Javier López

NUEVO SURCO

Javier López


En el país del bronceado cero y la sandía cara

19/07/2023

En este país nuestro, en el que avanza inexorable la moda del bronceado cero, nos estamos quedando sin melones y sandías, lo que supone un auténtico desastre, un golpe certero a nuestra más genuina línea de flotación, un ataque a nuestra identidad más profunda. España es el país del sol y la sandía, y el de las señoras tostándose al sol vuelta y vuelta embadurnadas de aceite solar, y el de los ligones paseándose por la orilla igualmente embadurnados, pero ahora ya no, o cada vez menos. Todo se nos torna extraño y desconocido y ya no sabemos ni donde iremos a parar, con Sánchez o con Feijóo, nuestro problema va camino de ser una crisis existencial de gran calado y lo de las sandias y los melones, y también lo del regusto por la piel blanca e impoluta, es un signo más que evidente de lo que digo.
En los veranos de mi chavalería había todavía botijos en la sombra y señoras tostadas en las piscinas y las playas, y había la inevitable raja de sandía a los postres. Eso era esencialmente la España estival,  y todo lo demás, producto de importación. Ahora ya te dicen que lo del bronceado es una bobada que puso de moda Coco Chanel en los felices años veinte del siglo pasado, y además de bobada un perjuicio brutal para la salud de la piel, lo cual no deja de ser cierto. Lo de las sandias y los melones autóctonos es harina de otro costal y no hay por estos lares quien no se eche las manos a la cabeza con lo que no está ocurriendo. ¿Cómo es posible que se nos vega a pique el melonar y el sandiar patrio mientras Marruecos ofrece enviar todas las que queramos?, al menos con la misma intensidad con la que abren el portón de la inmigración cuando quieren presionar con lo de Ceuta y Melilla. Dicen que ha llovido poco, y luego ha llovido mucho y a destiempo, que esa es la causa de la desgracia que se ha llevado por delante la última cosecha, pero lo cierto es que el año pasado ya comenzamos a notar que la fruta más entrañable y popular del verano se nos ponía por las nubes. Si seguimos así veremos como en unos años se convierte en algo imposible para las clases trabajadoras y solamente se disfrutará de la sandía con cubertería de plata en los jardines del Ritz. Una delicatessen, la sandía dejará de ser la alegría estival del pueblo llano y se convertirá en el fruto prohibido de los placeres urbanos.
Es lo que está pasando en el país del bronceado cero en el que poco a poco nos estamos convirtiendo:  ni señoras tostadas al sol ni sandías en las mesas del pueblo. Cuando Coco Chanel puso de moda el bronceado, la alta sociedad era la más partidaria de la piel blanquecina, la piel tostada era símbolo de la plebe, la que trabajaba de sol a sol en los campos y en las calles, pero la diseñadora, gran transgresora, puso de moda el bronceado tras experimentarlo ella misma durante unas vacaciones en yate. Desde ese momento hasta la fecha, España se convirtió, por nuestra gran exposición al sol, en el país de la fiesta, de la siesta y del bronceado.  Aquí han venido los guiris a tostarse con un furor propio de las grandes causas, pero ahora cunde la moda anterior a Coco Chanel, no broncearse será signo de persona prevenida y saludable, profiláctica y equilibrada, aunque no tanto ya de alto poder adquisitivo y distinción, como en aquella época. Ahora el bronceado cero a la moda podrá llevarlo un currela al que no le da para  pasar tres días en Torrevieja y solamente se compra un cuarto de sandia en los días de fiesta. Es la España a la que vamos, me temo que antes y después de Sánchez, incluso antes y después de Feijóo. 
En el país del bronceado cero un ejército de expertos dermatólogos  pueblan las redes con sus recomendaciones más severas, pueblan las ondas y las televisiones alertando de que para ser un perfecto ciudadano hay que embadurnarse la cara hasta que pringue y se quede blanca de tan untada con  protección del cincuenta, aunque sea para salir a comprar el pan y para  echar un ojo a las sandias troceadas en cuatro partes y los melones partidos por la mitad que colocan en el super a ver si así uno se anima y se lo lleva de tan caros que están. Nos dicen que en España ya tenemos suficiente sol para nutrir nuestra piel de vitamina D, que todo lo que sea buscar la exposición persiguiendo el bronceado es perjudicial, y te lo cuentan con la misma soltura y severidad que aquellos curas de antes te decían que mirar a las suecas en las playas era altamente pecaminoso. El pecado hoy es lo que perjudica seriamente a la salud y le pone sal a la vida, pero la sal ya sabemos que es muy mala y provoca graves subidas de tensión.