La suerte está echada

Pilar Cernuda
-

Pocas veces se ha ido a unos comicios en España como en esta ocasión: con la seguridad de quién va a ser el vencedor pero con la menor de las certezas sobre quién podrá gobernar el país

La suerte está echada

Día de reflexión. No solo para los candidatos que podrán recuperar a la familia perdida durante el último mes, sino también para los ciudadanos, que ya conocen sus proyectos, han tenido oportunidad de seguir sus declaraciones, sus debates e, incluso, verlos en directo en alguno de los mítines. 

Quien ha querido estar informado lo está, aunque también los hay que pasan de seguir la actualidad y prefieren dar su confianza a quien le cae bien, más allá de lo que defiendan o quieran hacer con España. Candidatos y medios de comunicación han hecho los deberes y no hay español que no sepa qué representa cada grupo político, cada aspirante, y pueda decidir su voto con todos los datos en su mano. La suerte está echada, solo queda esperar el resultado de las urnas, que es la única encuesta definitiva.

Pocas veces se ha ido a unas elecciones en España como en esta ocasión: con la seguridad de quién va a ser el ganador pero con menos certeza sobre quién podrá gobernar el país durante los próximos años. 

Feijóo tiene todas las papeletas para ser el nuevo presidente, pero necesitará conseguir aliados que respalden su proyecto y le cedan los escaños precisos para salvar la investidura. Al menos, en la segunda votación, porque ya no sería necesaria la mayoría absoluta en el Congreso, sino que valdría con tener más votos que su adversario. Si se diera esta situación, será fundamental la decisión de los de Vox.

Al líder gallego no le gusta el partido de Santiago Abascal. No es una percepción, sino una certeza, pues se ha ocupado de decirlo en todas y cada una de las ocasiones en las que se le ha preguntado. Siempre respondió lo mismo; su aspiración, si gana, es gobernar sin ministros que no hayan sido elegidos por él, no quiere un Ejecutivo de coalición. Pero, además, reiteró de forma explícita que son muchas e importantes las cuestiones programáticas que les separan. 

El popular lanzó un mensaje que entienden muy bien los que saben el funcionamiento del partido derechista: Feijóo no critica especialmente a Abascal, al que conoce porque toda la carrera del presidente de Vox se ha desarrollado en su formación; pero sí explicó que su posición adversa se centra en lo que defienden algunos de los compañeros del vasco. 

Debate a tres

Vox tuvo su gran momento de poner en valor un partido al que los sondeos advierten que perderá un número considerable de votos y escaños respecto a las elecciones anteriores. Esa oportunidad se produjo cuando RTVE invitó a un debate a Sánchez, Feijóo, Abascal y Díaz, pero el PP se negó a ir porque consideró que debían acudir también PNV, EH Bildu y ERC que, además de su importancia parlamentaria, han sido socios del último Gobierno. 

Abascal quedó, por tanto, como único candidato de la derecha, pero se dejó vencer por Sánchez y Díaz, no solo porque lo presentaron como acólito de Feijóo sino porque solo se trataron los asuntos más polémicos de su grupo, los que provocan mayor rechazo social en las filas del centro derecha. 

La cita también era una prueba de fuego para el socialista. Para sorpresa de casi todo el mundo, en el único cara a cara que mantuvo con el presidente del PP, éste le ganó sobradamente, no por los puntos. Lo reconocieron abiertamente, incluso, los medios afines al PSOE y al Gobierno, y los estrategas de Moncloa hicieron cambios en su campaña: menos mítines y más entrevistas en televisión y radio. Una estrategia que volvieron a cambiar la última semana cuando les alertaron de que en una docena de provincias, las que se juegan menos de cinco escaños en el Congreso, la Ley D'Hondt favorece a los partidos grandes. Eso significaba que los votos de los extremos decidirían si el último escaño sería para el PSOE o el PP, no para Vox o Sumar. 

Esta situación la tuvo en cuenta Génova desde antes de empezar oficialmente la campaña y, de hecho, Feijóo, además de docenas de entrevistas en prensa, radio y televisión, recorrió España de lado a lado, grandes y pequeñas provincias incluídas, precisamente peleando por «el último escaño». 

Pues bien, además del cambio de línea en la última semana, el equipo electoral de Sánchez confió en que el debate de la televisión pública podría suponer el olvido del cara a cara con Feijóo y presentar a un presidente del Ejecutivo con ganas de seguir defendiendo los intereses españoles en un próximo mandato. No salió bien.

El PSOE se pasó toda la campaña identificando al PP con Vox, y Feijóo, más que otros candidatos de su partido, se empeñó en decir que son diferentes. En el último tramo, Ferraz centró sus ataques en la polémica fotografía del popular con el narcotraficante Marcial Dorado, que el gallego estaba seguro de que iba a aparecer. Con una novedad que aportó Feijóo el último día durante una entrevista con Carlos Herrera: en ese encuentro con Dorado, hace 30 años, él sabía que «había sido contrabandista», sin ninguna relación con el narcotráfico. Arriesgada confesión. Para muchos españoles, contrabandista puede ser lo mismo que narcotraficante. Habrá que ver si el líder popular ha sabido calibrar las consecuencias de su declaración.

El PP está seguro de ganar, pero no tanto de alcanzar lo que le indican algunas fuentes. Es probable que su presidente esté más centrado en su optimismo que en presumir tanto de altas expectativas que puedan convertir un triunfo rotundo en un fracaso.

Objetivo. El gran reto de Feijóo es alcanzar más escaños que la suma de la izquierda, lo que le permitiría llegar a algún pacto con partidos regionales y esperar que Vox se abstenga, porque así tendría suficientes apoyos para aprobar la investidura en segunda convocatoria. 

Los de Abascal dicen que quieren formar parte del Gobierno, pero parece dudoso que si el PP gana, huya de la coalición. Los derechistas votarían entonces en contra del líder popular, lo que supondría estar a favor del PSOE y que Sánchez continuara como presidente. Pero los caminos de la política son inescrutables, y los de Vox más que los de cualquier otra formación.

Por su parte, el portavoz del PNV en el Congreso, Aitor Esteban, declaró que su partido no votaría en ningún caso al PP, pero Ortúzar, su presidente y que es quien decide, no se cierra a esa posibilidad. Urkullu, con una magnífica relación con Feijóo, también podría admitir un apoyo a su investidura, pero no está en su mano sino en la del jefe de su grupo. Es decir, si el popular se acerca a los 160 escaños podría gobernar, pero hay que acercarse, y que Vox se abstenga.

En estas elecciones, para gobernar, tanto Sánchez como Feijóo, tienen que trabajarse mucho las negociaciones posteriores si no hay una gran diferencia de escaños entre el primer y el segundo partido. El mes de agosto va a ser de infarto.