¿Por qué Guadalupe sí, pero Béjar no?

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La decisión del nuevo arzobispo de «facilitar» que el monasterio pase a depender de la provincia eclesiástica extremeña ha provocado el rechazo habitual por parte del clero toledano.

¿Por qué Guadalupe sí, pero Béjar no? - Foto: Manu_Reino

Las recientes declaraciones del nuevo arzobispo de Toledo, Francisco Cerro Chaves, en las que ha manifestado su intención de «facilitar» tras su llegada a la Sede primada que el monasterio de Guadalupe pase a depender de una diócesis extremeña, han causado a partes iguales estupor y malestar en buena parte del clero toledano. Los sacerdotes dependientes de Toledo consideran contradictorio que el nuevo prelado -natural de Extremadura y administrador apostólico de la diócesis de Coria-Cáceres hasta tomar posesión de su nuevo destino, el próximo 29 de febrero- pretenda la integración en Extremadura de Guadalupe pero no de Béjar (Salamanca), sede arciprestal del obispado de Plasencia aunque situada fuera de tierras extremeñas. «¿Facilitaría también el nuevo arzobispo que la diócesis de Plasencia renunciase a Béjar -que, siguiendo su razonamiento de modificar los límites de las provincias eclesiásticas para solaparlas con las demarcaciones civiles, tendría que integrarse en la diócesis de Salamanca- en caso de seguir reivindicando lo mismo para Guadalupe?».

Los religiosos toledanos señalan, asimismo, que la reivindicación del nuevo arzobispo toledano se centre solamente en el monasterio y no en la treintena de municipios que, estando también en tierras extremeñas, pertenecen así mismo a la provincia eclesiástica de Toledo. «Francisco Cerro sabe muy bien que la Iglesia extremeña, debido a la escasez de sacerdotes, tendría grandes dificultades para gestionar las parroquias de aquellos pequeños pueblos y por eso se desentiende». No se trata, por tanto, de una decisión basada en motivos pastorales, explican fuentes religiosas consultadas por este periódico. De hecho, «debido a la falta de sacerdotes en algunas zonas de Extremadura -hay casos en los que hasta cuatro parroquias dependen de un solo presbítero- y debido a la edad de la mayoría de ellos -frente a la media de los sacerdotes toledanos, una de las más bajas de la Europa católica-, habría precisamente motivos pastorales para dejar las cosas como están».

Tampoco parece un argumento suficientemente sólido -pese a haber sido esgrimido en varias ocasiones por la Junta de Extremadura y por su presidente, el socialista Guillermo Fernández Vara- la supuesta «anomalía» de que la Virgen de Guadalupe, siendo patrona de los extremeños (vinculación muy reciente, solamente desde 1906), sea venerada en un espacio situado fuera de esta provincia eclesiástica. «Con esta ‘anomalía’ conviven los canarios, que son sufragáneos de la archidiócesis de Sevilla, sin que pase nada. La Virgen de Guadalupe, por otra parte, no va a ser ‘menos extremeña’ por ser venerada en territorio de la archidiócesis de Toledo; tampoco va a serlo ‘menos mexicana’, donde millones de fieles la veneran».

La reivindicación del nuevo arzobispo, si es que realmente cobra forma una vez que se haya producido su llegada a Toledo, no es precisamente nueva. Solo durante las dos últimas décadas ha habido varios intentos, uno de ellos producido a finales del pontificado de Francisco Álvarez, quien abandonó de facto la Sede primada -es arzobispo emérito- en 2002. El movimiento por parte de Extremadura contó entonces con una sólida oposición por parte de los sacerdotes toledanos. La polémica de Guadalupe no se encendió demasiado en tiempos de Antonio Cañizares, contando como gran valedor por parte toledana -«Toledo y Guadalupe son inseparables», manifestó en 2005- con el entonces obispo auxiliar Ángel Rubio, hoy obispo emérito de Segovia.

Todo lo contrario sucedió durante el pontificado de Braulio Rodríguez, a partir de 2009. Su mandato -que el anterior arzobispo inició adoptando decisiones mucho menos polémicas, comenzando por la decisión de devolver la fiesta del Corpus Christi a la tradicional jornada de los jueves- coincidió con un repunte de las reivindicaciones políticas extremeñas, la mayoría de las cuales son articuladas a través de la plataforma ‘Guadalupex’. La oposición del último arzobispo al cambio de diócesis fue, de hecho, tan enconada en Roma que hay quien especula con que llegase a costarle el cardenalato. También hay voces que opinan que el papa Francisco podría aprovechar la polémica de Guadalupe para fomentar una paulatina ‘descentralización’ de la Iglesia española o que quien realmente ha trasladado hasta Roma la reivindicación del monasterio extremeño ha sido no el antiguo obispo de Cáceres-Coria, sino el arzobispo de Mérida-Badajoz, Celso Morga Iruzubieta, quien hasta el inicio de su pontificado en 2015 acumuló una larga y sutil experiencia en la curia, en Roma. Teorías para todos los gustos que, sin embargo, poseen una base real: será allí, en el Vaticano, donde se adopte la decisión que ponga fin al conflicto. Si es que llega.

La Academia. La polémica ha interesado, en estas última semanas, a la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas, que trabaja en un informe donde se razone la pertenencia de Guadalupe a Toledo a partir de claves históricas y eclesiásticas. Las conclusiones podrían estar listas para la próxima semana.