Carlos Rodrigo

Entre columnas

Carlos Rodrigo


Cien cruces arrastradas

27/11/2023

Siempre admiré a los Políticos. No es coña. No hablo de los funcionarios de la política (hombres y mujeres del Renacimiento, que diría el insobornable poeta Abadio) que igual valen para rotos que para descosidos; que nunca se han dedicado, o renuncian a emprender, a otras empresas por lagunas formativas o simple molicie, que legítimamente se ganan las habichuelas refugiándose del frío, que implica salir de la zona de confort de los contactos y cargos, sin sacar jamás los pies del tiesto. A estos los entiendo, todos tenemos jefes e hipotecas y, hasta a veces, las cosas como son, los envidio… nunca he ocultado que en otra vida más regalada desearía ser Senador, pero no los admiro.
Mi encomio va por los Políticos que sacrifican parte de su vida y tiempo por el interés común, por pura convicción de ayuda a los demás. Desde el concejal de pueblo que trabaja gratis hasta el profesional que se ha liado la manta a la cabeza para sumergirse en el ingrato berenjenal público perdiendo salud y dinero.
Siempre he sostenido que cobran poco y menos para la ilusión y, en algunos casos, valía que rezuman y atesoran. Todos conocemos ejemplos. La mayoría solo están por un tiempo, el desgaste es máximo, e incluso algunos dimiten porque sus tragaderas son muy limitadas.
En ellos pensaba en la presentación del libro 'Cien cruces arrastradas', de Jose Luis Díaz Caballero, editorial Velasco (2023). Doloroso título sacado del poema 'La mula' de Cesar Vallejo, poeta doliente y dolido a quien le dolía el mundo como un solo hombre, recordándonos cuán infinitamente anchas son las espaldas del que sufre.
A ellos me encomendaba al leer este relato referido a la soledad del Político. Una novela sin nombres propios, que ponga cada cual los suyos, ni lugares explícitos, que lastima en lo más íntimo porque sabemos que un trozo de ese sentimiento de culpabilidad y dolor universal nos pertenece.
Una novela recomendable, ni cómoda ni fácil en la reflexión, pero sí dinámica en su lectura ágil y febril, que nos hace meditar sobre la utopía de la perfección, las aristas del amor y las trampas al solitario del poder.
En momentos de salva patrias o mata patrias, me apetecía recomendar esta lectura y reivindicar la condición política sacrificada y honesta de tipos y tipas, más o menos anónimos, que se comen las uñas y la cabeza por hacer las cosas bien. 
Los que transitamos por los aledaños de la cosa pública tenemos muy presente que las necesidades son ilimitadas, pero que los recursos son limitados. Por eso a la ciudadanía le duele y frustra especialmente tanto las ocurrencias de iluminados e intransigentes como las exasperantes inercias y desidias de apoltronados y cínicos.
Estas palabras de arena y polvo surgen por esos Políticos, de todo hay en la viña del Señor y del señorito, que tienen el mérito de ejercer, como mejor saben (pueden), una labor tan denostada como necesaria en tiempos de cruces y naipes arrastrados.