Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


La gripe de 1918 en Talavera

18/03/2020


La gripe de 1918 comenzó a principios de año. Muchas personas empezaron a enfermar: debilidad, problemas estomacales, dificultad para respirar, fiebre, confusión y neumonía. Se desconoce el foco inicial; se observó, analizó y describió por primera vez en un campamento militar de Kansas, Estados Unidos, en marzo de 1918. Se extendió por todo el mundo. A España pasó desde Francia y avanzó paulatinamente por toda la península. A Talavera y sus comarcas llega a finales de septiembre, los contagios se multiplican con rapidez debido a la gran afluencia de gentes llegadas a la Feria de san Mateo.  El mes crítico será octubre, los primeros casos aparecen la primera semana de ese mes y aunque se adoptan precauciones clausurando escuelas y espectáculos, los casos se disparan de inmediato. Con una población de 12.500 habitantes que tenía la ciudad en aquello momentos, el 18 de octubre, las cifras oficiales contabilizan más de 600 enfermos, un buen número de ellos graves.
En toda la comarca la gripe hace su aparición. Los pueblos más castigados serán Valdeverdeja, Calera y Cazalegas. En Calera a mediados de octubre los estragos de la epidemia son brutales, mil infectados, más de la cuarta parte de la población y 27 muertos en solo tres días, los dos médicos de la localidad trabajan sin descanso alguno, en una labor que los propios vecinos consideran ‘heroica’, sin apenas medios ni medicinas y agravada la situación por la carencia de medidas higiénicas, salubridad de las casas y falta de productos de alimentación.
Por esas mismas fechas, Cazalegas, pueblo de 900 habitantes, presenta 197 casos de infección gripal, según el médico, además «los vecinos no encuentran carne que echar al cocido y las cantidades de huevos y leche disponibles son insuficientes».
Dramática se vuelve la situación en los pueblos más alejados y pobres, como es el caso de Los Alares, en La Jara, un vecino del pueblo, Vicente Rulo, envía una triste carta al gobernador civil de Toledo en que describe su situación: «No hay patatas, carne, leche ni legumbres. El pueblo carece de camino practicable que le comunique con Navalucillos, a 30 kilómetros de distancia. Las pocilgas forman grupos entre las casas, y los cerdos, pululando a todas horas por las calles convierten la villa en un estercolero. En estas condiciones, ha hecho allí su aparición la epidemia, y se carece de médico, medicinas, desinfectantes y recursos pecuniarios para alimentos».