Jesús Morales

Nada particular

Jesús Morales


Aislados

28/12/2021

Se trata de un fenómeno recurrente en los últimos tiempos aunque tan paradójico como intrascendente en realidad; puede tratarse también de una de esas modas que aparecen de vez en cuando tan irracionales  como sencillamente  absurdas  algunas veces y sin saber las razones, surgen en primer lugar entre los jóvenes y no tan jóvenes que las siguen sin cuestionar ni de dónde vienen ni qué fin tienen; vaya por delante la primera regla en estos asuntos consistente en que cada cual puede vestir e ir por la calle como le  venga en gana sin que nadie tenga derecho a decir ni pío. Lo que quería contarles es que el domingo 19 hacía un día radiante así que salí un rato a pasear y confieso que me llamaron un poco la atención algunos jóvenes -supongo que jóvenes ya que nada se veía de sus caras- que pasaban por la calle divinamente embutidos en sus parkas con la capucha sobre la cabeza y ese protector que llaman «braga» del cuello a la cara tapando cualquier resquicio que pudiera quedar al descubierto; no hacía frío es más diría que ni siquiera había un ambiente fresquito así que no encontraba razón para que aquella gente fuera  por las calles talaveranas  como si acabaran de conquistar el Polo norte con Rober Edwin Peary que al parecer fue el primero en llegar al extremo helado y helador; bueno cada cual  es muy libre de abrigar lo que guste y hasta el extremo que le apetezca faltaría más. También contemplé a alguno de esos tapados que habían dejado una mínima franja en los labios para hablar por su teléfono móvil aumentando así la sensación de encierro de cada uno de ellos; pensaba eso sí, un poco cachazudamente en que si con el magnífico día del que disfrutábamos no  eran capaces de recrearse con el sol y el ambiente  ideales y  andaban por la calle como caballeros del siglo XV dentro de sus armaduras, cómo saldrían a la calle con diez grados menos o sencillamente nevando. Misterio insondable. 
Aunque no soy psicólogo ni antropólogo ni ninguna de esas cosas, sí me dio por pensar en tan  insólito  gusto por el encierro que según se ve incita a determinados semejantes; lo primero que me vino a la cabeza al ver a los encapuchados es que tienen una necesidad grande de evadirse del ambiente, de no tener contacto con nadie -lo que en estos tiempos de pandemia no está mal para evitar los contagios dicho sea de paso- aunque a la vez es una manera de estar en el mundo un poco insolidaria y algo autista; no lo entiendo aunque eso no quiere decir –repito- que lo critique o censure. Y mucho menos yo que en su día llevé el pelo hasta los hombros, cosa incómoda donde las haya por cierto, pantalones de campana, pavorosos zapatos con plataforma o algo así y casi todas las mamarrachadas que puedan imaginar. Recuerdo que el año de la gran melena  y la pinta infame fue cuando hice primero de Magisterio en Madrid allá en el 75, el año en que murió Franco; desde entonces hasta hoy no es que haya mejorado mucho, pero al menos cuando voy por la calle parece que paso desapercibido, que no llamo la atención.

ARCHIVADO EN: Encierro, Madrid