Pulpón: «A mayor ruralidad, más población se pierde»

Á. de la Paz
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El director del Departamento de Geograía y Ordenación del Territorio de la UCLM avisa de que «cuando los municipios tienen menos de 2.000 habitantes están en una dinámica difícil de revertir»

Ángel Raúl Ruiz Pulpón es el director del Departamento de Geografía y Ordenación del Territorio de la UCLM - Foto: Tomás Fernández de Moya

Diferencia entre despoblación y despoblamiento. ¿Qué matices hay entre ambos?

La despoblación es la pérdida de efectivos. Es un fenómeno cuantitativo que se mide. Por ejemplo, cuando una ciudad pasa de un año a otro de los 20.000 habitantes a los 18.000 pierde población. Eso es despoblación: perder población. El despoblamiento implica una dimensión espacial, el abandono de un enclave o un núcleo. Un pueblo que tuviera pocos habitantes, que se desarrollaba, por ejemplo, a través de la actividad vitivinícola y entra en crisis, se termina despoblando. Cuando ya no hay nadie y se abandona es despoblamiento. Se trata de una cuestión de dispersión. Son dos cosas diferentes: el despoblamiento es un fenómeno geográfico que habla de dispersión y la despoblación es un fenómeno medible sobre la pérdida de población.

No es lo mismo: puede haber pueblos que se están despoblando pero no hay despoblamiento. Porque despoblamiento implica abandono. Es cuando la despoblación ha llegado a un límite en el que no hay nadie. Los pueblos en ruinas son despoblamiento.

¿La región también se ve afectada por el vaciamiento que denuncia buena parte de España?

En Castilla-La Mancha, el 58,4% de la superficie cuenta con menos de diez habitantes por kilómetro cuadrado. Este territorio aglutina al 63% de los municipios de la región según los datos del último padrón. La situación es mucho más agravada en Guadalajara, donde el 82% del espacio tiene menos de diez habitantes por kilómetro cuadrado. Toledo sólo tiene al 32% de su superficie por debajo, es muy poco comparado con otras provincias y comunidades autónomas.

La situación más difícil en términos de despoblamiento en Castilla-La Mancha es la de Guadalajara, con ese 82,8% de su territorio por debajo de los diez habitantes por kilómetro cuadrado; Cuenca tiene el 73,5%. El 43% del área total de España se encuentra por debajo de los diez habitantes por kilómetro cuadrado. Estamos un 15% peor que la media nacional.

La Unión Europea cuenta con otros umbrales para determinar si hay despoblación o despoblamiento. La política de cohesión habla de zonas escasamente pobladas por debajo de los ocho habitantes por kilómetro cuadrado; las regiones con baja densidad de población se consideran por debajo de las 12,5 habitantes por kilómetro cuadrado.

Hay un desequilibrio en la ocupación territorial en Castilla-La Mancha: en ese 58,4% del territorio vive el 9,2% de la población. Hablar sobre cómo vamos evolucionando depende del periodo seleccionado. En los últimos cinco años hemos perdido población como prácticamente lo ha hecho  toda España. Es una situación generalizada, no es especifica de Castilla-La Mancha. Todas las comunidades españolas, excepto Madrid y País Vasco, han perdido población. El crecimiento real de Castilla-La Mancha en este tiempo ha sido del -0,87%. Esta cifra sale de la diferencia entre los que nacen y los que mueren, saldo vegetativo, y de los que entran por los que salen, saldo migratorio. Pero en los últimos 20 años la población castellano-manchega sí ha crecido: ha habido muchos factores, como el de la llegada de inmigrantes entre 2001 y 2007. El crecimiento a lo largo de este periodo ha sido positivo, con un 0,8% de incremento.

¿Existen zonas con riesgo especial?

Se debería hacer un análisis comarcal en profundidad para calcular este tipo de ratios porque estimando periodos de cinco, diez o treinta años se puede valorar si ese ritmo es más acelerado o menos. Siempre hay una correlación: a mayor ruralidad, más población se pierde. Es una constante aquí, en Soria, en Teruel y en otras partes de la España interior. Cuando el municipio tiene un menor tamaño demográfico, la sangría demográfica es mayor. Y en algunas localidades no ha parado: el éxodo rural de los años cincuenta y sesenta se ha seguido manteniendo hasta hoy, no han tenido recuperación.

Pero eso se hace con las estadísticas delante, aunque podemos imaginarnos que las comarcas de transición y las comarcas serranas, aquellas que tienen dificultades de conectividad, son las zonas que están perdiendo población y se encuentran ante ese riesgo. Cuando se habla de la España vaciada se habla de la España rural, de los municipios de menos de 2.000 habitantes que están sufriendo las consecuencias de este proceso de despoblación.

¿Y el caso de Toledo?

El modelo territorial de la provincia de Toledo tiene, por un lado, el área de influencia del entorno metropolitano de Madrid donde hay crecimientos reales explosivos. También es favorable la situación alrededor de las ciudades de Toledo y Talavera. En la zona de La Mancha, especialmente en su parte septentrional, hay municipios que han recibido mucha inmigración extranjera desde 2002 a 2008. Luego tenemos a aquellas comarcas que se encuentran en transición y en las que la despoblación es visible porque no han sido capaces de traer población extranjera ni tampoco lo fueron de retener a la propia población local que ha variado su residencia en los últimos quince años.

Hay cuatro modelos de comportamiento en la provincia de Toledo según la zona geográfica: La Mancha, ciudades [Toledo y Talavera], área metropolitana [de Madrid] y comarcas de transición o serranas.

¿Considera bien vertebrado el territorio de la región? ¿Y bien distribuidas las dotaciones de servicios?

Una posible solución pasa por articular un territorio para que tenga centros de servicios, ciudades con una área funcional a su alrededor o una comarca que pueda abastecer algunos servicios básicos. Lo que no puede ocurrir es que un ciudadano tenga que esperar una semana para que venga el médico. Se puede potenciar la creación de centros de servicios cercanos que estén como mucho a 40 kilómetros y que generen esos servicios básicos que nos hacen a todos los ciudadanos iguales. Hacer un esfuerzo para articular la comarcalización del territorio sirve para dotar de servicios a la población que la circunda o rodea y puede atenuar, en el ámbito de la calidad de vida, estos problemas de la población rural.

Otro debate es el de solucionar el propio problema de la despoblación. Pero para facilitar que esas personas tengan un nivel de vida adecuado se deberían ir primando iniciativas de tipo territorial en las que a partir de una cabecera, un área funcional o una ciudad de pequeño tamaño se abastezca de servicios básicos a los pueblos o núcleos rurales que están a su alrededor y vinculados con él. Se trata de ver hacia dónde van los flujos, cómo la población va de un lado a otro e intentar articular esos territorios y comarcas funcionales.

¿Esta situación tiende a hacerse crónica o se puede revertir?

Eso depende del tamaño municipal. Los municipios que están por debajo de los 2.000 habitantes están en una dinámica difícil de revertir. En esas localidades no hay capital humano, no hay capacidad de crecimiento, las posibilidades de inversión externa están bastante limitadas -y más en época de crisis- y están mal conectados. Además, los que se quedan no tienen hijos.

Hay una cuestión demográfica que es común al resto de los países occidentales: vivimos más y tendemos a tener menos hijos. Es un situación que atañe al medio urbano y al medio rural. La despoblación va a seguir ahí como una cuestión latente. Tenemos pocos hijos, cada vez menos, y vivimos mucho más. Los municipios que no son capaces de generar empleo ni unas infraestructuras mínimas van a perder población. La España rural se ve ante un problema importante y veremos hasta qué punto los fondos estructurales o iniciativas y estrategias territoriales lo pueden revertir.

No hay varitas mágicas. Están interviniendo muchas dinámicas: además de la propia demográfica está la de la percepción, la de cómo se cree desde la ciudad que se vive en el campo. Y puede ser una imagen marginal o peyorativa.

Las dificultades surgen de la generación de empleo y la dotación de infraestructuras mínimas como la fibra óptica o la conexión móvil. ¿Quién va a querer montar una empresa rural en un sitio en el que no hay cobertura? La dotación de infraestructuras básicas es importante. Hasta que no se ataje ese problema de infrautilización estos municipios lo tienen difícil.

Las trabas del mundo rural son parte del debate público.

Lo que hace falta es que este tema cale. En el ámbito político y de comunicación está teniendo importancia y repercusión. Lo que me da miedo es que se apague cuando pasen las elecciones. Porque la gente sigue viviendo en los pueblos y no quieren ser ciudadanos de segunda. Todos venimos de los pueblos. ¿Qué era Madrid hace cuatro siglos?

¿Cómo se puede fomentar la natalidad? ¿Cómo ayudan los inmigrantes?

Estamos en la segunda transición demográfica. Ha habido cambios en la nupcialidad. La familia antes tenía un rol reproductivo, pero ese modelo familiar se ha eliminado y ahora los hijos se tienen como bien de consumo. Además, los dos miembros de la pareja trabajan, tienen empleos precarios, gastos hipotecarios y se están formando hasta los treinta, eso posterga la llegada del primer hijo. Hay una serie de causas sociales ante las que no se puede hacer gran cosa. Es una dinámica internacional. Que los gobiernos pueden fomentar medidas para conciliar la vida familiar y laboral o que los permisos de paternidad se amplíen son fórmulas que pueden ayudar a incrementar la natalidad. Pero, evidentemente, no vamos a empezar a tener hijos y llegar a unas tasas de quince o veinte [nacimientos] por cada mil [habitantes].

La inmigración siempre ha sido un indicador de desarrollo económico. Más inmigración quiere decir más generación de mano de obra en los sectores agrícola o industrial. La economía tiene ciclos y está interconectada. La crisis afectó a todos los sectores: la población que vino ya no viene o viene menos.

¿Esta región ofrece el atractivo suficiente para la gente joven?

La población joven se concentra donde hay oportunidades para ellos. Y las oportunidades se concentran en el entorno de las grandes ciudades. La muestra de jóvenes en la zona periférica de Toledo tiene un porcentaje superior a la del medio rural. En los espacios rurales que han sido abandonados por la población joven, que no ha tenido hijos y que se ha ido, el porcentaje de población que está en la vejez se ha incrementado. No es que haya más viejos, es que esos pueblos no tienen jóvenes y cada vez se viven más años.

Los jóvenes van donde hay oportunidades de empleo y donde estén cerca de un estado de bienestar óptimo. Puede ir a una ciudad de pequeño y mediano tamaño que les dé oportunidades, también para trabajar de lo que han estudiado. Eso es la migración interna.

Y aquellas localidades de la región que suman varios miles de habitantes, más frecuentes en La Mancha, ¿qué perspectivas tienen?

Esas ciudades no están tan mal. Han crecido de una forma moderada en los últimos 20 años y han tenido un crecimiento importante de población inmigrante en el inicio del siglo XXI. Con la llegada de la crisis económica esa población dejó de venir y muchos se han ido, pero por el propio proceso de crisis que provoca que las dinámicas demográficas se resientan. Han perdido población en los últimos años, pero lo han hecho de forma moderada, nada que ver con la pérdida de población de los municipios de menos de 2.000 habitantes. Las circunstancias son mejores, aunque están dentro de esa dinámica de los últimos cinco de años.

Si el saldo migratorio se empieza a recuperar, y aunque el natural parece difícil que lo haga, las circunstancias mejorarán. Pero nos tenemos que ir acostumbrando a perder población de forma paulatina: si no hay aportación población inmigrante y hay crecimientos negativos, muriendo más gente de la que nace, la dinámica es regresiva. Lo vemos cuando se renuevan los padrones.

¿Perder población será una constante?

La tendencia respecto al crecimiento natural está clara. También lo que ocurre en el ámbito rural. Pero las ciudades y sus entornos sí que crecen; y hay municipios que también están creciendo, como es el caso de Seseña. Depende del contexto de cada área. El problema se localiza en la España interior. La mayor parte de nuestro territorio es rural.

La España vacía [el libro de Sergio del Molino] define a España como un donut. La población se concentra en el litoral y en zonas urbanas del interior que pueden crecen alrededor de Madrid. Pero Andalucía, Castilla-La Mancha, Extremadura, Castilla y León y toda la zona de dentro que rodea a Madrid está vacía o vaciada. El modelo es propio de una crisis territorial. Hay cabeceras provinciales que en algunos casos, como en Teruel, están como están. Tenemos un gran centro, una gran zona de absorción que es Madrid. El resto es despoblación o despoblamiento.