La letra escarlata de Nathaniel Hawtorne

Mercedes Regidor*
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"Sucias de besos y arena"Serie sobre literatura, por Mercedes Regidor

La letra escarlata de Nathaniel Hawtorne

Hester Prynne, casada infiel, convicta y confesa a medias, condenada a exhibir su culpa de por vida, castigada con ahínco por una sociedad puritana, desaforada y falsa. Penada a llevar la letra “A” de adúltera cosida al pecho de su vestido para siempre, como advertencia y escarmiento al resto de las mujeres de un Boston colonial de mediados del siglo XVII, que podría haber renacido, lejos de la metrópoli apolillada por las más rancias costumbres, libre y vivificador concediendo a sus habitantes la libertad religiosa demandada en Inglaterra por sus propios censores. Sin embargo, el calvinismo de la teocrática Nueva Inglaterra, abanderado del rigor moral, destruirá la existencia de una mujer y un hombre enredados en una peripecia amorosa, en medio de la intransigencia y la asfixiante religiosidad de los miembros más notables de una sociedad donde no hay cabida para el amor entre dos almas arrebatadas, que no soportan más la carga de su deseo.

El escritor de la esta novela, Nathaniel Hawthorne, lleva impresa su propia letra escarlata, pero él en lugar de cargar con una A añadió una W a su apellido, para mitigar la vergüenza que le producía ser descendiente del juez John Hathorne, que participó en la condena contra las brujas de Salem sentenciando a muerte a mujeres inocentes sin arrepentirse de sus actos por las penas abusivas que les impusieron, sostenidas sobre calumnias.

La forma en que Hawthorne apoya a su heroína es incuestionable, la imbuye de un gran potencial intelectual: combativa, hermosa, audaz, sus actos no están impregnados de concupiscencia sino de ansias de libertad e independencia. Se plantea si les valía la pena vivir a las mujeres en las condiciones marcadas por su comunidad: cuando se entrega a Arthur tiene la certeza de que su marido está muerto, su amado es un pastor calvinista que puede casarse, no está obligado al celibato, cosa que estaban dispuestos a hacer y, por último, sabemos que su breve relación carnal fue el resultado de una seducción tanto corporal como emocional. El autor impregna sus actos de razón dando fuerza a su moralidad hasta que la enfrenta al demoledor puritanismo que niega todos los derechos a Hester y con ella al resto de las mujeres recurriendo a la violencia para acallar cualquier acto de insurrección, cosa que ocurre, como bien sabemos, cuando política y religión se confunden, cuando religión y ley son cosas idénticas. Las esposas de edad madura y buena reputación, miembros respetados de la iglesia, piensan con recelo en lo misericordiosos que han sido los magistrados, pues a juicio de ellas, deshonradas por los pecados de la protagonista, que ha dado pie a la posibilidad de infectar sus conciencias con la tentación de la carne, no bastaba con la exposición de su vergüenza en el cadalso, ni con la marca de su deshonra en rojo brillante ribeteada de hilos de oro cosida al paño de su corpiño, no, la deberían haber marcado con un hierro hecho ascuas en la frente.

La naturaleza se alía y compadece de Hester en los momentos más difíciles; el rosal silvestre que está en el umbral de la cárcel le insufla ánimos con su color y su fragancia; el claro del bosque sirve de refugio para el reencuentro de los enamorados, donde el pastor de almas confiesa a partes iguales su tormento por la culpa y la llama que se mantiene viva en su corazón. Estas contradicciones le hacen deambular macilento, desesperado por su cobardía y su silencio; el arroyuelo que atraviesa la hondonada se desliza sobre un lecho de hojas de árboles donde juega la hija de ambos, Perla, que había brotado de una fuente misteriosa y vivía como un duende brillante y lleno de vida al margen de las escenas sombrías en las que había crecido.

Los personajes son angustiosamente reales, su complejidad descriptiva hace que conozcamos en profundidad los pensamientos y acciones de cada uno de ellos. Su carga dramática presenta con vigor la libertad de elegir y sus consecuencias cuando los derechos individuales son inexistentes.

 

* Coordinadora de clubes de lectura y actividades  de la Biblioteca Municipal José Hierro