo la izquierda en su dimensión política cada vez más ajena a lo sindical y más preocupada por llevar a la agenda pública debates muchas veces artificiales o al menos inflados y desvirtuados en laboratorios ideológicos, como está ocurriendo últimamente en todo lo tocante al género y también a una cierta interpretación del feminismo que se intenta imponer con dosis evidentes de sectarismo.
Una izquierda con la que personas como Nicolás Redondo, que -conviene no confundirse-, siempre fue un hombre realista, pragmático y moderado no se podía sentir identificado si no era tapándose la nariz. Es en ese laberinto donde las múltiples izquierdas que se disputan el espacio electoral se encuentran hoy de cara a los próximos comicios electorales, con un Pedro Sánchez dispuesto a continuar con su extraña aritmética parlamentaria con tal de seguir en el poder, y un Podemos agotado como proyecto político pero dispuesto a dar la última batalla con su líder en la sombra, que sigue siendo Pablo Iglesias, y una lideresa en retirada de los ambientes morados, Yolanda Díaz, que quiere ser ahora la voz más reconocible y exitosa de lo que hay a la izquierda del PSOE pero que para conseguirlo o entierra a Podemos o los restos de Podemos la enterrarán políticamente a ella.  Lo peor, sin embargo, es que de todas las izquierdas en liza ninguna, salvo alguna baronía en el PSOE y un amplio número de votantes de este partido más algún proyecto embrionario y en ciernes, rechazan de plano  las componendas con los grupos independentistas y todo lo que Pedro Sánchez con su aritmética ha conseguido consolidar durante los últimos años y que Alfredo Pérez Rubalcaba, del que todo el mundo se acuerda, bautizó con el expresivo nombre de Franskenstein, calificativo que me atrevo a decir que a personas como al sindicalista Nicolás Redondo no le acabarían de disgustar.  El caso es que muchos izquierdistas que se sienten algo huérfanos en este panorama terminan votando la sigla del viejo PSOE tapándose la nariz, como Redondo, por fidelidad a una sigla a la que acaso prestaron y siguen prestando grandes servicios.

«La izquierda sigue atenazada entre el populismo y los pactos con las fuerzas separatistas que en realidad son una lacra reaccionaria»