«La vida me cambió en 10 minutos tras presentarme en Madrid»

Jorge Cancho
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Después del ambiente que dejó la pasada temporada en sus dos comparecencias de Madrid, así como en la práctica totalidad de los 13 paseíllos que realizó, el 2020 debería haber sido su año, pero la dichosa pandemia se encargó de impedírselo

Ignacio Olmos - Foto: Juan Mellado

Una lástima este lío de la pandemia, pues el 2020 se esperaba que fuera su año tras el gran ambiente que dejó en 2019

Así es, este 2020 apuntaba a que iba a ser un año importante para mi carrera y sobre todo ya con miras a cotas más altas. Pero por desgracia, por culpa de esta pandemia que nos ha azotado, se quedó todo en agua de borrajas.

Incluso tenía previsto que,  de haber rodado las cosas medianamente bien, pudiera haber sido el año  de su alternativa

Sí, si las cosas hubieran ido como yo esperaba, sobre todo en plazas como Madrid y otras importantes, la idea era haberme doctorado a finales de temporada o principios de la siguiente. Estaba claro que de no haber sido por este virus, 2020 hubiera sido el último año como novillero.

Al menos ha aprovechado estos meses de encierro para ir terminando sus estudios de secundaria. ¿Los libros son más duros que los de Cebada Gago?

Todavía me queda rematar algunas cosas para finalizar ese ciclo de educación secundaria. Y he de reconocer que después de siete años sin coger un libro, como bien dice, me ha resultado más duro que matar una novillada de Cebada o del Conde de la Maza.

Sabe mejor que nadie que un torero jamás se ha de aburrir. Se lo digo porque en su dilatada etapa sin caballos a punto estuvo de colgar los trastos. Y al final mereció la pena esperar

Al final lo más importante es tener fe, primeramente en Dios y luego en uno mismo, para poder conseguir lo que uno sueña y lo que uno quiere en la vida, tanto en el toreo como  para cualquier otro ámbito.

Como también mereció la pena esa apuesta fuerte que realizó el pasado año, con su presentación en Madrid abriendo temporada

Era el examen que todo novillero tiene que pasar en su carrera. Gracias a Dios, a pesar del poco bagaje que tenía, logré salir triunfante, lo que supuso un punto claro de inflexión en mi carrera.

¿Impresiona tanto Madrid?

Para mí se trataba de un lugar desconocido ya que era la primera vez que hacía allí el paseíllo y no me pesó. Impresiona por la responsabilidad que conlleva, pero quizá es tanto el miedo que pasas desde mes y medio antes que luego, cuando llega el momento, el trago no te parece tanto, sobre todo por lo rápida que se pasa la tarde.

Cornada de dos trayectorias en aquella novillada, pero que le sirvió para que le repitieran en Las Ventas meses después con la de El Freixo

Así fue. Mi primer novillo me dio una cornada de la que me operaron en la enfermería, si bien salí a lidiar el que cerraba plaza dado que para mí era una tarde de extrema importancia. Y ello me sirvió a la postre para que me repitieran en Madrid y que el resto de la temporada fueran las cosas más rodadas.

Dicen que hubo algún que otro natural aquella tarde que llegó, y mucho, a los tendidos…

Torear con la mano izquierda me gusta. El toreo al natural es algo con lo que me siento muy cómodo y con lo que disfruto mucho, circunstancia esta que se transmitió al tendido.  

Aquellas dos tardes le metieron de lleno en los ciclos novilleriles más importantes y empezaba a ver su sueño hecho realidad

Desde el siguiente día de mi presentación en Madrid y en menos de semana y media tenía prácticamente ya toda la temporada hecha. Si que se puede decir que la vida me cambió en diez minutos.

Trece tardes en total. ¿Con cuál se queda?

Villaseca fue una tarde muy importante para mí, al igual que la novillada que maté en Villarrubia, sin olvidar las de Arganda, Arnedo, Cuerva, Mora... En todas ellas hubo cosas muy positivas. Salvo en Calasparra que no tuve suerte, en el resto creo que di una buena imagen.

El caso es que este año únicamente ha hecho el paseíllo en Toledo

Fue un cartel de novilleros de la tierra en el que me tocó un novillo muy bravo y exigente de El Freixo que me valió mucho ya que supe imponerme a base de tragar embestidas muy encastadas. Aguantar ese tirón me dio mucho.

¿Cuál es la tarjeta de presentación de Ignacio Olmos?

Trato de buscar la pureza y la sinceridad. Me gusta hacer las cosas con la máxima verdad. Es decir, un torero clásico y castellano.

Su talón de Aquiles, ¿la espada?

He tenido momentos de regularidad y otros en los que me ha costado. Todo es cuestión de entrenamiento, pues hacer la suerte no me cuesta e incluso me gusta, pero hay días en los que no encuentro el sitio o la distancia y acabo pinchándolos.

Desde 2018 le apodera El Trebu. ¿Qué le está aportando?

En lo personal, es alguien que me comprende muy bien, y en lo profesional ha sabido apostar por mi a brazo partido, con una fe incansable. Con él he conseguido, aunque sea en pequeñas cotas, ir evolucionando algún aspecto de mi toreo.

¿Qué toreros le sirven de espejo?

Mi referente es el maestro Eugenio de Mora porque me he criado con él y he mamado su toreo. Además, me inspiran otros tres matadores como son Antoñete, Rincón y, en otra vertiente contraria pero que también me llena, Paco Ojeda.

Eugenio de Mora, su referente y algo más

Taurinamente es mi padre. Con él empecé a dar los primeros pasos  y me ha enseñado todo en esta profesión: el toreo, los entresijos, el sistema, etc. Y con él he conocido que cuando uno se sacrifica acaba teniendo su premio.