Ángel Monterrubio

Tente Nublao

Ángel Monterrubio


Tía Dominga, la Componedora

11/10/2023

Decían que tía Dominga, la Componedora, había nacido la noche de San Juan y por eso tenía poderes para curar, echar maldiciones y ver el porvenir. Pero era un decir, porque sus padres la sacaron del hospicio de Toledo y la fecha en la partida de bautismo la pusieron a voleo. Lo cierto es que recomponía manquedades, curaba catarros tercos con el bebedizo que salía de cocer en aguardiente cáscara de pino, ortiga y ruda y daba buenos y acertados consejos al que se los pedía.
Decían que tía Dominga, la Componedora, había tenido un pretendiente de la parte de Lanzahíta que vino de mediero a La Honrubia con los regadíos; buen mozo, rumboso, trabajador y perdidamente enamorado de ella. Y que, como no le hizo caso, embarcó despechado para las Américas y en Argentina se hizo rico exportando carne de vaca congelada. Pero era un decir, porque todos los medieros de La Honrubia fueron veratos. Quien sí la rondó un tiempo fue Sinforiano, el de la Rápida, que iba a verla los domingos en bicicleta.  Tía Dominga, la Componedora, le dejó bien claro que ella nunca se iría de la huerta porque debía cuidar siempre a sus padres que para eso la habían sacado del hospicio y la cosa se enfrió y acabó en nada cuando a Sinforiano, el de la Rápida, le cambiaron la ruta.
Decían que tía Dominga, la Componedora, podía hacer variar el rumbo de las truenas que venían del Cerro de La Estrella según recitara unas impetraciones que sabía asomada a una u otra ventana de su casa. Pero era un decir, cuando barruntaba, aún lejos, la nubla llamaba a Tula, su perra -solo pasaba a casa en esas ocasiones-, se metían en la sala de respeto a oscuras y le acariciaba la cabeza para sosegarla hasta que pasaba.
Decían que tía Dominga, la Componedora, le había salvado la vida a tío Nicanor, Zahones, cuando tiró de soga para ahorcarse en una higuera del Camino Viejo de Oropesa entretallado por las letras. Eso sí que no era un decir. Primero pensó que andaba podando, pero cuando no vio herramientas y sí la cuerda de pita de sacar agua del pozo con el cubo le vinieron las certezas. Con palabras sensibles, mucho cariño y la promesa de dejarle treinta mil duros para que se fuera arreglando, tío Nicanor, Zahones, se volvió atrás de la terrible decisión.