Incredulidad y dolor en la Universidad Laboral

F. J. R.
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Alumnos y profesores recordaron ayer a Mario Prieto con un sentido minuto de silencio en todas las aulas y las banderas del centro a media asta. Se investiga aún si la vacuna de AstraZeneca pudo ser el desencadenante o no de los trombos

Incredulidad y dolor en la Universidad Laboral

El de ayer no fue un día más de clase en la Universidad Laboral. La noticia de la muerte de uno de sus profesores en la jornada del lunes a consecuencia de un grave episodio trombótico tras haber recibido la vacuna del coronavirus ha conmocionado a toda la comunidad educativa. Los docentes no han dejado desde entonces de hablar y cruzar WhatsApp. Todos miran de reojo a uno de sus brazos, al lugar donde esta pasada Semana Santa les pincharon con la ansiada vacuna, y algunos menos estudian con preocupación la sintomatología que han desarrollado en los últimos días.

Dolor de cabeza, fiebre, malestar, dolor articular… los cuadros son variados, pero también lógicos. Son algunos de los posibles efectos secundarios de recibir la vacuna contra el virus, pero que se han magnificado con la sombra de la sospecha que persigue a la dosis que les fue inyectada: la polémica AstraZeneca.

Aunque sus efectos secundarios son, según afirman las autoridades sanitarias, inferiores a los de muchos medicamentos que se toman habitualmente -como el paracetamol, la aspirina o el Ibuprofeno-, lo cierto es las sospechas se ciernen sobre la vacuna del Reino Unido.

El fallecimiento de este profesor a consecuencia del un trombo ha vuelto a encender las alarmas tras varios casos similares en España. De momento se sigue investigando si existe una relación directa entre la vacunación del docente y su muerte.

Mario Prieto, que formaba parte del departamento de Procesos de Gestión Administrativa de la Universidad Laboral, recibió la primera dosis de AstraZeneca el pasado Jueves Santo. Cuentan sus compañeros que, casi desde el primer momento, comenzó a sentirse mal. Los primeros síntomas fueron dolor de la cabeza. Pero el joven profesor no le dio importancia, conocedor ya de que otros compañeros también lo habían pasado bastante mal en los primeros días.

Con todo, a este docente ciudadrealeño, natural de la localidad de Almodóvar del Campo, no le remitía el malestar, sino todo lo contrario. Gracias a la energía de sus 30 años, recién cumplidos el pasado 20 de marzo, aguantó varios días hasta que el pasado viernes ingresó con un cuadro tremendamente grave en el hospital Virgen de la Salud de Toledo.

Los médicos no pudieron hacer nada por salvar su vida y, tras lo que fue calificado por la propia Consejería de Sanidad de Castilla-La Mancha, como «fenómenos trombóticos muy graves», el profesor de la Universidad Laboral falleció en la mañana del pasado lunes.

Muchos de sus compañeros le recordaban ayer con dolor. No daban crédito a lo sucedido. Se resistían a admitirlo.

Mario llevaba dos años en el centro con plaza de interino. En su primer curso en la Laboral estuvo en el turno de tarde, y este año daba clase por las mañanas. Aunque era tremendamente joven, por sus manos ya habían pasado muchos alumnos, y algunos de ellos no se creían en la mañana de ayer su muerte.

Tampoco sus compañeros, que recordaban principalmente su paciencia y su facilidad para escuchar a los demás. «Buena persona y buen compañero» eran las palabras que más se repitieron en la mañana de ayer en el entorno de la Universidad Laboral, en el que los medios de comunicación hicieron  acto de aparición desde bien temprano.

La mañana de ayer no fue para nada normal. Los alumnos de la clase de la que era tutor Mario se mostraron destrozados por la noticia. A las 9:30 horas se celebró un sentido minuto de silencio en la Universidad Laboral. No se salió al patio, el coronavirus no permite aglomeraciones, pero cada estudiante y profesor recordó por un momento a Mario durante sesenta segundos que solo fueron rotos por el sonido de la sirena. Después, vuelta a las aulas en una jornada gris en la que las banderas del instituto ondearon a media asta.