Bernini en la Catedral de Toledo

Juan Nicolau
-

Las trazas del coloso del barroco se observan en la Primada gracias a algunos relicarios, como el de Santa Teresa. El movimiento desenfrenado de las ropas tiene antecedentes directos en obras de la basílica de San Pedro o del puente de Sant Angelo

Relicario de Santa Teresa.

El coloso del Barroco fue sin duda el napolitano Gian Lorenzo Bernini. La Roma que hoy todos admiramos es en gran parte creación suya y de alguna manera llenó toda Europa de iglesias riquísimas, palacios, jardines y fuentes con la inventiva de sus creaciones. Fue el artista preferido de su siglo, protegido de papas y príncipes, de reyes, religiosos poderosos e intelectuales. Era un personaje osado, extrovertido, seductor, orgulloso, irónico, desenvuelto como le calificaron sus contemporáneos. Todos los monarcas de su época quisieron que trabajara para ellos para tener obras salidas de sus manos. Contemporáneo del rey español Felipe IV, para él realizó su estatua triunfante , vestido como emperador romano y con un rostro, que se envió desde España, salido del taller de Velázquez. Colocado en el pórtico de la basílica de Santa María la Mayor, el templo protegido por la monarquía española, la estatua, de un rey vivo aun reinante, levantó una gran polémica al ser colocada en una de las basílicas de la Roma de los papas. Para España realizó el crucifijo de bronce que se pensaba iba a presidir el panteón real de el Escorial y realizó también una estatua del rey Carlos II a caballo, hoy propiedad particular. En la embajada española de Roma se conservan también dos famosos bustos que representan la Gracia y el Pecado.

 Pero si sus obras de gran tamaño eran difíciles de hacer y enviar fuera de Italia, se repitieron hasta lo infinito copias de sus creaciones de menor tamaño, sobre todo en obras de orfebrería trabajadas en metales preciosos. De esta manera su estilo si pudo llegar a todas partes y ser imitado por artistas contemporáneos, generalmente discípulos suyos, que eran muy solicitadas.

 A la catedral de Toledo llegaron algunas piezas muy bellas que fueron donadas por algún papa a los cardenales de la mitra toledana y estos las entregaron a la catedral. Entre todas destaca el relicario con las cenizas del mártir San Magno que fue donada a la catedral por el cardenal Luis M. Fernández Portocarrero y que este había recibido como un presente del papa Clemente X, procedente de una de las catacumbas romanas. Los restos se donaron por el papa colocados en una urna de madera revestida de tela de seda roja. La donación tuvo lugar en 1672 y la entrega a la catedral se haría siete años después, en 1679. En estos años se había hecho un nuevo relicario trabajado en bronce dorado y plata que felizmente aun se conserva aunque, desgraciadamente, es pieza muy poco conocida de los toledanos. El relicario consta de una urna rematada en frontón curvo partido sobre el que juguetean una pareja de angelillos portando en sus manos palmas y coronas de rosas. En el entablamento de la urna, en una sencilla filacteria, se lee S. MAGNUS. M., y en el pedestal, sobre una cartela cartilaginosa, se puede ver el escudo de Portocarrero trabajado en plata. A ambos lados de la urna se alzan dos ángeles mancebos bellísimos y plenamente berninescos, casi idénticos a los ángeles portando instrumentos de la Pasión del puente de S. Angelo o de la iglesia de S. Andrea delle Fratte en Roma. Fundamental en la belleza de estas figuras es el tratamiento de las ropas que les cubren que más que vestirlos los envuelven en un torbellino de telas. Ellas son las que les infunden pasión y su desenfrenado movimiento. Las fechas de entrega en las que se realiza son los últimos años de la vida de Bernini, morirá en 1780, y no debemos pensar en una obra menor de orfebrería salida de las manos del maestro sino en alguno de sus discípulos, tal vez en Antonio Raggi, «el discípulo más próximo y prolífico de Bernini», como nos dice su biógrafo Wittkower. Raggi trabajó con Bernini en la iglesia de Jesús, la sede de los Jesuitas, y allí en torno a los ventanales había repetido la composición del relicario toledano. Como era lo habitual cuando llegaban a la catedral nuevas e importantes reliquias se mostraban públicamente a la ciudad, especialmente invitada al acto, en una procesión que venía a seguir el recorrido de las procesiones del día del Corpus

 Otra obra también muy del estilo de Bernini que custodia la catedral es un ángel relicario sosteniendo en sus manos un corazón de cristal que guarda en su interior una reliquia de Santa Teresa. Fue también donación del cardenal Portocarrero que la entregaba personalmente el 9 de junio de 1685. La figura mide 31 cms. de alto y se alza sobre un pedestal de bronce con el escudo de los Portocarrero en plata. Es incuestionable su inspiración berninesca y su entronque con tantas y tantas figuras angélicas salidas del taller del maestro. El movimiento desenfrenado de las ropas tiene antecedentes directos en obras de la basílica de San Pedro o del puente de Sant Angelo sobre el río Tiber.