«El río Tajo es una alcantarilla a cielo abierto»

Á. de la Paz
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El profesor de la UCLM y miembro del Grupo de Investigación del Tajo habla sobre una nueva herramienta para la detección de zonas inundables, advierte contra la construcción en antiguos cauces y pone el foco en el gasto de agua de la agricultura

José María Bodoque, profesor de la UCLM y miembro del Grupo de Investigación del Tajo - Foto: Yolanda Lancha

Ha participado en el desarrollo de un método basado en rangos de probabilidad que permite elaborar mapas de riesgo de inundación más fiables. ¿Son los mapas actuales suficientemente certeros para la gestión de estos riesgos?

Los mapas actuales, no sólo los que los que se desarrollan en España sino los que se hacen en los países más avanzados, siguen un enfoque determinístico. Los mapas se generan a partir de modelos que tienen unos parámetros de entrada: a cada uno de esos parámetros se le asigna un valor fijo con el criterio que sea. Lo que se obtiene es un mapa binario que nos dice que hay una zona que se inunda y hay otra zona que no se inunda. 

Además, lo que se comunica con ese mapa es que la probabilidad de inundación y no inundación es del cien por cien. Eso, conceptualmente, es erróneo porque los estudios de inundabilidad están sujetos a incertidumbre. Es imposible afirmar que el valor cien por cien seguro para cada parámetro es un valor fijo, un valor único. Como se juega con incertidumbres, esos parámetros se tienen que definir en base a rangos. Es decir: el parámetro va de tal valor a tal valor y así con todos los parámetros. Entonces, a esos rangos se les asocia una función de distribución que genera una población para cada parámetro de 500 muestras. Lo que se hace es correr el modelo 500 veces, mil veces, o las que sean necesarias. Y para cada uno de esos escenarios en el que se combinan distintos parámetros se genera una probabilidad de inundabilidad. Ya no se afirma que este ámbito se va a inundar con una probabilidad del cien por cien, sino que se va a inundar con una probabilidad, la que sea. De manera que el gestor tiene un abanico de posibles resultados, cada uno de ellos con su probabilidad correspondiente.

¿Para qué sirve la herramienta que han creado? ¿Qué administraciones o instituciones pueden aplicarla?

Cualquiera. Estos mapas son un instrumento fundamental porque determinan qué medidas tienen que poner en práctica los gestores para mitigar el riesgo. Es decir, para minimizar todo lo posible el impacto económico de las inundaciones y las afecciones a la vida humana que, a veces, por desgracia, tienen como resultado la pérdida de vidas. En el nivel estatal pueden usarlos la Dirección General del Agua. A nivel local, los ayuntamientos. Y en otros niveles, las confederaciones hidrográficas.

La DANA del 3 de septiembre arrasó la provincia. En algunas localidades, los arroyos canalizados reventaron, afectando al espacio urbano y destrozando viviendas y espacios industriales. ¿Qué pasó?

Ocurrieron, básicamente, dos cosas. En primer lugar, se trata de un proceso natural más o menos intensificado por factores como el cambio climático. Pero el principal problema, y eso es algo que ocurre en muchos municipios de la provincia de Toledo, es que especialmente desde la segunda mitad del siglo XX hasta los primeros años del siglo XXI se ha urbanizado sin control. Se han ocupado los espacios fluviales, espacios que normalmente no llevan agua o que pasan muchos años sin llevar apenas una gota de agua. Ahora bien, cuando llueve mucho se genera una crecida en estos arroyos. Evidentemente, eso genera una afección importante en estos municipios. Esto ocurre en Cebolla porque hay un arroyo que cruza prácticamente por la mitad del pueblo y está urbanizado. Pasó más recientemente en Cobisa, en 2021, donde el arroyo de la Degollada corta casi por la mitad el pueblo. Tenemos un problema bien gordo. Que no hubiera muertos ni en Cebolla ni en Cobisa fue un milagro.

¿Se pudo prevenir? ¿Podrían haberse minorado sus efectos?

El problema es que tomar una decisión errónea como fue urbanizar espacios fluviales hace que ya vayamos contracorriente. Se pueden implementar diferentes tipos de medidas, pero seguirá habiendo viviendas en el curso de un cauce. Y cuando ese cauce funciona tendremos problemas.

Cuando se producen las grandes riadas se tiende a señalar el problema de haber construido cerca de antiguos cauces. ¿Cuánto hay de cierto en eso? ¿Es algo frecuente en la provincia?

Es un fenómeno absolutamente habitual. En 2008 se aprobó el texto refundido de la Ley del Suelo. A partir de ese año, cualquier propuesta que plantee cambiar el uso del suelo, de rural a urbano o lo que fuere, exige que si en el ámbito en que se quiere planificar es cruzado por un cauce -que no necesariamente tiene por qué llevar agua y habitualmente no la lleva- hay que hacer un estudio de inundabilidad y normalmente no debería urbanizarse. El problema lo tenemos hasta 2008, que se urbanizó sin control y no se tenían en cuenta este tipo de problemas.

¿Qué le pasa al río Tajo? ¿Qué diagnóstico hace de su salud?

El río Tajo es una alcantarilla a cielo abierto. Es un riesgo porque lleva siempre el mismo caudal, de aproximadamente 10 metros cúbicos por segundo durante todos los días del año. No tiene crecidas ordinarias. El río Duero o el río Ebro, que son ríos equivalentes, tienen crecidas de 1.500 metros cúbicos por segundo. Aquí, sin embargo, en el tramo medio del Tajo todos los días del año son unos 10 metros cúbicos por segundo. El agua que lleva el río en este tramo son, prácticamente, los efluentes de las depuradoras de Madrid. O sea, no tienen un origen natural. ¿Y por qué lleva tan poco? Pues porque hay que tener una garantía de abastecimiento a Madrid. La cuenca del Tajo es la más presionada porque tiene a Madrid y toda su área metropolitana. Y a eso hay que sumarle el trasvase Tajo-Segura, claro.

¿Afronta el Tajo a su paso por Toledo una problemática diferente a la que le afecta en otros tramos? ¿Es la ciudad el punto crítico de un recorrido de más de mil kilómetros? 

El tramo que va desde a Aranjuez a Talavera es, de largo, el más degradado en la cuenca. Pasado Talavera, cuando yo desembocan el Tiétar y todos esos ríos importantes de Gredos que son muy caudalosos, el estado del río mejora algo. Vuelve a empeorar a medida que se aproxima a la frontera de Portugal porque lo que se tiene ya no es un río sino una sucesión de grandes embalses. La zona donde se encuentran los tramos prístinos, los tramos bien conservados, es en la cabecera, hasta Trillo.

¿Un Tajo pobre de caudal puede ser un Tajo sano siempre que ese caudal venga limpio?

No, la Directiva Marco del Agua establece que un río en buen estado ecológico tiene que satisfacer tres premisas. La primera es que tenga un buen estado físico-químico; es decir, que la calidad del agua sea buena. También ha de tener un buen estado ecológico, lo que supone que en el ecosistema fluvial estén todos los animales microinvertebrados y microvertebrados que lo habitan. Y, por supuesto, depende de que el río disfrute de una buena calidad hidromorfológica, lo que impacta directamente tanto en el buen estado ecológico como en el buen estado físico-químico. 

Un buen estado hidromorfológico implica que el río tenga pulsos de inundación anuales, crecidas que cada año ocupen las riberas porque este proceso es fundamental para la calidad del hábitat ripario, las zonas de riberas. Por tanto, un río con poco caudal, aunque con una buena calidad físico-química, no es un río. Un río tiene que tener a lo largo del año crecidas ordinarias y periodos de estiaje, porque el sistema fluvial no es solo el río, también son las zonas de ribera que se tienen que inundar para estar en buen estado. El río tiene que tener suficiente calado para que los típicos árboles riparios, los álamos y demás, tengan acceso al agua.

¿Resultan sostenibles los trasvases según su volumen actual? ¿Lo serían si las derivaciones tuvieran menos volumen o el único escenario que garantiza la salud del río es acabar con esta política?

Desde un punto de vista social y ambiental, en Castilla-La Mancha no es sostenible. Luego, en el Levante existe otra problemática. Pero ambientalmente no es sostenible desde la década de los ochenta del siglo pasado. De hecho, los gestores de la Confederación Hidrográfica se refieren al «efecto 1980», porque desde aquel año en el Alto Tajo está lloviendo bastante menos de lo que lo hacía con anterioridad. Y esos son los estándares que se siguieron para diseñar el trasvase. Si, por un lado, estamos hablando de un río que en su tramo medio no lleva agua, no tiene sentido que se derive fuera. Por otro lado, el sector primario en Castilla-La Mancha es el más importante; por tanto, si el agua que se genera en la región se va a dedicar principalmente a agua de riego parece lógico que se utilice acá en vez de fuera. El problema social está en Murcia porque se han invertido cantidades ingentes de dinero en base a la disponibilidad del recurso agua. Y, además, esa disponibilidad se ha fijado por ley. Ponerle ahora el cascabel al gato no es fácil. 

Y un trasvase como el que se planteó en los primeros 2000, desde la desembocadura del Ebro al sureste peninsular, ¿sería posible?

Para la ingeniería es perfectamente posible. Pero ambiental y socialmente, no. Se ha comentado muchas veces que no tiene sentido que el agua se pierda en el mar. Pero el agua que desemboca en el Mediterráneo también lleva sedimentos y otros elementos. Esos sedimentos alimentan al Delta del Ebro: si trasvasamos agua, llegan menos sedimentos y a la larga nos lo cargamos. Además, España se ha comprometido con diferentes estrategias y políticas europeas e internacionales que llevan a la preservación y, en su caso, a la restauración de los ecosistemas degradados. Hay un compromiso con la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, hay compromisos con la Directiva Marco del Agua o con el Pacto Verde Europeo. Y todas estas estrategias y políticas van en la línea de la preservación. Si es necesario restaurar los ecosistemas degradados, no cabe un trasvase de este tipo en el medio plazo porque llevaría a la destrucción del delta.

La contaminación es otro de los problemas que se citan como habituales. ¿De dónde surge?

La contaminación es quizás el único aspecto que ha mejorado significativamente en las últimas décadas. Casi todas las aguas residuales -o un porcentaje muy alto de ellas- se depuran: las aguas del Tajo no están ahora más sucias de lo que estaban en las décadas de los sesenta, setenta u ochenta, cuando no se depuraba nada y todos los vertidos industriales iban a parar directamente al río. Aunque se ha mejorado en este aspecto, lo que no se ha abordado todavía es la problemática de los contaminantes emergentes, que son los medicamentos que se excretan por la orina como las drogas de abuso o la cocaína. No se sabe muy bien qué impacto tienen el ecosistema porque no se ha estudiado, aunque esos contaminantes están. De hecho, nosotros los hemos medido. En el Tajo hay metabolitos de cocaína y de varios medicamentos, desde antidepresivos hasta fármacos para la hipertensión. Insisto: la calidad del agua no está mal, pero hay contaminantes emergentes cuya problemática no se ha abordado. Y el problema no es tanto de contaminación como de falta de agua.

¿Cómo se pueden resolver los problemas de contaminación que padece el río a su paso por la ciudad? 

Cuando se generan espumas, como son muy espectaculares, se alarma mucho a la población. Muchas veces surgen por problemas derivados del mal funcionamiento de las depuradoras que, por la razón que sea, no trabajan bien temporalmente y liberan nitratos, fosfatos y una serie de contaminantes que son los que provocan estas espumas. De hecho, una depuradora que generaba o ha generado problemas serios en el pasado es la del Polígono. Incidir en el buen mantenimiento de las depuradoras evita este tipo de episodios.

El estado de los cauces ha generado una agria polémica por el desbordamiento del arroyo Ramabujas en septiembre. ¿Cómo se deben cuidar?

Limpiar los cauces no significa arrasar con la vegetación de ribera. Es verdad que cuando un cauce está muy vegetado la rugosidad es mayor; es decir, la corriente se frena y aumenta la altura. Se puede trabajar en eso, pero limpiar los cauces no puede suponer la eliminación de toda la vegetación de ribera. Por otro lado, cuando se montan empresas al lado de un cauce se ha de saber que pueden pasar estas cosas. Es que incluso aunque arrasaran con toda la vegetación, lo que mitigaría el problema, no se impediría que con eventos muy importantes como el de septiembre ocurriera. Es inevitable: en el momento en que alguien se expone ubicando su actividad en el espacio fluvial, en este caso en el de un arroyo, debe saber que puede suceder. Estas cosas pasan una vez cada bastantes años, pero cuando se producen surgen los problemas

Más allá de la ciudad y su provincia, ¿qué lineas maestras deberían regir en un hipotético Plan Hidrológico Nacional? 

El cuello de botella está en la agricultura. Vamos hacia un escenario en el que parece que cada vez va a llover menos y, consecuentemente, vamos a tener un acceso más limitado y complicado al agua. Sin embargo, la agricultura intensiva de regadíos ha aumentado de manera bastante importante en las últimas décadas, de manera que el total de la demanda de agua que hay en España, aproximadamente el 80%, es agua de regadío. Hay que actuar ahí: a lo mejor no tiene sentido poner arrozales en los Monegros como se ha hecho. Habrá que apostar por cultivos con una demanda de agua menor e incidir en la conservación de los tramos fluviales que están todavía en buen estado. Y, más tarde, avanzar hacia un cambio de modelo en la agricultura con técnicas de riego más eficientes. O plantear un cambio de modelo de cultivos. 

Una solución para el trasvase puede ser el agua desalada. En el caso de Murcia se utiliza agua de trasvase que les sale casi gratis porque se transporta por gravedad. Si se utilizara agua desalada, que se desala en la línea de costa del mar, habría que bombearla tierra adentro, hasta donde están los cultivos. Pero el coste energético sería muy alto y, por tanto, la rentabilidad de los cultivos, más baja. En Málaga, por ejemplo, se ponen aguacates porque es un cultivo que está muy bien pagado y el agua es barata. Si pagaran lo que realmente cuesta el agua, quizás en vez de aguacates pondrían pistachos, un cultivo que tiene unos rendimientos de demanda de agua muy bajos.

Somos un país eminentemente seco. ¿Cómo se pueden mejorar las recursos: hacen falta más embalses, se debe apostar por las desaladoras, existen otras alternativas?

En términos relativos, España está en el top 10 de países con más embalses del mundo. Pero todas las ubicaciones óptimas para emplazar embalses prácticamente se han ocupado. Por ahí no hay mucho que hacer y además las limitaciones ambientales son muchas. ¿Hay que apostar entonces por la desalación? Sobre todo por la reutilización, por optimizar aún más las técnicas de depuración. Que el agua que llega a las depuradoras sea reutilizable, si no para agua de boca -que quizás sea un poco excesivo-, sí para regar cultivos, uso industrial u otros tipos de uso. Hay que mejorar las técnicas de depuración para reutilizar el agua, avanzar hacia un nuevo modelo de cultivos y en el diseño de técnicas que minimicen el gasto de agua. Y todo eso complementarlo, cuando sea posible, con desalación.