El cambio tiene rostro de mujer

M.R.Y. (SPC)
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La elección de Schlein como nueva líder del PD ha puesto a dos dirigentes antagónicas al frente de la masculina y machista política de Italia

El cambio tiene rostro de mujer - Foto: JOHANNA GERON

Considerado uno de los países más machistas de Europa y una de las naciones de todo el mundo donde la brecha de género es más abultada, Italia parece haber comenzado una etapa de cambio. Al menos en lo que a política se refiere. El primer paso se dio en septiembre del año pasado, cuando Giorgia Meloni arrasó en las elecciones generales, un mes después continuó cuando la ultraderechista se convirtió en la primera mujer en ponerse al frente del Gobierno de Roma y continuó en febrero de 2023, cuando la joven Elly Schlein dio la sorpresa y se impuso en las primarias del progresista Partido Demócrata (PD), poniendo así también por primera vez a un rostro femenino a cargo de la oposición parlamentaria.

Son dos perfiles totalmente antagónicos, pero coincidentes en algunos aspectos: las dos son mujeres carismáticas y líderes políticas menores de 50 años -Meloni tiene 45 y Schlein, 37- en un mundo tradicionalmente destinado a hombres de mediana edad encaminados a la senectud. Ambas rompieron sus respectivos techos de cristal al despertar el entusiasmo entre sus filas. 

Eso sí, una, desde el inicio de la andadura de su partido, el ultraderechista Hermanos de Italia, que ayudó a fundar y del que se puso al frente en 2014, llegando también a ganar adeptos entre votantes más moderados de la esfera conservadora. La otra, como símbolo del cambio necesario en un partido en caída libre y con el ánimo también de atraer a aquellos que, como ella, dieron la espalda al PD en algún momento. Y las dos con la premisa de representar a una sociedad como la italiana, donde todavía existen muchos comportamientos machistas generalizados.

Contrapuestas

Sin embargo, es evidente que comparten diferencias. Con una ideología política contrapuesta, las dos llegan de una historia opuesta: la líder progresista procede de movimientos sociales y el descontento con su partido le llevó a abandonarlo durante siete años -entre 2015 y 2022-, mientras que la premier lleva desde su juventud ligada a la política tradicional y sus desavenencias con su formación -Alianza Nacional, que acabó fusionándose con la Forza Italia de Silvio Berlusconi- provocaron que acabase formando un grupo político más acorde a su ideología.

Mientras Meloni se autoproclama portadora de valores cristianos, con el lema Dios, patria y familia como referencia, Schlein lo hace de un modelo más amplio, en el que su mayor apuesta está en conseguir un mayor reconocimiento de los derechos civiles y ya ha comenzado al impulsar una ley para familias homoparentales que presentó hace unos días con la consigna Manos fuera de nuestros hijos e hijas.

Esa es otra de las diferencias entre ambas. Si uno en uno de sus más famosos discursos la ultraderechista reivindicó que el de madre era uno de sus grandes papeles -«soy una mujer. Soy una madre. Soy italiana. Soy cristiana. No me lo pueden quitar»-, su rival se jacta de no serlo y de tener preferencias sexuales «no heterosexuales» -«soy una mujer, amo a otra mujer y no soy madre, pero no por eso soy menos mujer»-. Y si la primera se define como «italiana», su némesis lo hace como una «mujer cosmopolita profundamente europeísta» gracias a sus raíces familiares -suiza de nacimiento, con padre estadounidense y madre italiana-.

Con una experiencia política desigual -Meloni fue ministra de un Gobierno de Berlusconi durante tres años y Schlein fue eurodiputada cinco-, los retos que ambas afrontan son dispares: la primera debe mantener la senda alcista de su formación; la segunda, tratar de levantar un partido en caída libre capaz de hacer sombra a un Gobierno con una inédita mayoría absoluta. Todo eso, más allá de un objetivo común: el convertirse en referencia de las mujeres italianas para seguir superando barreras.