Los corrillos del 23-F en Zocodover

F. J. R.
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Aunque la tranquilidad imperó, la plaza se llenó de pequeños grupos de personas expectantes entre los que destacaba un elevado número de sindicalistas, de CCOO en su mayoría

Aspecto de la plaza en Zocodover en los años 80. - Foto: Foto cedida por el blog Toledo Olvidado

Era una tarde cualquiera de finales de febrero. Las calles del Casco Histórico habían perdido su trajín mañanero hacía ya horas y solo unos pocos toledanos transitaban por las calles. La mayoría no se enteró en ese momento, pero el boca a boca funcionó muy rápido. Por la radio comenzaron a llegar noticias inquietantes desde el Congreso de los Diputados.

Esa tarde se celebraba la segunda votación para la investidura del entonces candidato a la Presidencia del Gobierno, Leopoldo Calvo-Sotelo, de la Unión de Centro Democrático (UCD). Todo parecía ajustarse al guión previsto por los cronistas políticos de la época hasta que a las 18:23 horas, cuando apenas se llevaban consumidos veinte minutos de sesión y era llamado a votar el socialista Manuel Núñez Encabo, se escucharon unos gritos desde exterior que rompieron la tranquilidad de la Cámara.

El coronel Antonio Tejero hizo entonces su ya famosa entrada y alocución, pistola en mano y escoltado por unos doscientos guardia civiles armados: «¡Quietos todo el mundo!». España contuvo durante horas la respiración, y Toledo no fue una excepción.

Portada de la edición toledana del Diario Ya del 24 de febrero de 1981.Portada de la edición toledana del Diario Ya del 24 de febrero de 1981. - Foto: LT

El Ayuntamiento vivió horas de máxima tensión, con su alcalde Juan Ignacio de Mesa a la cabeza, pero en las calles los toledanos también lo vivieron con nerviosismo; aunque la procesión fue por dentro.

La verdad es que la tarde del 23F pasó a la historia en Toledo con tranquilidad. Las distintas crónicas de los periódicos de la época así lo narran, pero esa tranquilidad se refería a la ausencia de movimiento desde los órganos militares, no a la falta de actividad en las calles.

Desde que se conoció la noticia de la irrupción de Tejero en el Congreso, el edificio de la Delegación del Gobierno fue un hervidero. La Junta de Orden Público permaneció más de doce horas reunida, a la espera de acontecimientos. Llamadas de teléfono y entradas y salidas evidenciaban que algo estaba pasando, y conforme fueron pasando los minutos esa misma situación se trasladó, con aparente normalidad y discreción, a la plaza de Zocodover.

El pulso de la vida cotidiana de la ciudad se medía allí precisamente, y desde antes de las siete de la tarde comenzaron a congregarse pequeños corrillos de curiosos y, sobre todo, de sindicalistas.

El gobernador militar y director de la Academia de Infantería no realizó ningún movimiento. Tampoco el Gobierno Civil ni la Guardia Civil. La corporación municipal se reunió en el Ayuntamiento. En la sede del PSOE, según narra el Diario Ya en su edición del 24 de febrero, recibieron sobre las siete de la tarde una llamada desde la central de Madrid aconsejándoles se marchasen del local mientras no hubiera una clarificación. Por su parte, los miembros del Partido Comunista habían optado por reunirse en su sede hasta que se aclarara todo. Y en UCD coincidió que sus diputados provinciales estaban examinando un tema relativo a obras de la Diputación y, ya reunidos, decidieron quedarse para ver cómo se resolvía la situación.

Pero los sindicatos CCOO y UGT vivieron la tarde con más intensidad. Según se narra en el Ya, el secretario provincial de este último sindicato, Juan Ángel Castaños, sacó de la sede todos los ficheros de los afiliados de la provincia, ocultándolos ante un posible triunfo del golpe. Por su parte, de noche, una representación de sindicalistas de CCOO se personó en el Ayuntamiento para convocar una huelga general y manifestaciones en Zocodover al día siguiente. El alcalde, Juan Ignacio de Mesa, logró disuadirles, pidiendo serenidad y negándose a cualquier medida de este tipo.

Los corrillos en Zocodover sirvieron para ir contando las novedades, y para mirar con recelo a la Delegación del Gobierno. Finalmente, sobre las nueve de la noche, la mayoría de estos grupos pacíficos se disolvieron, volviendo a la mañana siguiente.

La mayoría de esos corrillos estaban integrados por miembros de CCOO, trabajadores de la fábrica de Standard en el Polígono, que era el baluarte del sindicalismo en la provincia.

La serenidad, la calma y el desarrollo final de los acontecimientos en Madrid dejaron a los golpistas en evidencia, y en Toledo volvió una normalidad que no se llegó a romper en las formas, pero sí que sembró dudas en el fondo de cada ciudadano. La fuerza de las armas no servía ante una naciente democracia.