Momentos de una tarde de paseo

Esther Rodríguez López
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En estos dioramas conservados en el Museo del Ejército podemos ver los elegantes uniformes de gala de los Regimientos de Caballería en 1914

Momentos de una tarde de paseo

Vicente Juliá fue un 'artesano' de las miniaturas militares, apelativo que él mismo utilizaba para referirse a su trabajo de fabricante de soldados de plomo, labor que llevó a cabo hasta que cerró su tienda madrileña en 2001, en la que también tenía su taller. 

En los años 70 del siglo XX, realizó conjuntos de figuras concebidas como series entre las que se encontraban las dedicadas al reinado de Alfonso XIII. Atendiendo a ese mismo período cronológico, ejecutó dioramas protagonizados por soldados de Regimientos de Caballería que encuadró en 1914, año que hizo constar en las inscripciones que rotulaban las peanas de madera de estas pequeñas escenas. El Museo del Ejército cuenta en su colección con cuatro de estos dioramas o viñetas; "Cazadores de Victoria Eugenia, 1914", "Cazadores de Lusitania, 1914", "Cazadores de María Cristina, 1914" y "Húsares de la Princesa, 1914". Son composiciones formadas por tres y cuatro figuras, sobre bases de formato rectangular de 23 x 11 cm, contextualizadas en diferentes escenarios.

La delicadeza de estos dioramas reflejan su cuidada ejecución de manos del maestro miniaturista. Son instantes inmortalizados de la vida de los soldados en momentos de ocio, encuadrados en escenarios que evocan espacios abiertos, donde el elemento natural y arquitectónico adquiere una especial relevancia para dimensionar las figuras humanas realizadas en 54 mm.

Estos dioramas se alejan de aquéllos concebidos para reflejar grandes escenas de batallas con centenares de figuras y nos acercan a momentos de camaradería entre soldados. En las cuatro escenas los soldados visten uniformes de gala, los propios de los Regimientos de Caballería a los que pertenecen, con dolmán azul o blanco y chacó negro sobre la cabeza con su correspondiente emplumado, sin que a ninguno de ellos les falte el sable, las botas altas y los guantes blancos. Algunos con portafolios de cuero negro, caído a modo de saca, en la parte posterior de la pierna izquierda y, en el caso del diorama dedicado a los Húsares de la Princesa, el uniforme se completa con la pelliza sobre el hombro derecho, blanca para los dos oficiales y azul para el trompeta. Los soldados de Vicente Juliá muestran el exhaustivo trabajo de documentación que acompaña a la concepción de las figuras, vestidas con los uniformes reglamentarios para cada época, cuidando los detalles de personajes y escenografías. 

Los soldados del Regimiento de Cazadores de Lusitania, se encuentran junto a una verja de hierro como las que rodean los parques en estos inicios del siglo XX, espacios verdes que se están convirtiendo en lugares de encuentro y paseo en las ciudades. Se saludan y conversan, mientras uno de ellos pone su mano sobre el hombro del compañero en un instante de acercamiento entre camaradas. En el diorama de Cazadores de María Cristina, el camarero coloca tres  copas y una botella sobre la mesa de una terraza, bajo la sombra de un árbol, los soldados se sentarán a disfrutar de una tarde de asueto. Y ante la inmóvil mirada de las estatuas que coronan dos fuentes, en las otras dos escenas, los soldados se encuentran, se cuentan, quizás esperan una cita o buscan el frescor del agua.

Son dioramas que no reflejan momentos solemnes, sino instantes de la vida cotidiana de los soldados con los que Vicente Juliá nos brinda la posibilidad de acercarnos a ellos con una mirada más entrañable.