Tres ases de espadas

La Tribuna
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Cristian Escribano, Gómez del Pilar y Raúl Rivera se repartieron 9 orejas de un buen y serio encierro de Virgen María

Tres ases de espadas

Salían juntos los tres espadas, cruzaron solos el ruedo esquiviano aplaudidos por el público que asistió la tarde del viernes a los toros. Las normas impiden que sean sacados a hombros, que nadie se les arrime, pero con categoría estos tres toreros en la plaza, tres amigos en la calle, tras la gran labor hecha saludaron al respetable desde el centro del ruedo. Sus cuadrillas a modo de homenaje dejaron tierra de por medio y como un ritual, en la misma posición que hicieron el paseíllo, recorrieron de manera inversa su entrada en la plaza y camino de la puerta grande saborear un triunfo con mayúsculas.

Tardes como las vividas en Esquivias, son pocas en una temporada normal, pero este año, ante la escasez de festejos, es todo un lujo. La gente que acudió al coso lo hizo sabiendo que estamos en una situación sanitaria delicada, por lo que los saludos eran en la distancia, predominando los gestos con la cabeza, los guiños de ojos o los ya implantados codazos. Todos con mascarilla y sin aglomeraciones eran controlados al acceder por los termómetros digitales que daban el salvoconducto para sentarse en el asiento asignado, no sin antes higienizarse las manos con los dispositivos ofrecidos por la organización.

Hay ganas de toros, y eso se nota al ver a grandes aficionados asistir a los tendidos, al ver la cara de ilusión a la vez de responsabilidad en el patio de cuadrillas, sabiendo que es de las pocas veces que este año podrán disfrutar en una corrida de toros. Se guardó al romper el paseíllo un respetuoso minuto de silencio por aquellos que con el Coronavirus nos ha robado y se han ido cuando aún no había llegado su hora, no les tocaba, pero la pandemia ha hecho su mella en todo el país sin distinción. Aplausos de reconocimiento y acordes del himno nacional se fundieron mientras los toreros cambiaban los capotes de paseo por los de brega.

Tres ases de espadasTres ases de espadas

Saltó al ruedo “Gestor”, un serio astado que en noviembre hubiese cumplido seis años, ovacionado por los tendidos. Su presentación denotaba en su conformación y remate, seriedad de cara y trapío que rezumaba de su morfología más propio de plaza de toros de primera. No dudó Escribano en pararlo con una larga cambiada junto a tablas a un toro que se desplazaba y se abría ya de salida. Con ambas rodillas en tierra siguió lanceándolo a la verónica, con suavidad de muñecas, con empaque, sintiendo cada capotazo al serio toro al que lo remató de una media verónica en el tercio enrocándose al burel a la cintura. Sorprendió Cristian tras el encuentro con el caballo, haciendo el quite de oro de manera impecable siendo gratamente acogido por el respetable. Sin pensárselo se clavó en el centro del ruedo y aguanto como una vela al toro que se pasó por la espalda en un par de ocasiones, las mismas que lo hizo con los de pecho, que caldearon el principio de faena con un público local metido en el canasto. Con la muleta armada en la diestra se conjugaron el binomio toro y torero en uno sólo, realizando una faena precisa, armónica, de gusto y clase. Bueno, muy bueno el toro de Virgen María que se abría a los vuelos de la muleta del torero que ayudó a componer una obra de arte efímera que quedará por mucho tiempo en las retinas tanto de los asistentes, como de los que lo vieron a través de las cámaras de la televisión autonómica. Mató de un tremendo volapié que le valió para desorejar a “Gestor” que fue premiado con la vuelta al ruedo por la arena llevado por la pareja de mulas.

Al que hizo cuarto del festejo lo recibió por “talavantinas” o “cordobinas”, siendo las dos aceptaciones correctas, toreo de capa que se hace con el envés y que Escribano realizó de manera pulcra y limpia. El comenzó con la pañosa fue estático, pasándose al toro cerquísima por ambos pitones, con empaque y plasticidad hasta el tercio, improvisando de manera fresca delante de la cara de su enemigo lo que no dejaba a los de la grada tiempo de comer pipas. El toro que tenía buena condición se fue apagando y quedándose corto, pero Escribano lo toreo de manera armoniosa por ambos pitones queriendo no bajar el listón puesto por él y sus compañeros durante toda la tarde. Ya con el toro aplanado sólo le quedó tirar de recursos en la cercanía antes de enterrar el acero caído, pese a lo cual se le concedió otra oreja.

Derecho a toriles se fue Gómez del Pilar a recibir al segundo de la tarde, con una impresionante serenidad que ya nos tiene acostumbrados, esperó la salida de “Manifiesto” que se desplazó cerca de su hombrera izquierda, haciendo que todos tuvieran por segundos el corazón en un puño. Con poder y genuflexo empezó a probar al toro con la franela por ambos pitones, tras lo cual cogió el estaquillador con la zurda para torear con gusto al de Virgen María. Vio la condición del astado, la largura y la clase, que los naturales surgieron desde sus muñecas largos y encajados. El blanco y plata de Noé, se tiño de rojo sangre, cosa habitual de quien se ciñe los astados a su figura. Con la diestra también tuvo momentos destacados, donde saco a relucir su capacidad temple, ganas y afición. Acabo con el morlaco al segundo intento y le fue concedido su segundo apéndice.

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Tenía que apretarse en el quinto del festejo Gómez del Pilar, y así lo hizo, sabedor de que había de puntuar con más trofeos. Se sentó en el estribo y le mostró el capote a “Jubilado” lanceándole con una tremenda parsimonia. Ya incorporado le enjareto un ramillete de verónicas sacándose al castaño de Virgen María, echándole la pata hacia delante y llevando muy toreado en las rosas delas de su capote. El remate levantó al público de sus asientos, cuando se echó con las rodillas en tierra y le dio una media verónica encajadísima. El toro de gran trapío, propio de cosos mayores, tenía sus defensas muy astifinas, cosa que no amilanó al de Cedillo que con firmeza le mostró de frente la muleta con la diestra que iba meciéndose hasta su cadera, atemperando la incierta embestida del animal. Con las medias clavadas en la arena fue componiendo una sinfonía de muletazos, tirando por bajo, en derechazos muy ajustados. Con la zurda le dejó pocas posibilidades, volviendo Gómez del Pilar al toreo fundamental, ajustando las cercanías con el cornúpeta que entregado le fue mostrando el momento de la suerte suprema. Se volcó el matador en el morrillo con la tizona, consiguiendo el efecto deseado, lo que hizo que los asistentes flameasen sus pañuelos y la presidencia le concediese las dos orejas.

Raúl Rivera, se llevó el lote más completo de la tarde esquiviana. La tarjeta de visita a su primero se la mostró con la larga cambiada en la que “Forajido” salió con el tercio superior por los aires, tras ello le lanceó a la verónica abrochando el recibo con dos medias cual carteles de toros. Con las banderillas levantó grandes ovaciones por su variedad y disposición. Le mostró la franela al hilo de las tablas donde le meció la brusca embestida por bajo para luego rematar con trincherazos y pases del desdén. El animal embestía con todo, por derecho y con transmisión, sabiéndolo aprovechar el de Yeles que le mostraba en la distancia una y otra vez los engaños con la diestra. Tandas cuajadas y remates con interminables pases de pecho. El toro quería comerse la muleta por bajo y Rivera tiro innumerables veces, haciendo que “Forajido” le fuera enroscando una y otra vez la figura del matador. Entro a matar de manera decidida y acertó, valiéndole para cortar las dos orejas del toro.

El que cerró la plaza fue otro galán de plaza de primera y de nombre “Decorado”, lanceado por verónicas de las tablas al centro del anillo para dejarlo allí con una media de arrojo. Gran tercio con los garapullos, donde se asomó al balcón para clavar los palos en lo alto del lomo del animal. De rodillas de nuevo comenzó su trasteo, aprovechando la buena condición del cuatreño, que se desplazaba con nobleza y fijeza por ambos pitones. Tres tandas con la diestra para fijarle a los engaños antes de coger torear al natural. El izquierdo era el pitón del burel, y sobre él se encajó y dejó momentos de nota el torero de Yeles. Volvió al toreo fundamental con un animal que se había templado y le dejó dar tandas redondas rematadas por largos pases de pecho. Acertó con los aceros al segundo encuentro y la presidencia le otorgó otro trofeo que hacía igualar el tanteo con los compañeros de cartel.

Final feliz en Esquivias, en la vuelta de las corridas de toros a esta villa sagreña de grandes aficionados y cuna de buenos toreros.