Barrio Rey: Vecinos sin derecho al descanso

J Monrroy
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Residentes y hosteleros del entorno denuncian los inconvenientes de una plaza donde unos ya no pueden vivir de día ni dormir de noche, y otros están viendo salir a los clientes por las continuas peleas

Sillas volando y un apuñalamiento por la espalda con un botellín roto ha sido el resultado de la última pelea en la toledana plaza de Barrio Rey. Sin embargo, para los vecinos y algunos hosteleros del entorno no ha sido una sorpresa. Llevan años denunciando las molestias de la actividad hostelera descontrolada en la zona, que les ha llevado a algunos a preguntarse si es que no tienen derecho al descanso

La convivencia entre vecinos y bares, uno de ellos en concreto, por precisar más, es mala. Curiosamente, en los últimos tiempos, apuntan los residentes del entorno, se habían producido algunas peleas más, pero nunca como la del lunes, que además fue dentro del bar. Algunos no quisieron ni asomarse a verlo. Eso sí, después de la bronca, prosiguieron las molestias, en forma de carcajadas comentando lo sucedido en la misma puerta del establecimiento, botellín en mano. «No es un público que respete», apuntan los vecinos.

Su suplicio comenzó hace casi cinco años, cuando Barrio Rey se convirtió en lugar central de ‘marcha’ en Toledo, con la apertura del tercer establecimiento. Los otros dos habían dado problemas menores, pero llevaban conviviendo con ellos años. Ya entonces los vecinos comenzaron a denunciar irregularidades a la Policía Local. Advertían que el nuevo bar cerraba a las seis de la madrugada, «saltándose el horario de cierre» y había cientos de personas en la calle bebiendo. El caso es que cuando llegaban los agentes, a veces no pasaba nada y otras pedían que cerrara el establecimiento. Pero seguían los problemas.

¿Qué problemas son los que denunciaban? Los vecinos hablan de exceso de terrazas en una plaza que ha quedado casi exclusivamente para la hostelería, que llevan a un aforo muy alto, cierres a altas horas, música alta, incluso malos olores, a lo que en los últimos tiempos se han unido las peleas.

«Ya no existe plaza, ya sólo son terrazas de los bares», lamentan. Cuando algunos vecinos eran pequeños, recuerdan, podían jugar abajo en la plaza. Ahora los niños lo tienen casi vetado. Los propios camareros les han llegado a prohibir correr por ‘su calle’.

Un público muy ruidoso. Y eso que la cosa ha mejorado, porque recuerdan que en una semana santa, los bares duplicaron sus mesas sin dar cuenta a nadie. Además, el público que atrae el bar, apuntan los vecinos, es muy ruidoso. Les sorprende al pasar por otras terrazas de la ciudad que no hay, de lejos, tanto ruido. Porque, consideran los afectados, las concentraciones de público parecen superiores al aforo permitido entre los tres locales, con la plaza totalmente repleta en ocasiones.

No hay convivencia vecinal, «porque estamos acogotados los vecinos y sujetos a que hay ocasiones en las que tenemos cuatro horas de descanso por las noches, porque cierran a las dos y a las seis de la mañana empiezan algunos a cargar y descargar, o empiezan a subir y bajar un cierre metálico para la limpieza del bar». Les sorprende, por un lado, que estos bares puedan cerrar a las dos, o las dos y media, cuando en otras plazas del Casco lo hacen a las doce. Además, a la actividad hostelera se une, por ejemplo, el reparto de mercancías al supermercado de la Magdalena, que se desarrolla antes de las siete de la mañana. El resultado es que «los vecinos no tenemos derecho al descanso, no nos merecemos dormir ocho horas».

La acumulación de bares, además, tiene otra consecuencia, como son los olores. Tener la ventana abierta en domingo puede suponer que toda la casa huela a chopitos o chuletas de cordero. Hay, apuntan los vecinos, hasta 19 chimeneas de establecimientos hosteleros en el entorno, todas ellas en teoría legales. El problema es, se lamentan los sufridores residentes, cuando a lo mejor quitan los filtros de la campaña para que salga mejor el humo (les ha ocurrido), y este sale directamente a sus terrazas.

Las quejas vecinales, explican, no se han dirigido tan sólo a la Policía, sino también al concejal de Seguridad Ciudadana, a quien han transmitido el grave deterioro que ha supuesto para la convivencia vecinal la apertura de este establecimiento. Tras aquello, hasta las últimas peleas, parecía que se había calmado la cosa. Le habían quitado al bar la música en dos ocasiones, que podía estar muy alta a las dos y media de la madrugada un martes.

Otros, en cambio, apuntan que ya ni llaman a la Policía cuando hay peleas, como la del lunes, u otros problemas como el ruido, los horarios o el exceso de aforo. Tienen miedo de posibles represalias. Además, la Policía ha llegado a pedirles «que no molestemos más».

Problemas para la hostelería. La situación de Barrio Rey también es molesta para el resto de locales del entorno. Son frecuentes las peleas, se lamentan propietarios de establecimientos, sobre todo durante los viernes y sábados. Eso está perjudicando notablemente la llegada a locales del entorno de clientes, que prefieren migrar a zonas del Casco menos conflictivas.

También se lamentan los hosteleros del tipo de gente que atrae este entorno. Además de las peleas, hay constantes meadas en las paredes y hasta gente buscando entre la basura. Hay veces que pasar por el callejón del Lucio es bastante poco agradable por las conversaciones que por allí se escuchan.