«Me gusta pensar que somos como una isla flotante»

C.M
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«Han cambiado los tiempos y las mujeres no sólo visten personajes femeninos sino también masculinos. Y a veces, es mucho más interesante que sea así», asegura el director de 'Rey Lear'

Ricardo Iniesta - Foto: J.M.Paisano

Hace más de 40 años empezó a trabajar, Ricardo Iniesta, los monólogos de ‘Rey Lear’ y siguió haciéndolo cuando fundó la campaña Atalaya consciente de que «entonces estábamos muy lejos de poder interpretar» una pieza que, según este director y dramaturgo, «es uno de los grandes textos del teatro y de la literatura universal».

Hoy, tres décadas y media después, el hacedor de esta suerte de ‘laboratorio’ escénico que está constantemente aprendiendo -de la mano del Centro Internacional de Investigación Teatral TNT por ellos creado-, Iniesta ha decidido subirlo a la escena «teniendo verdad». Lo hace mañana en el Rojas con las localidades agotadas.

Ahora sí, ¿por qué?

‘Rey Lear’ es una de las obras que, creo, cualquier director quiere montar una vez en su vida. No en balde, desde que estaba en Madrid iniciándome como director y profesor -hace ya 40 años- empecé a trabajar con los demás compañeros en sus monólogos y cuando llegué a Sevilla y formé Atalaya seguí trabajando con ellos. Pero, lógicamente, estábamos muy lejos tanto yo como los actores para acercarnos en edad y en credibilidad a esta interpretación. Tuve que esperar tres décadas y media, desde el 83, para poder llevarlo a escena y que tuviera verdad, y para que la actriz - Carmen Gallardo- que empezó conmigo con 18 años tuviera más de 50 y pudiera encarnar este personaje.

Un ‘Rey Lear’ encarnado por una mujer.

Sí, inicialmente no pensé en una actriz, pero es cierto que Carmen tiene una especial sensibilidad escénica, es la actriz más carismática de Andalucía y de las más relevantes del panorama nacional. Cuando empecé a trabajar percibí que el cambio de sexo no era muy importante. De hecho, Nuria Espert y Glenda Jackson lo habían hecho igual que Blanca Portillo a Hamlet o Segismundo. Hoy sucede al revés que en época de Shakespeare, cuando los actores encarnaban a las actrices, han cambiado los tiempos y las mujeres no sólo visten personajes femeninos sino también masculinos. Y a veces, es mucho más interesante que sea así.

Es el caso de ‘Rey Lear’, he podido ver muchas interpretaciones de grandes actores y creo que el nivel de sensibilidad y de fragilidad que tiene Carmen en la última parte del texto no lo ha alcanzado ningún actor. José María Pou -que lo interpretó bajo las órdenes de Calixto Bieito- me dijo que le pareció una de las grandes reencarnaciones del personaje a nivel mundial.

¿Ha sentido vértigo o presión?

No. Desde el principio vimos una lectura que no es la habitual, no sólo por el hecho de que lo interprete una gran actriz, sino por todo el trabajo coral de los actores (que están todo el tiempo en escena trabajando cánticos), la puesta en escena y una escenografía que va mutando. Está nuestro ADN, que tiene una estética y un estilo muy personal.

Pero no sólo.

Además, en cuanto a la lectura de la obra, hay unos elementos muy claros, propios, como es el hecho de tomar partido. Frente a la idea de la familia o del poder, he apostado por el humanismo. Creo que en esta obra es fundamental el profundo humanismo del Rey, de Edgar, del conde Gloster o del bufón. Hay una serie de personajes que tienen una clave humanista e ideológica que he puesto en primer término.

Por otro lado, existe un elemento a modo de personajes dentro de personajes. Hay tres niveles dentro de la obra que afectan y van amplificando la crisis, el conflicto.

El primer nivel es la mente del rey, en la que se produce un caos casi como de demencia senil y de ira que provoca un caos. Un segundo nivel es social porque su ceguera produce una ocultación y un trastoque en su propio reino; y el tercer nivel es el caos -metafórico- en la naturaleza.

La vida misma.

Absolutamente, esa ceguera de no saber que somos seres humanos que debemos dejar el planeta mejor de como lo hemos recibido, provoca un caos social y un caos global. Y esta visión está en el texto y es nuestra aportación, quizá hasta ahora no se ha mostrado tan claramente.

Ofrece un paso más y demuestra que seguimos siendo los mismos.

Es la obra que más veces utiliza la palabra naturaleza y todo lo que depende de ella.

¿Por qué cree que esta apuesta ha funcionado tan bien?

Por el trabajo de los actores, el coral, que le dan una fuerza equilibrada; por el trabajo de Carmen, que está soberbia y realiza una de las mejores interpretaciones de un personaje de Shakespeare en este país. Y porque hemos acercado y facilitado al espectador este texto provocan emociones e interrogantes. Damos una lectura que va más allá de un culebrón familiar o de algo que suena a antiguo. Los grandes textos clásicos nos ponen frente a nosotros mismos.

Una duda. ¿Cómo es posible mantener un sello tan personal como el de Atalaya tanto tiempo y tan bien conservado?

Parafraseando a uno de mis maestros, Eugenio Barba, que ha creado toda una corriente del teatro de grupo, antropológico y de investigación- él comenta que en teatro los grupos tenemos que ser como islas flotantes (como las del Lago Titicata hechas con un tipo de caña  llamada Totora) en las que se puede vivir siendo autosuficientes y huyendo de las modas.

En Atalaya llevamos más de 36 años, que para una compañía es más de 100 para una persona, y ha sido clave mantenernos como en una isla flotante, sin depender de modas ni de nadie, siendo autosuficientes. Me gusta pensar que vamos deslizándonos, que no estamos anclado y que vamos viajando pasando de continente en continente y aprendiendo mucho.

No está mal eso de ir aprendiendo.

Un grupo teatral tiene que aprender. De hecho hemos construido, siendo una isla, un gran portaaviones de investigación -TNT- en el que nos nutrimos invitando a  maestros  que nos han traído sus tradiciones a lo largo de 25 años.

Han venido más de 100 maestros del mundo, y son ellos los que nos han ido trayendo esas semillas a nuestra isla flotante que, claro, dan frutos muy diferentes porque vienen de India, África, Brasil o Rusia. Eso nos va dando una variedad de aprendizaje que evita que nos copiemos a nosotros mismos y que estemos anclados en una manera de trabajar.

Por último, ¿qué quiere ser de mayor?

De mayor quiero aprender cada vez un poquito más, seguir aprendiendo y viajando mucho. Ahora estamos planificando una especie de Ruta Magallanes para continuar aprendiendo de las personas, de la cultura, y seguir trayendo pequeñas piedras preciosas de diferentes materiales. Porque esas piedras son las que te van configurando un paisaje propio.

Buenos tiempos para el aprendizaje y la diversidad.

Sí, quiero seguir poniendo flechas en nuestro TNT de los lugares en los que hemos estado, porque es posible viajar a todas las partes del mundo haciendo teatro.