Editorial

Barcelona niega a Cervantes un monumento a la «triste figura»

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La propuesta se dio de bruces con una forma de hacer política muy corta de vista

El Ayuntamiento de Barcelona, que preside la alcaldesa Ada Colau, se ha cubierto de gloria esta semana vetando una propuesta para la instalación de una estatua del Quijote en su ciudad. El partido de los comunes, al que representa Colau, junto con los socialistas de Jaume Collboni, y con el apoyo de ERC, rechazaron levantar una estatua en honor del personaje más ilustre de la literatura clásica española, y protagonista, junto a su fiel Sancho, de la obra más leída en todo el mundo después de la Biblia.

La propuesta de homenajear con una estatua al «caballero de la triste figura» partió de Ciudadanos, que la elevó a la Comisión de Derechos Sociales, Cultura y Deporte del consistorio condal. Durante el debate de la propuesta, el sexto teniente de alcalde de la ciudad, Jordi Martí, expresó sus dudas «de que la mejor manera de reconocer a un autor de la importancia oceánica de Cervantes sea plantarle una escultura». Que el mejor homenaje es leerlo parece que dijo, y en eso estaremos todos de acuerdo, pero de ahí a negarle un monumento bajo no sé qué oscuro criterio, no parece razonable. De hecho, leerlo con profusión y levantarle una escultura no son acciones incompatibles.

Pero eso no se debió entender allí, ya que en un alarde de enorme sensibilidad hacia la cultura española y conocimiento de la especial relación del Quijote con la ciudad, la propuesta se dio de bruces con una forma de hacer política muy corta de vista.

De haberse seguido este ejemplo en otros países, todos a los que nos gusta visitar lugares icónicos relacionados con la cultura y la literatura nos habríamos quedado, por ejemplo, sin el homenaje a la protagonista del cuento de Hans Christian Andersen, La Sirenita, en Copenhague, la de El Principito y Antoine de Saint-Exupéry, en Lyon, o la escultura de Ernest Hemingway en La Habana, y no tan lejos, en Pamplona. ¿Qué hubiera sido de las estatuas de Calderón de la Barca o Federico García Lorca de Madrid? ¿Y Unamuno en Salamanca?

Cervantes describió la ciudad de Barcelona como «archivo de la cortesía, albergue de los extranjeros, hospital de los pobres, patria de los valientes, venganza de los ofendidos y correspondencia grata de firmes amistades, y en sitio y en belleza única». Pero la Barcelona de hoy –la política barcelonesa de hoy para ser más exactos–, le niega este homenaje con una sensibilidad y admiración no correspondida.

¿Escribiría hoy Cervantes las mismas palabras de esta ciudad? Seguro que sí, porque los vecinos de la ciudad condal están muy por encima de sus dirigentes. Y muchos allí habrán leído a Cervantes, pero serían aún más si pudieran inspirarse en la figura de su personaje más icónico, que hoy es un poco más triste, porque le han negado su figura.