Toledo, la ciudad de las sombras eternas, esconde, en sus recovecos oscuros y antiguos pasajes, historias que hielan la sangre.

Las leyendas que circulan por sus calles susurran sobre espectros vengativos que merodean las profundidades de sus edificios, donde los lamentos de almas atrapadas resuenen en la penumbra.

La Catedral, el Alcázar, iglesias, conventos... son testigos directos de siglos de violencia y sufrimiento, hogar de apariciones siniestras que se manifiestan en los momentos más inesperados.

Los autores y el alcalde de Toledo, Velázquez, en la presentación. - Foto: David PérezAhora, estos relatos aterradores son recogidos y plasmados en los libros por la empresa de visitas guiadas Rutas de Toledo. La presentación, en un Círculo de Arte abarrotado. Sobre la mesa presidencial, el primer número de una nueva colección de publicaciones muy toledanas: Crónicas del Misterio de Rutas de Toledo. Este primer ejemplar recopila un buen número de casos relacionados con fantasmas, espectros, aparecidos, desencarnados y objetos hechizados recopilados durante muchos años.

«Gracias a estos libros, salen a la luz cuestiones que no se habían publicado hasta ahora. Testimonios directos de trabajadores y trabajadoras de algunos edificios y monumentos importantes de la ciudad, pero también testimonios personales de gente que ha estado guardando en secreto durante muchos años sus secretos, y han decidido que lo publicáramos», destaca Luis Rodríguez, uno de sus autores.

«Recomendaría a todos los visitantes que pasen una noche en Toledo, una noche paseando por las calles. Después de leer el libro, que vayan a los sitios y lo hagan por la noche, y algo van a notar», añade Eloy Moreno.

Toledo, con su legado de dolor y sufrimiento, es un lugar donde los fantasmas del pasado no descansan en paz. Cuenta de ello, da su alcalde, Carlos Velázquez.

«Estudie derecho en la Universidad, en San Pedro Mártir, y fui testigo de un suceso paranormal. En el año 2000, durante una exposición, en la iglesia de San Pedro Mártir, falleció uno de los guardias de seguridad, y estos contaban que pasaban cosas por las noches. Pocos días antes del fallecimiento, tuve la oportunidad de estar por la noche allí, y escuchamos perfectamente como el picaporte de la puerta del patio se movía. ¡Y no había nadie!», apunta Velázquez.