El consuelo de escribir

Charo Barrios
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Jesús Sánchez Adalid firma 'Las armas de la luz', de HarperCollins Ibérica, donde cuenta cómo fue saqueado el Califato de Córdoba a raíz de una venganza por destruir Barcelona

El consuelo de escribir

Está Jesús Sánchez Adalid convencido, cada día más, de que las buenas historias nacen de acontecimientos muy concretos y generalmente desconocidos. En el caso de Las armas de la luz (HarperCollins Ibérica) pareciera que el relato hubiera estado guardado, misteriosamente oculto, esperando al momento presente para ser escrito.

«Todo empezó durante la investigación de una novela anterior, cuando me encontré en las crónicas islámicas con un dato muy significativo que era totalmente desconocido para mí: los catalanes saquearon Córdoba en los inicios del siglo XI, cuando todavía el califato estaba en plena vigencia». Ocurrió justo después de la muerte de Almanzor, y como una venganza bien planeada, porque Almanzor saqueó y destruyó Barcelona en el 985, llevándose a Córdoba toda su riqueza y millares de cautivos.

Los condes catalanes nunca olvidaron aquello, como tampoco el hecho de que los francos no hubiesen acudido a socorrerlos. A partir de entonces decidieron independizarse de la monarquía franca e iniciar su propia andadura, a pesar de la gran amenaza que suponían los musulmanes. La ocasión de la venganza llegó cuando el califato se vio envuelto en una guerra civil. «Los catalanes reunieron un gran ejército y descendieron hasta Córdoba, que todavía seguía siendo la ciudad más rica y esplendorosa de Occidente». Después de atacar y saquear la capital del Califato, y gracias a las inmensas riquezas allí obtenidas, la nobleza y el clero de Cataluña iniciaron la recuperación de sus tierras y ciudades, que serían en adelante prósperas y florecientes.

«Para el califato, sin embargo, aquello supuso el final; lo que se ha conocido como la fitna, que en árabe significa disolución», explica Sánchez Adalid. Lo que vendría luego serían los reinos de taifas.

De que todo eso merecía la escritura de una novela no le quedaba duda alguna. Pero, además, toparse con este episodio para él desconocido supuso un aliciente extra. Lleva, dice, muchos años investigando y descubre, todavía con sorpresa, que muchos acontecimientos del presente solo son comprensibles después de emprender ese viaje. Nada sucede por casualidad y casi todo tiene su explicación en la Historia. Si bien hay acontecimientos cuya explicación resulta enigmática.

 

El devenir de Cataluña  

Desde luego, la mera lectura del resumen que el autor hace de su novela nos permite entender que en ella encontraremos algunas claves sobre el desarrollo posterior del devenir de Cataluña. «Los pueblos nacen en muchos casos como reafirmación y en confrontación. Toda la Historia está llena de conflictos que fueron gestados en otras épocas, con frecuencia bastante lejanas», subraya el extremeño.

En Las armas de la luz el lector se va a sorprender, igual que el autor se iba sorprendiendo cuando leía los antiguos escritos de los cronistas de la época. Y también por el papel que una mujer tiene en la trama, contradiciendo las creencias arraigadas: en esa época hubo mujeres, y no una sola, sino bastantes, asociadas a los varones en el Gobierno, la Administración y la cultura. A modo de ejemplo, el autor menciona a Ermesenda de Carcasona o a la condesa Ermengarda de Vallespir.

Sánchez Adalid es, antes que escritor, sacerdote; y en una parroquia, la pandemia se vive con especial intensidad y tristeza... «Todos nosotros, crecidos en una cultura que cada vez más trataba de desterrar el dolor y la muerte, nos enfrentamos de repente a la fragilidad y al desamparo. Las preguntas nos llegan de manera directa y violenta a través del peligro inminente y del miedo que nos agita. Es el miedo a enfermar, a ser secuestrado en una unidad de cuidados intensivos… Es, finalmente, el miedo a morir. La pandemia nos ha devuelto a la muerte, al acontecimiento más terrible e insalvable para muchos».

Asegura que se ha encontrado con situaciones muy dolorosas; pero esta época rara, como toda circunstancia adversa, tiene sus enseñanzas y sus momentos de consuelo y luz. «Baste decir que estoy descubriendo cosas apasionantes del ser humano, ¡esa maravilla que somos!, mezcla misteriosa de sombras y luces». Hay gente, asegura, que acude a él, con frecuencia maravillada, por haberse descubierto interiormente, por el encuentro con muchas virtudes humanas que se mantenían latentes y que ahora afloran. Amistades recuperadas, familias desunidas que se reencuentran, llamadas inesperadas, perdones, reconciliaciones, actos heroicos, desinterés, amor sincero… Él está seguro de que en adelante nada será igual.

Y tanto antes como ahora, escribir puede consolar: «La creación humana es el mayor don. Imaginar, recrear, transmitir, es el mayor regalo de la Providencia al ser humano».